Por Rafael Vega Curry
Fundación Nacional para la Cultura Popular
En las breves notas explicativas que se incluyen en “Land of the Descendants”, su sexto y formidable nuevo álbum, Wilson “Chembo” Corniel afirma que el disco es “una reflexión del aquí y ahora, con profundas raíces en los ritmos africanos y el jazz Nuyorican”. A ello habría que agregarle que se trata de un trabajo de madurez, realizado por un músico cuya vasta experiencia le permite lanzar una mirada amplia sobre las opciones creativas que tiene ante sí y hace un uso juicioso de las mismas, con elegancia, sabor latino y escasa atención a fronteras preconcebidas.
Es además un álbum expansivo, de acuerdo con dos de las acepciones que tiene este término: “franco, comunicativo” y “que tiende a expandirse”. En efecto, esta música parece crecer cada vez que se la escucha, ganando en intensidad emocional. Corniel ha sabido combinar aquí temas originales junto con estándares de jazz, sean latinos o no, con excelentes resultados. Y para ser un disco liderado por un conguero, llama la atención el hecho de que la percusión no domina –el primer solo de congas como tal llega en el sexto tema, de un total de ocho. Lo que predomina es la visión y el concepto propio del líder.

Nominado al Grammy y destacado también como educador, Corniel ha tocado junto a leyendas de la salsa como Larry Harlow y Willie Colón, así como con grandes jazzistas, entre los que se incluyen Bobby Sanabria, Chico Freeman y el recordado Hilton Ruiz. Su resumé hasta incluye una participación junto con el mítico grupo de rock Blood, Sweat and Tears, de manera que es amplio y variado el bagaje musical que trae a esta producción.
Aquí lo acompaña un grupo de músicos que, aunque poco conocidos, son de primera categoría: Frank Fontaine en saxofones y flauta, Darwin Noguera en el piano, Ian Stewart en el bajo eléctrico y Joel Mateo en la batería. Cuenta además con varios invitados, entre los que sobresalen la joven cantante Kat Gang y el trompetista James Zollar.
El primer tema demuestra de inmediato lo que vino a hacer esta banda en esta grabación: establecer un sabroso y profundo “interplay” a partir de una composición sumamente atractiva y vibrante. Se destacan aquí el sonido punzante de Fontaine en el saxo tenor y el interesantísimo concepto de Stewart en el bajo eléctrico; un poco en la onda del gigante Charlie Haden, Stewart ejecuta continuos contrapuntos melódicos que enriquecen cada interpretación.
No puede faltar en un buen disco de jazz latino (aunque este, ciertamente, va más allá de esa categoría) la variedad rítmica, y de eso se encargan aquí los temas “El antillano”, una bomba en la que sobresalen los percusionistas invitados; “Transparent Souls”, un danzón de hermosa melodía, que incorpora flauta y violín; y “Parisian Cha”, un cha-cha-chá que incluye un poderoso solo de trompeta.
Sin embargo, los temas que más llaman la atención, porque se abren a otros estilos, son “Lush Life”, la inmortal balada de Billy Strayhorn interpretada aquí con poesía y elegancia por Kat Gang (y con un sublime solo de piano), y “Night Letter”, un delicioso blues de Sonny Stitt, de impresionante swing y fluidez, en el que Zollar vuelve a deleitarnos con su trompeta y Stewart vuelve a entrelazar con maestría sus líneas melódicas con las del resto de la banda, particularmente durante el solo de piano.
“Newtown”, la pieza final, concluye el álbum de la misma manera en que empezó, con una melodía atractiva y sensual en la que Fontaine luce su agradable sonido en el saxo soprano –algo que no puede afirmarse de todos los músicos que tocan el saxo soprano.
Magníficamente bien concebido y estructurado, e interpretado con tanta maestría como corazón, “Land of the Descendants” es un candidato para las listas de los mejores discos de 2016.