Por Rafael Vega Curry
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular
El pianista puertorriqueño Edsel Gómez ha recorrido el planeta con su jazz. Vivió durante meses en Seúl, Corea del Sur, tocando en un hotel de cinco estrellas. Luego hizo una breve gira por Vietnam y Filipinas. De ahí fue invitado a tocar en el Rijksmuseum, el museo nacional de los Países Bajos y posteriormente en el Festival Piano Piano de Buenos Aires. Se trasladó entonces a Brasil, donde llevó a cabo varias presentaciones en clubes de jazz de Sao Paulo y grabó en Río de Janeiro. Cumplió algunos compromisos en el Blue Note de Nueva York junto a Jerry González y su Fort Apache Band y retornó a Seúl, para otra estadía de varios meses. Inglaterra, Montenegro y Aruba fueron sus próximas paradas en su tránsito global. Próximamente viajará a China y de vuelta a Filipinas para cumplir nuevas citas.

A base de todas esas experiencias, Gómez ha desarrollado un concepto que él llama “All Inclusive Musical Brotherhood” o “Hermandad musical con todo incluido”, el cual demuestra en su nuevo álbum “Road to Udaipur”.
“Constantemente me veo en situaciones en las que personas con las que voy a trabajar son de nivel avanzado de musicalidad y en otras, su experiencia corresponde a sus tradiciones y culturas particulares”, dice el pianista. “Tengo que crear música que sea inclusiva, que ellos sean tan parte de esa música como yo, que ocurra comunicación y podamos crear cosas nuevas. No sabemos lo que será. La música que yo escribo es una guía que invita a la persona a tocar en el nivel que esté”.
Gómez, quien durante 14 años fue director musical de Dee Dee Bridgewater –a quien muchos consideran la mejor cantante de jazz de esta época- se considera bendecido por todas sus experiencias, particularmente la de Corea del Sur.
“En Seúl viví una vida saludable, allí la calidad de vida es bien alta y es un país sin crimen. Fue una experiencia maravillosa, una bendición”.
Ha sido un largo camino el que Gómez ha recorrido desde su niñez en Lomas Verdes, Bayamón, donde se crió. “De niño me llevaban donde una maestra privada que daba clases en Cataño. Ella peleaba conmigo porque quería que aprendiera a leer, pero yo quería tocar de oído”, comenta entre risas.
La salsa fue su primer amor. “En Bayamón, todos mis amigos tocaban. Hacíamos maracas con latas de leche infantil. Había una conga, y así fue que empecé a sentir la clave. En mi casa había un piano, al que no le sonaba el do central, que terminó cayéndose a causa de la polilla”.
“Mi papá era bien musical, se sentaba al piano y sacaba las melodías”, relata. “Estudió en los últimos años de su vida. Mi hermana Leyda tocaba piano, arpa y órgano, pero se dedicó a la arquitectura, así que yo me quedé con el piano”. Por su parte, su hermano Julio es el propietario de una exitosa ferretería de Río Piedras. “Yo empecé ayudándolo, transportando mercancía… pero siempre he sido mal negociante”, dice con picardía.

Gómez recuerda con cariño a su maestro Javier Fernández, pianista de la banda de Willie Rosario, “quien no solo me enseñó muchas cosas, como guajira y pasodoble, sino también cómo sobrevivir. Me decía, ‘en las bodas se toca esto y en las graduaciones esto otro’”. De otro de sus maestros, el bajista Chencho Rivera, le fascinaba ver cuánta música conocía.
Con una beca BEOG, logró estudiar durante cinco años en Berklee College of Music y gracias a una recomendación del pianista Isidro Infante, Luis “Perico” Ortiz lo reclutó para su orquesta.
“A mí me gustaba el swing, el jazz, pero era salsero 100%”, recuerda Gómez. “Me fascinaba el ‘walking bass’, pues de adolescente había visto a Eddie Gómez con Hilton Ruiz en el Colegio de Abogados. Una de las razones por las que fui a Berklee fue porque era una buena escuela y me habían aceptado… Allí conocí la música de Duke Ellington y la de Charlie Parker. En el dormitorio había un saxofonista y ponía a Bird (Parker) día y noche”.
Ya de lleno en el jazz, sus influencias principales fueron Eddie Palmieri, Papo Lucca, Bud Powell, Bill Evans y Chick Corea. “Bud Powell es como Bird o Bach, tienes que estudiarlo toda la vida y es una base imprescindible si quieres ser músico de jazz. Cuando fui a Boston me hice fanático extremo de Bill Evans, tenía todos sus discos que habían salido hasta 1980, eran 40. En cuanto a Chick Corea, fue una bendición tremenda conocerlo y poder tocar con él”.
Gómez tardó nueve años en producir un nuevo disco después de publicar “Cubist Music”, que ha sido calurosamente elogiado, entre otros, por el propio Chick Corea. “‘Road to Udaipur’ es una analogía de mi vida, en la que celebro, entre otras cosas, la oportunidad de llegar hasta Udaipur, la mágica ‘ciudad de los lagos’ de India”, apunta.
El disco no solo se destaca por su gran libertad creativa –pues integra músicos de diversas nacionalidades interpretando una amplia variedad de estilos que, no obstante, suenan totalmente orgánicos- sino por su vibra positiva.
“Refleja mi manera de ver la vida”, reconoce el pianista. “Yo trato de encontrar lo positivo en todas las cosas. Sobrevivir de la música no es fácil. Es como vivir de la fe, como vivir del aire”.
Los temas de “Road to Udaipur” también llaman la atención por su brevedad. “Hay varias razones, una es porque hay mucha información musical… Y si es en dosis pequeñas, más gente la acepta. Otra de las razones es pensando en los programas de radio, especialmente los de radio satelital (que han transmitido su música en el pasado). Otra razón es la duración de solos de Charlie Parker, los Beatles, pensando en esa época… Estoy volviendo más a las cosas más concentradas y más cortas”, concluye.