
Por Jaime Torres Torres
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular
En Santurce, en el seno de su familia, Junior Irizarry se acercó a la música, seleccionando el contrabajo como su compañero de camino durante una trayectoria que se ha prolongado por casi media centuria.
Fue casi por osmosis pues su padre Ramón Luis Irizarry “Monsín” cantaba con la Orquesta Fiesta, con Mingo y sus Whoppie Kids y el Combo de Luisito Benjamín.
Aunque siempre le regaló pianos y saxofones de juguete, a Junior nunca le interesaron, hasta el día que compró un bajo acústico para aprender a tocarlo.
“Me cautivó el tamaño del instrumento cuando llegó a casa y un día que no estaba, lo destapé y halé una de las cuerdas. Eso me robó el corazón cuando escuché ese ‘bum”, recordó.
Así, de forma autodidacta, se inició el desarrollo de Junior Irizarry como bajista. Tocaba de oído mientras escuchaba discos de salsa, el primer género del artista que es reconocido como un competente bajista de jazz y que, tan reciente como hace unos días, fue homenajeado en la actividad Bass en Vivo del Conservatorio de Artes del Caribe (CAC).
“Un día llegó y me sorprendió con el instrumento. Me asusté. El me preguntó quién me enseñó a tocar y le dije. Y me dijo: ‘si te gusta, quédate con el bajo’. Y hasta el día de hoy es el instrumento acústico que uso en mis presentaciones”, narró Junior sobre el contrabajo, un ejemplar checoslovaco, que lo ha acompañado durante casi 51 años.

Indudablemente, Junior estaba destinado a la música porque, aparte de la influencia de su papá Monsín, el tío de su mamá, Luis Cruz, fue dueño de Alfarona X y su hijo fue pianista y arreglista de Ray Barretto.
“La vena viene por los dos lados. Por el lado de mi padre y por el de mi madre Carmen Lydia Cruz, la primera embalsamadora de Puerto Rico”.
Junior, para sorpresa de muchos, nunca asistió a la Escuela Libre de Música ni al Conservatorio. Él, realmente, interesaba cursar una carrera en Medicina.
“Pero me enamoré de una ‘mala mujer’ que se llama la música y nunca la pude dejar. En el momento en que estudiaba, me acerqué a varios buenos bajistas y cuando se enteraban que estudiaba para ser médico, me recomendaban que enganchara el bajo o hiciera un tiesto. Con esa predisposición no pude encontrar un maestro y me di a la tarea de estudiar el instrumento por mi cuenta”.
Cuando alude a la “mala mujer” de la música Junior aclara que no formula el comentario en tono despectivo, sino en el sentido de que ser músico es muy sacrificado. “Esto es una cuestión que nadie puede predecir quién va a ser exitoso o no. Hay días de sinsabores y momentos de gratificación. Uno da la vida por estos últimos. Esto es la música y la música es hermosa”.
En su trayectoria hacia el aprendizaje, empero, hubo músicos que lo ayudaron desinteresadamente, como Simón Madera Jr., Víctor Donate, Guillermo Figueroa y Freddy Silva.
Fue con la Orquesta de Ángel Náter que Junior incursionó en la lectura de arreglos, aunque identifica como su “escuela” las orquestas de salsa de Mario Ortiz, Bobby Valentín, Willie Rosario, Tommy Olivencia y otras.

“Me encerré. No hacía nada más que estudiar mi instrumento. No iba al cine, ni a la playa. No hacía nada que no fuera estudiar el bajo. En término de dos meses, pude ver el crecimiento”.
De César Concepción, con quien también tocó, recuerda que lo iba a buscar a su casa. Describe la experiencia como maravillosa. “Con el permiso de mi papá, llegaba en su Cadillac y colocaba mi bajo en el baúl del carro. Yo tendría como 14 años, un tiempo en que me consideraba un aficionado. Ese señor era un caballero. Su libro no era muy pesado a nivel de lectura, pero era grande en responsabilidad. Era un libro que había que leer completo. Uno no se podía poner a inventar. El me ayudó mucho. Me vio tocando con el Combo San José y me ofreció trabajo”.
Otro de los músicos que admira es su homólogo Bobby Valentín. Junior Irizarry llegaba a su negocio de ventas de instrumentos en San Patricio, Guaynabo, y tocaba sus arreglos.
“Bobby y yo mantenemos una amistad muy cordial. Recuerdo que llegaba y cogía un bajo de la pared y empezaba a tocar sus números. Y él salía y decía: ‘Este nene tiene pantalones. Mira, y que venir a bailar a la casa del trompo’. Nos hicimos muy amigos y me siento muy agradecido porque él me prestó sus arreglos y cuando se iba de gira con la Fania, lo sustituía en su orquesta y hasta me dejaba su bajo. Le agradezco mucho”, rememoró Junior, quien toca todos los géneros, incluso la balada pop, porque trabajó con Ednita, Yolandita y Lucecita, entre decenas de reconocidos intérpretes.
Su incursión en el jazz

