Por Jaime Torres Torres
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular
Treinta y cinco años después, Wilkins escribió otra página dorada en la historia de la Sala de Festivales del Centro de Bellas Artes de Puerto Rico, donde hoy fue ovacionado con el espectáculo “Concierto de Madres”, posiblemente el único que presentará durante 2016 tras su regreso a los escenarios del País.

Fue un recital de dos horas de más de 30 canciones, muchas distribuidas en mosaicos que evocaron etapas de su exitosa carrera discográfica con Velvet Records y posteriormente con su disquera Masa.
Como adelantó en una entrevista con la Fundación Nacional para la Cultura Popular, el eterno rockmántico y querendón de Puerto Rico cantó a la mujer, estableciendo al saque, con “Amarte a ti”, que a las damas se respetan.
Pero, como anticipó, el público, en su mayor parte féminas, que el Día de las Madres llegó a Bellas Artes es su fanaticada fiel que siempre espera sus éxitos, aunque el cantautor los atempere a los sonidos del pop, el hip-hop y la música electrónica contemporáneos, como se pudo apreciar en el popurrí de “A quién vas a engañar”, “Pensamiento y palabra” y “O tú o nada”.
Con el complemento de lo último en tecnología visual y efectos especiales, y con una tarima en dos niveles, el artista regresó a la Sala Antonio Paoli con una puesta en escena ágil y de vanguardia, prueba de que nunca escatima al subir al escenario, donde despliega su dramatismo y habilidades para el baile.
La época de los discos “Respiraré”, “La historia se repite” y otros de la década de 1980, la de su consolidación como estrella de la balada y el pop rock hispano, fue recurrente durante la tarde, tarareando sus incondicionales sus interpretaciones de “Tratándose de ti”, “Mi problema eres tú” y “Te mataría”.
El segmento de la cumbia “Y qué culpa tengo yo” y “Sopa de caracol”, está con la coreografía de sus bailarines, suscitó palmadas, contoneos, saltos y pasos en no pocos de los presentes mientras el artista hacía de las suyas con su dinámico y magnético dominio escénico.

Tras la cadencia caribeña de la “Sopa”, el artista sorprendió con un acercamiento en blues al éxito de la década de 1970 “Candilejas”, seguido de “No se puede morir por dentro” en un rock suave estilo década de 1960 y “Esto sí amor”, en su movimiento original.
Inmediatamente se adelantó 20 años para cantar la balada “Qué me pasa contigo”, tarareada y ovacionada hasta el frenesí por sus fans, muchas madres acompañadas de sus hijas.
Acto seguido, el gerente general del Centro de Bellas Artes, Ricardo Cobián entró a escena para declarar a Wilkins como Artista Residente Permanente del primer escenario de la Nación puertorriqueña, que inauguró hace 35 años.
Wilkins continuó con una innovadora versión del bolero “Bésame mucho” de Consuelo Velázquez incorporada al mambo como parte de un popurrí en tributo a Dámaso Pérez Prado que redondeó con “Historia de un amor” y “Quizás, quizás, quizás”.
Minutos antes de interpretar “Un nuevo amor”, Wilkins reconoció que está de pie gracias a la voluntad de Dios. Su versión acústica, al inicio a dos guitarras, fue tarareada de principio a fin por la concurrencia, en un momento espiritual sublime.
Los acordes de la guitarra flamenca anunciaron que le correspondía el turno a la siempre tentadora “Margarita”, con cajones y el salero gitano aportado por la coreografía del cuerpo de baile Crazy Kids, de Mayagüez.
En una transición perfecta, evocó la “Lambada” y hasta recreó su sensual figura con una de las bailarinas.
“Esas canciones no pasan jamás”, dijo el cantautor pasando a “Allá tú” para inmediatamente rendir al soberano a sus pies con su obligado himno al despecho, la indispensable “Bella sin alma”, que cantó con el dramatismo acostumbrado y con su voz en excelentes condiciones.
La evocación de emociones continuó con “Como no creer en Dios”, que aprovechó para invitar a encender las linternas de los móviles como un signo de luz para tantas personas que la necesitan en Puerto Rico.

Al igual que la anterior, cantó “Sereno” acompañándose inicialmente con su guitarra acústica y luego al unísono con un solo de trompeta con sordina como preámbulo al segmento que dedicó a su madre Áurea, de 88 años y quien estuvo presente en la función.
“Es mi pilar. Son 88 y está muy bien, Dios me la cuide”, señaló con voz quebrantada antes de interpretar “Gracias”, dedicada a su madre como una ofrenda de agradecimiento.
“Vamos a sorprender a mi madre. A veces estas cosas no pasan nunca y quiero que mi nieto me acompañe por primera vez y que su bisabuela lo aplauda”, dijo antes de interpretar “Collar de lágrimas” que su madre solía tararear y Wilkins aprendió durante un viaje a México.
La banda, dirigida por Lubenar Gómez con la corista Cristal en la segunda voz, estuvo inmensa, a la altura de un cantautor que transpira musa y sentimiento; que respeta su oficio y tiene en muy alta estima al soberano.
Con el popurrí de “Respiraré”, “El sucesor” y “Te amo” prácticamente descendió el telón de un concierto inolvidable, de emociones y nostalgias a granel, en que Wilkins recorrió parte de su trayectoria como el cantante que escribió el antes y el después de la historia de Bellas Artes.