Por Alina Marrero
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular
“No te vistas para cenar” (Pyjamas Pour Six) es una fascinante comedia de equívocos de la pluma del exitoso dramaturgo francés Marc Canoletti (1923 – 2003). La farsa estrenó en París, en 1987, donde estuvo en cartelera por más de dos años, antes de ser estrenada en Londres, donde se mantuvo por seis años. Después, pasó a ser representada en varias ciudades de Estados Unidos con el título de “Don’t Dress for Dinner”. La obra llegó a Broadway, en 2012; y se ha representado con éxito en distintas capitales culturales del mundo.

La pieza, de dos actos y seis personajes, revive el estilo de la comedia neo clásica, con su toque de momento actual y ha sido elogiada por la crítica internacional. Enredar situaciones es propio de los seres humanos. Lo cierto es que, a veces, llegamos a pensar que enredar asuntos con mentiras es lo más veraz que puede tener la realidad. De hecho, los enredos de asuntos en una comedia divierten al dramaturgo en toda ocasión. Pero en un escenario, es distinto. La comedia tiene que ser buena para inspirar a los realizadores y divertir al público. “No te vistas para cenar” es una comedia muy buena, en la cual no solamente las situaciones complicadas provocan la risa, sino que también tiene codiciados personajes y el diálogo es mordaz.
Marc Canoletti dejó un total de 40 obras de teatro traducidas a 18 idiomas y representadas en 55 países. Tuvo la dicha de vivir muchos éxitos, entre los mismos, el estreno de su obra “Boeing-Boeing”, en 1965, de la cual se hizo una versión cinematográfica estelarizada por Jerry Lewis, Tony Curtis, y Thelma Ritter. “Boeing-Boeing”, la obra de teatro, estuvo en cartelera por 19 años en París; y se presentó en Puerto Rico en 2011, bajo Producciones Tamima.

En Puerto Rico, un nuevo montaje de “No te vistas para cenar”, subió a escena el pasado viernes en el Centro de Bellas Artes de Santurce, producción conjunta de Lino Hernández (Producciones Tamima) y Raúl Méndez (Producciones Raúl Méndez). La obra tenía un personaje menos, el esposo de la cocinera; y no lo extrañamos. Entendemos que, tanto la traducción al español y la versión que coloca la trama en una casa de campo en Cayey, Puerto Rico, fueron muy acertadas. Por desgracia, desconocemos el nombre o los nombres de los profesionales que hicieron este buen trabajo de traducción. Les extendemos un aplauso.
Cuando subió el telón en la noche del viernes en la sala René Marqués, a casa llena, nos impactó la bellísima escenografía de Norberto Barreto Moya, la cual parecía un homenaje al maestro escenógrafo, mago del realismo, don Julio Biaggi. Por supuesto, el diseño, lleno de vida, tenía el sello de marca del también maestro mágico Barreto Moya. La combinación de colores en riña como el rojo y el naranja, los vitrales, los niveles en el piso y las paredes, la elegancia de un espacio creíble de una amplia sala de casa de campo de personas de clase media alta pretenciosa, bañada con alegría por las luces de Toni Fernández, nos atraparon en un ambiente nada excesivo, del cual no nos pudimos deshacer. La noche tuvo ese excelente comienzo.

Resumir la trama de una comedia de este tipo es tarea titánica. Las situaciones cambian todo el tiempo y, si no estamos pendientes de cada detalle, nos podemos perder. El asunto inicial es sencillo. Un hombre invita a su amante a pasar el fin de semana en su casa de campo, aprovechando la ausencia de su esposa quien va a visitar a su madre. Para disimular, contrata a una cocinera e invita a su padrino de bodas. Cuando la esposa se entera que el padrino de bodas estará ese fin de semana en su casa, decide no visitar a su madre “porque no se va a perder una noche con él”. Una mentira lleva a la otra y, desde ahí, se enredan los asuntos. Las personas en la casa pasan a jugar a ser quienes no son por una que otra equivocación, las cuales no pueden explicarse sin decir la verdad. La verdad está prohibida.
Mantener el interés del público de principio a fin es una labor que comienza el dramaturgo y que el director puede resaltar o malograr. La dirección escénica de Gil René Rodríguez, clásica, de composiciones estéticas, con detalles de novedad como la caída de uno de los instrumentos de luces y las veloces entradas y salidas de una de las actrices con juguetes sexuales en sus manos, impartió pinceladas de simpatía y humor al buen texto. Su trabajo con los actores sobresalió. Debería, tal vez, revisar la duración de la obra. Aunque entendemos que hizo cortes al libreto, la comedia resultó ser algo larga y podría aguantar unos cuantos cortes más.

Como Benny, el esposo dueño de la casa de campo, Herbert Cruz lució cómodo y a sus anchas. Creímos todo cuanto dijo y sus desplazamientos fueron ejecutados con agilidad: divertidísimo. Cruz posee ángel para la comedia. Daniela Droz, quien interpretó a Jackie, bordó a la “esposa engañada que engaña” bien lejos de su propia personalidad. Supo acomodarse a las maneras y modales de una mujer mayor que ella, a quien, sin duda, hemos visto en Plaza Las Américas. Al igual que Cruz, lució cómoda y convincente. Debería, tal vez, revisar el volumen de la voz y la velocidad en la cual habla en las primeras escenas del primer acto, ya que apenas escuchamos y entendimos lo que dijo. Mientras los asuntos se acaloraban y se enredaban, este problema desapareció.
Roberto, el padrino de bodas de Benny y Jackie, recayó sobre Red Shadow, quien, gracias al programado efecto del vestuario, lució bastantes libras de más. Red Shadow matizó con realismo cotidiano sus líneas y supo moverse con naturalidad. Debería, tal vez, concentrarse en las reacciones propias de quien, por ejemplo, recibe una bofetada o quien escucha a los demás. Como Rosalba, la amante de Benny, Deddie Romero estuvo simpática y efectiva.

Aunque su entrada ocurrió con cierta timidez, Giselle Ortiz tomó de inmediato las riendas de todas las situaciones que le fueron encomendadas como Alba Rosa, la cocinera. Demostró tener total dominio de la voz y el cuerpo, además de una agilidad despampanante. No desaprovechó una oportunidad: sencillamente soberbia. Giselle Ortiz y Norberto Barreto Moya fueron las estrellas más sobresalientes del montaje.
Destacamos el diseño de maquillaje y peinado de Brian Villarini, sobretodo en los personajes interpretados por Daniela Droz y por Giselle Ortiz: muy bien.
“No te vistas para cenar” contó con la regiduría de escena de Jackmarie Ortiz; la realización de escenografía de Raúl Cátala; la banda sonora de Gil René Rodríguez; la coordinación de vestuario de Alba Kercadó; la asistencia de vestuario de Kiara Méndez; el trabajo de utilería de Flor García; y la realización de luces, sonido y tramoya de En Cue.
Felicitamos a Lino Hernández y a Raúl Méndez por llevar a nuestros escenarios producciones de calidad. “No te vistas para cenar” continúa en cartelera el próximo fin de semana.