Por Jaime Torres Torres
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular
El Teatro Braulio Castillo de Bayamón nunca albergó tanto amor como el domingo, durante el homenaje a Polo Ocasio.

El guitarrista de 93 años, sobrino del mítico Ladislao Martínez, fue arrullado por un entusiasta grupo de familiares, amigos y compañeros músicos que durante poco más de cuatro horas reconocieron su trayectoria con buena música.
No hubo duda de que Polo sí es profeta en su tierra.
Se leyó una semblanza a su honor, escrita por el cantante Jesús Maysonet, y se le entregó otra, junto a una proclama, a nombre del alcalde del Municipio Autónomo de Bayamón, Ramón Luis Rivera, que presentó el presidente de la Legislatura Municipal, Ángel Figueroa. También se develó una pintura del artista Herminio Reyes, reproducida en afiches adquiridos por parte del público que respondió a la convocatoria del Comité Amigos de Polo Ocasio, que organizó la actividad.

Si el segmento protocolar fue emotivo, el homenaje musical resultó inolvidable para Polo, quien lo disfrutó desde la primera fila en compañía de su esposa Mary, hijos y nietos. Hasta tiró unos pasitos con su querida doña Mary, posando ambos para los teléfonos móviles de sus vástagos.
A los acordes de Diapasones de Amor, dúo de voces y cuerdas integrado por los esposos María Elena y Francis Rodríguez, Polo fue arrullado, en particular, con la danza original “Leyenda a la guitarra”.
En la tradición de Los Condes, José Luis Díaz y su Trío ignoraron los problemas en el sonido para interpretar éxitos como “El prendedor”, “Divina ilusión” y otras en que la armonización de voces de Eliezer Rivera, “Tato” y José Antonio Dávila evocó el estilo institucionalizado a mediados de la década de 1960 por los fenecidos Fernando Ramos y Rafita Maldonado.
Con su bandoneón y su estilo desinhibido, Sergio Eduardo apeló a los amantes del tango con “Nostalgia” y “La última copa”.

El dúo de Betsy e Ida Claudio aportó por separado “Alfonsina y el mar” y “Yo era una flor”, respectivamente, uniendo sus voces al final de su segmento en la composición de Claudio Ferrer, “Que felicidad”, acompañadas por Jorge Cancel en la guitarra, Guty Gutiérrez en el requinto y Tato Rodríguez en la percusión.
Luego de la reciente ovación de pie recibida por los Hermanos Sanz en el concierto del vigésimo aniversario de la Fundación Nacional para la Cultura Popular, el domingo Lisvette y Luis nuevamente incorporaron al público al interpretar “En los Nuevayores” de Ladí, la plena “Ponte en pie” y el estándar folclórico sudamericano “Pájaro campana”.
Tony Rivera y su Orquesta Criolla Nacional Mapeyé homenajearon a Polo con un seis con décimas con el pie forzado “Un maestro legendario” y la danza “Carmen Lydia” de Ladí.

Jesús Maysonet honró a Polo con la danza “Violeta” y el bolero de vellonera “Bella mujer”, con Tony en la segunda voz.
Mientras la Orquesta de Cuerdas de Puerto Rico afinaba sus instrumentos y balanceaba el sonido, el maestro de ceremonia Frankie Gauthier se excedió con comentarios machistas y chistes soeces que deslucieron el homenaje y no resultaron del agrado de algunas de las damas presentes en la función.
Afortunadamente, la Orquesta de Cuerdas de Puerto Rico compensó el desatino con sus versiones instrumentales de “Mi jaragual” y “El negro bembón”, dirigidas por Rolando Hernández y que evidenciaron que la agrupación que, por muchos años lideró Mario Scharrón, hoy amplía su repertorio.
La tarde gloriosa de Polo Ocasio finalizó cuando el legendario guitarrista subió al escenario junto al mítico Iluminado Dávila, de 98 años, para interpretar –respaldados por el cuatrista Joe Torres de Mapeyé- el pasillo “Mi recuerdo”, el vals “Josefina” y la danza “Murielita”, del repertorio de Ladí.
Parecía una escena sustraída del calendario del pasado.
Una estampa añeja.
Una evocación.
Una quimera.
Una seducción de la nostalgia.
Mas todita una realidad porque la tarde del 21 de agosto de 2016, Polo Ocasio e Iluminado Dávila desafiaron el reloj en un histórico y amistoso encuentro de cuatro y guitarra.
El domingo estos centenarios colosos de la música popular puertorriqueña honraron la Patria, acurrucando al pentagrama con sus musas en una fiesta de danzas, valses, mazurcas y pasillos de factura añeja y sentimientos renovados.