Por Rafael Vega Curry
Fundación Nacional para la Cultura Popular
No muchos músicos en Puerto Rico dan el arriesgado paso de grabar un álbum de guitarra sola, por dos razones principales. En primer lugar, estos no suelen ser proyectos comerciales, por lo cual el artista debe estar dispuesto a no recibir necesariamente el justo retorno económico por lo que invirtió en su producción. En segundo lugar, en un recital de este tipo el instrumentista está al desnudo, por así decirlo, sin soportes armónicos o rítmicos de ninguna clase: la guitarra tiene que convencer al oyente por sí sola de sus méritos expresivos.

En ese contexto, resulta más que laudable la nueva grabación del guitarrista puertorriqueño Hermelindo Ruiz Mestre, “Vital”, un álbum de exquisita belleza, perfecto dominio técnico y, cómo no, notable vitalidad, para hacer honor a su título. Con el mismo, el músico oriundo de San Sebastián busca celebrar sus primeros diez años como compositor –todas las piezas aquí contenidas son de su autoría y aunque algunas de ellas ya habían sido grabadas por otros, esta es la primera ocasión en que Ruiz Mestre las recoge en un disco.
Sin haber cumplido tres décadas de vida –nació en 1987- el guitarrista ya ha cosechado importantes éxitos. Se ha presentado en 12 países, incluyendo escenarios como el Carnegie Hall de Nueva York; se ha hecho acreedor de reconocimientos como el Premio Andrés Segovia/Ruiz Morales, que obtuvo hace cinco años en España; y sus composiciones han sido interpretadas en todo el globo, incluyendo tierras tan lejanas como Tailandia, China, Rusia y Zimbabue. Su grabación dedicada a las danzas de Juan F. Acosta fue elegida entre las mejores de 2014 en Puerto Rico por la Fundacion Nacional para la Cultura Popular.
“Vital” da todas las indicaciones de haber sido producido con amor y esmero. Lo primero que impresiona es su cuidado diseño, en formato digipak, con hermosas fotografías y notas explicativas completas. Pero lo mejor es la música.
Algunos temas muestran alegres melodías, como el apropiadamente titulado “Fiesta”, y “Macaracachimba”, que hace uso de aires folklóricos y efectos percusivos en la caja de resonancia del instrumento, lo que también ocurre en “With Drive”. Otros son más pausados, como “Espacio” –con entonaciones de guitarra clásica española- y “Preludio”. Aun otros, como “Étude”, “Prelude” y “Dreaming”, recuerdan el sonido de Ralph Towner con sus exploraciones jazzísticas, ya sea con la desaparecida banda Oregon o al frente de sus propias formaciones.
Lo que provee la nota dominante del álbum, sin embargo, es sencillamente su belleza pura y exquisito gusto musical. En el tema titulado “En la calma”, por ejemplo, a la hermosura de la melodía se le une la impresionante resonancia del instrumento de Ruiz Mestre; es algo verdaderamente memorable –y muy bien grabado, por cierto. “En el silencio” es una pieza delicada y evocadora; “Atardecer”, toda una muestra de elegancia y madurez, con sus admirablemente manejadas variaciones; “Estrellita” y “Flores, café y tu sonrisa”, sosegadas y dulces odas románticas. “Un sueño de esperanza” es un tributo a nuestra danza puertorriqueña.
En cualquiera de sus manifestaciones, la música de “Vital” ejerce el efecto que las mejores interpretaciones tienen siempre sobre el oyente, el de “halarlo” hacia su profundidad y retenerlo allí. Es la evidencia de un talento musical de avanzada, con raíces en las tradiciones pero abierto a la abstracción. Un logro significativo en la carrera de uno de nuestros mejores guitarristas.