Por Alina Marrero
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular
Recientemente, fuimos al Teatro Braulio Castillo de Bayamón, para ver a la puesta en escena de “Los cocorocos”, del novelista, periodista, profesor y uno de nuestros insignes dramaturgos nacionales, Manuel Méndez Ballester (1909-2002), dirigida por Omarjadhir Flores. La ocasión celebraba los 10 años de Flores como maestro del curso “Teatro y su entorno” en la Escuela de Bellas Artes del municipio de Bayamón, y fueron sus estudiantes los actores en este montaje.

La escuela de Bellas Artes de Bayamón funciona desde 2001 y fue creada con el fin de complementar la educación académica de la juventud bayamonesa mediante el cultivo de las artes. Ofrece cursos de música, teatro y danza, y opera al mismo tiempo que el sistema escolar general. Conforme fuimos informados, en el curso “Teatro y su entorno”, los estudiantes aprenden técnicas para confeccionar y manejar máscaras y títeres. Además, reciben adiestramiento de actuación para varios estilos de teatro, como teatro del absurdo, la técnica de clown, teatro experimental, realismo y teatro clásico. Durante la segunda parte del curso, aprenden regiduría de escena y producción técnica.
“Los cocorocos” fue una sabia elección para los jóvenes actores en formación. Por otro lado, la obra es una sátira política, directa y mordaz, la cual, a pesar de haber visto la luz en 1975, sigue teniendo vigencia en asuntos como la traición, la corrupción y la estupidez humana. Por supuesto, en el momento en el cual Méndez Ballester escribió la pieza, no existía el internet ni los teléfonos celulares. El director actualizó momentos con toques mínimos, como el uso de celulares para sacar fotos, sin cambiar el curso real de la obra ni la intención original del dramaturgo.
Sobre esta comedia, dijo su autor: “Hay ocasiones en la historia en que el mundo tropieza, se tambalea y cae de espaldas con las patas arriba como un caculo. En tales ocasiones los mortales se vuelven locos y se tiran de las greñas cuando no se tiran a matar. Así, patas arriba, se halla el mundo en estos días. No es la primera vez ni será la última, pues todavía nos quedan billones de años por delante, mejorando lo presente”.

Más adelante, en el mismo artículo, Méndez Ballester expresa: “Con motivo de esta delicada situación de podredumbre, los seres mortales se tapan la nariz y comienzan a protestar. Con la protesta pública aparece la sátira y con la sátira sigue su marcha interminable por los caminos del mundo la antigua carreta de los cómicos de la legua que se detienen en encrucijadas, en plazas públicas y teatrillos, y allí monta sus farsas invocando al espíritu burlón de la sátira para recuperar, de esta forma, el carácter festivo de la existencia humana”.
La acción comienza después de la detonación de una bomba atómica. Ese caos desata el más vil y rastrero comportamiento humano. Los personajes, se visten y se comportan como payasos. Están, como bien lo define el autor, “en un mundo irracional, grotesco, festivo, de caricaturas, truculencias y exageraciones, salpicado de un lenguaje mordaz, irónico y vulgar en ocasiones, y repetitivo, disonante y sonoro a veces, pero animado siempre por la música y la poesía”. De esta manera circense, entre canciones y bailes, se presentan el alcalde, una inspectora, un doctor, unas vecinas, unas enfermeras, unos pacientes y unos turistas. Al tratar de solucionar el caos entre traiciones y estrategias, las cuales en escena nos parecen absurdas, pero podemos reconocer en la vida real, el final de la sociedad se hace inevitable.
El montaje de Omarjadhir Flores para “Los cocorocos”, fue vistozo, muy colorido, ágil, de ascendente ritmo, muy profesional. Su tráfico escénico, barroco pero efectivo, era casi coreográfico. El director hizo uso, también de la sala para la actuación. Su trabajo con los estudiantes sobresalió. Del mismo director fueron la selección de sonidos y proyecciones en el ciclorama.
El público ese domingo no era pasivo. En el momento en el cual los actores lanzan al público un montón de papeles, las personas en la sala respondieron al ataque con acción y tiraron al escenario todos y cada uno de los papeles recibidos como respuesta. Esto aportó vida al juego actoral.
La coreografía de Emanuel Rodríguez fue “monísima”. Los arreglos musicales de Chenan Martínez fueron efectivos. Muy efectivas también la escenografía de José “Quenepos” Ramos y las luces de José Carrero. El vestuario de Marisocorro Pérez estuvo a la altura de la vistosa y colorida dirección. La armonía entre los elementos técnicos fue acertada.

Los jóvenes actores se lucieron, cada uno en sus respectivos personajes, destacándose en sus correspondientes momentos y demostrando que no han perdido el tiempo en sus clases. Aunque al principio de la obra se nos hizo difícil entender lo que decían, el asunto mejoró hasta desaparecer por completo. Los chicos y sus personajes nos hicieron reír y enfurecer. El público aplaudió de pie a Gustavo Andrés González (Alcalde), Verónica Gómez (Inspectora), Eduardo Jiménez (Doctor Peporro), Xioma Nieves (Ugolina), Nayeli Melo Collazo (Enfermera), Ysmarie C. Laureano (Vecina) & Yadielys Cintrón (Vecina), Steven F. Sierra (Pacientes y Turista), Nicole Arroyo (Herido), Axel Otero Rivera (Herido) y Michael Rivera (Herido).
Nosotros, como defensores de la cultura popular nacional, y el arte en general, apoyamos y nos solidarizamos con las escuelas de arte en Puerto Rico y las empresas que lo patrocinan. Felicitamos al municipio de Bayamón por no rendirse con la cultura en este crucial momento de crisis económica, y deseamos a la Escuela de Bellas Artes, éxito en todas sus actividades.