Por Joselo Arroyo
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular
Los bares son lugares donde las personas se reúnen para compartir, divertirse y relajarse. A menudo -y con la ayuda de un líquido “desinhibidor”-, estos lugares son transformados en confesionarios, propiciando todo tipo de revelaciones e historias. Éste es el punto de partida de “Hombres de Bar en Bar”, de Indira Páez, dramaturga venezolana galardonada y radicada en Miami desde enero de 2008.

Esta divertida y picante comedia -estrenada en Miami en 2012- es realmente un grupo de monólogos que hicieron disfrutar a los presentes en su reciente estreno en Puerto Rico, en el Centro de Bellas Artes, de Santurce. La sala Carlos Marichal estuvo ambientada como era de esperarse en un bar, diseño de Julio Ramos, también director de la pieza. El diseño consistía en mesas redondas con sillas en todo el espacio escénico y, al fondo, una barra. Con el público en las acostumbradas gradas y también en las mesas, los actores bordearon todo el espacio entre el público, quienes se giraban hacia ellos para no perderse un solo detalle.
Comienza “Ella” (Gisselle Ortiz) con una canción en vivo, acompañada en la guitara por Carlos Esteban Fonseca. Luego, establece su personaje, definiéndose como una mujer liberal; y, entonces, comienza a contar sus experiencias con hombres que, de alguna manera u otra, ha conocido en bares. De esta forma, se van introduciendo los monólogos de los “hombres”, con algunas intervenciones a cargo de “Ella”.
El primero en llegar a contarnos su historia es “Antolín” (Pedro Telemaco), quien comienza alardeando del éxito que tiene con las damas para, luego, terminar confesando un “pequeño” problema que le produce mucha infelicidad y complejos. Luego, llega “El Honesto” (Carlos Vega), un peculiar hombre que establece lo complicado de ser absolutamente honesto y no poder decir mentiras, sobre todo a mujeres. A éste, le sigue “El Joven” (Omar Torres), un hombre que -como “Peter Pan”- se niega a crecer para, así, continuar sus andadas con mujeres maduras. Por último, “El Casado” (Carlos Esteban Fonseca) “alaba” a su esposa, pero estableciendo la diferencia entre lealtad y fidelidad para justificar su machista perspectiva. Finalmente, a modo quizás de recapitulación, “El Monologador” es ejecutado por todos los hombres.

La atinada dirección de Julio Ramos, lleva a los personajes, cómodamente, a pasearse entre el público, balanceando los movimientos para que se pudieran apreciar desde todos los ángulos. Ramos logra que su elenco brille en un perfecto ritmo de comedia y en caracterizaciones simpáticas y efectivas. La bien lograda iluminación de Jorge Ramírez se encarga de bañar con colores el espacio, destacando énfasis en momentos claves. De igual modo, el sonido, a cargo de Chenan Martínez, se integra de manera orgánica al montaje. Un buen trabajo de Ramos en la regiduría, logra que todo funcione en su intensidad y momento preciso. El crédito del acierto del vestuario y la utilera se le atribuye al colectivo.
El plato fuerte de la pieza -y la carta ganadora- es sin duda la actuación. Todos los hombres y la mujer, que hila todo, estuvieron en su punto perfecto, lucieron con amplio dominio, seguridad y con la chispa necesaria para hacer a los presentes disfrutar de un buen rato. Gisselle Ortiz continúa superándose y sobresaliendo en el campo de la actuación. Ortiz lleva a “Ella” con soltura, picardía y aplomo. Logra de inmediato la empatía de los asistentes, indistintamente su género, conquistando uno de los aplausos más grandes de la noche. De la misma manera, su propuesta musical aporta sin duda otro tino.

Pedro Telemaco demuestra sus quilates enfrentando, quizás, uno de los personajes más complicados en este formato, pues su monólogo incluye una catarsis emocional dramática, la cual ejecuta en su punto, sin desconectar la comedia. Carlos Vega brilla con gran instinto y perspicacia, aprovecha cada momento y reacción del público para integrarlo a su historia, logrando más risas y empatía con los presentes. Omar Torres luce seguro, relajado y convincente con sus argumentos y perspectiva del personaje. Carlos Esteban Fonseca integra a su bien lograda actuación, de forma efectiva, su música y sus canciones, provocando aún más risas y disfrute del público.
Al finalizar la pieza, la producción -a cargo de Pedro Telemaco, para el Centro de Bellas Artes- abrió un conversatorio en el cual el público pudo reaccionar y hacer preguntas a los actores. Definitivamente, estos “Hombres de Bar en Bar”, entre historias, chistes, canciones y música, dan mucho de qué hablar y más de reír. A todos ellos, ¡salud!