Junior Irizarry, cotizado hoy entre los más experimentados contrabajistas del jazz, incursionó en este género gracias a la invitación que le cursó el guitarrista Jorge Laboy, cuando fundó el taller 3 a.m. Band en 1989.
“Yo escuchaba a Jeff Lorber y Yellow Jackets, pero en realidad no había tenido la oportunidad de participar en proyectos como esos. Y Jorge tenía músicos de excelencia que conocían el género y me brindaron la oportunidad y poco a poquito fui desarrollando un idioma”.
Sin embargo, al sol de hoy Junior Irizarry no se considera un jazzista consumado. “No es por menospreciarme. Pero hay gente que se han dedicado completamente al jazz y son especialistas. Y al día de hoy están surgiendo músicos excelentes en todos los renglones y áreas porque se han dedicado por entero a ello. Yo sí tengo el sabor y el ‘feeling’ porque he escuchado mucha gente. Pero fue Jorge Laboy quien despertó en mí el anhelo de desarrollarme en el jazz”.
Autodidacta al fin, Junior Irizarry devora con su sentido de la audición la obra fonográfica de Ron Carter, Charles Mingus, Dave Holland, Jaco Pastorius, Charlie Haden y Eddie Gómez, referencias obligadas para todo bajista de jazz.
“Si estoy tocando jazz con un montón de gente, es porque lo debo estar haciendo bien. Hay un legado grandísimo, Me he dado a la tarea de escuchar a toda esa gente. Y algo entra por osmosis. La música es un arte oral. Es etéreo, está en el aire. Tú lo escuchas y tomas lo que quieras. Hay que estar escuchando a la gente porque ya la rueda está inventada”.
Su primer disco
Muchos se preguntan por qué un músico que siente y comunica tanto por y con el jazz no ha grabado un disco como solista. Ha intervenido, posiblemente, en más de un centenar de álbumes como “side man”, pero no tiene uno solo suyo. Hace dos años, su hijo Monchy le preguntó cuándo lo grabará.
“Le pregunté por qué y me respondió: ‘para que tus nietos sepan que tú tocabas. No es lo mismo decir que eras músico a que te escuchen en un disco’. Me la puso difícil y por primera vez surge la idea de hacer algo”.

Su primer disco se titulará “Retrospección” y ya ha grabado varias pruebas. Lo espera lanzar durante 2017.
“Lo haría para dejar un legado. Lo que pienso hacer es un ‘collage’ de todo lo que he hecho hasta el día de hoy, pasando por todos los estilos. Pienso utilizar pedacitos de muchas canciones que hice con Yolandita, Lucecita y otros artistas y de ahí un tema que se desarrolla. Es un disco en el que voy a colaborar con Oscar Cartaya en un tema que he titulado ‘Compañeros del camino’, dedicado a todos los jóvenes que en algún momento les pude enseñar algo. Será un disco con una historia, que enmarcaré en el jazz”, explicó Junior, cuya vida, como bajista, tiene un antes y después: Jaco Pastorius, su mayor influencia, aunque reconoce en su desarrollo en la salsa el aporte de Bobby Valentín y, en el jazz, el de Eddie Gómez.
Por último, Ramón Luis “Junior” Irizarry agradeció el reciente homenaje en la actividad “Bass en Vivo”, celebrada en la sede de la Fundación Nacional para la Cultura Popular en el Viejo San Juan.
“Fue una experiencia muy linda. Oscar Stagnaro es un excelente músico y pedagogo. También agradezco a Sammy Morales, un gran amigo que siempre trae alegría al corazón. Fue muy lindo que nos hicieran este reconocimiento y también a Bobby”, concluyó Junior, quien le agradece a sus padres; a su esposa Dolly Resto y a sus hijos Monchy y Marcus el respaldo y el respeto que le profesan a lo que más le llena: la “medicina” de la música.