Pasión y principios de Ricardo Magriñá

Por Alina Marrero
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular

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Durante sus años universitarios incursionó en el Departamento de Drama de la UPR y entró al Conservatorio de Arte Dramático del Ateneo Puertorriqueño, aunque no como estdiante oficial. (Foto Instituto Tapia)

Ricardo Magriñá Vélez es un teatrero puertorriqueño que se destaca como actor, director, dramaturgo y productor. También, diseña y construye escenografías así como se desempeña como luminotécnico. El joven incursiona en todas esas áreas a la vez que comparte su tiempo con el Círculo de Dramaturgas y Dramaturgos del Siglo 21(CPueD21), del cual pertenece al comité Timón, y completa un doctorado en el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe.

Nos acercamos a Ricardo Magriñá, para conocer un poco más sobre su trayectoria y futuros proyectos. Hijo único en una familia que lo hizo crecer con amor, este talento del teatro nacional nació en el Hospital del Maestro el 2 de septiembre de 1983, y creció en Bayamón. Estudió en la American Military Academy, donde se graduó en 2001 con el sueño de convertirse en arqueólogo. No obstante, ingresó en la Universidad de Puerto Rico en Mayaguez, donde comenzó sus estudios en Ingeniería Mecánica. Después, cambió a Ciencias Sociales. Le preguntamos cómo fue que llegó al teatro. Magriña informó que mientras estaba estudiando en Mayaguez, decidió tomar en serio una carrera en las tablas.

Según narra, desde niño le gustó el teatro y participó en obras escolares. Sus padres lo llevaban al teatro – como a Nuestro Nuevo Teatro – fomentando así su gusto por lo cultural. Esto fue así hasta su adolescencia.

“En escuela intermedia estuve en un club de poesía y después en el club de oratoria. Ahí me familiaricé con los textos clásicos del teatro puertorriqueño que innegablemente se arraigaron en mi corazón… Pero creo que mi tendencia al arte viene desde antes de estar en la escuela. Como era hijo único, no tenía hermanos para jugar, así tuve que construir las historias de mis juegos”, apunta al recordar sus primeros contactos con el arte.

Aun así, al completar su preparación en la escuela superior, Magriñá decidió estudiar ingeniería, a pesar de que quería ser arqueólogo. Ingresó al Recinto de Mayaguez, donde, entre actividades extracurriculares participó en el club de oratoria e incursionó en el activismo político. En aquel entonces, Teófilo Torres daba clases de teatro a la misma hora que se reunía el grupo político en el que militaba Ricardo. Y aunque los ideales dominaban su agenda, terminó matriculándose en la clase del actor. Así se desempeñó como técnico cuando venían obras de San Juan, siendo “Voces” de Myrna Casas, una de sus primeras experiencias en 2003. Y tras ese punto de partida ha colaborado en más de 100 producciones teatrales.

Lo primero que hizo para el Ateneo fue ‘El médico fatulo’, una adaptación de Roberto Ramos-Perea de la obra de Moliere, ‘El médico a palos’. (Foto Instituto Tapia)
Lo primero que hizo para el Ateneo fue ‘El médico fatulo’, una adaptación de Roberto Ramos-Perea de la obra de Moliere, ‘El médico a palos’. (Foto Instituto Tapia)

Con su posterior transferencia de Mayaguez a la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras en 2006, Ricardo Magriñá se graduó de Ciencias Sociales con concentración en Antropología y Sociología un año más tarde. Fue entonces que durante su paso por Sociales, incursionó en el Departamento de Drama de la UPR y entró al Conservatorio de Arte Dramático del Ateneo Puertorriqueño, aunque no como estudiante oficial. “Allí daban unos cursos libres los fines de semana como análisis de texto, comedia e historia del teatro y yo los tomé. Hice esto por un año”, apunta.

– ¿Por qué no te integraste al Conservatorio como estudiante oficial?, preguntamos.

“Yo me quería ir de Puerto Rico. De hecho, estuve fuera un año. Pero cuando regresé, en 2008, fui a la audición del Conservatorio y la pasé. Ese año también empecé a hacer una maestría en el Centro de Estudios Avanzados, la cual terminé en 2013”, comenta.

Si bien su paso por el mundo académico ha sido intenso, Magriñá alcanzó uno de sus sueños: completar una maestría en Arqueología. Sueño que ahora mismo, está complementando con un doctorado en Historia. Pero antes de establecer cómo su carrera de arqueología influye en él como dramaturgo, Ricardo se detiene para hablar sobre la importancia de su paso por el Ateneo Puertorriqueño.

“Cuando entré empecé a protagonizar. Lo primero que hice fue ‘El médico fatulo’, una adaptación de Roberto Ramos-Perea de la obra de Moliere, ‘El médico a palos’. Después, y también de Ramos-Perea, hice ‘Irak en mí’. Mi personaje era un iraquí que había perdido su hija y eso lo hizo unirse a la guerrilla. Hice muchas cosas en el Ateneo: dirigí, produje, escribí teatro… Respondí a una convocatoria para la carrera de dramaturgo y me perfeccioné. Antes había hecho cosas novedosas, en la escuela y la universidad. Por ejemplo, mezclaba personajes de obras de Shakespeare con otras personas y los ponía a funcionar. En el Ateneo desarrollé piezas cortas, ejercicios de clase. Ahí surgió el prototipo de lo que iba a ser mi obra “Agueybaná, el bravo”.

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Magriñá también hace lo propio en el campo de la producción con su compañía Coupd’etat (Golpe de estado). (Foto Alina Marrero para Fundación Nacional para la Cultura Popular)

Desarrollar una propuesta teatral como “Agueybana, el bravo”, tuvo su beneficio de la preparación que su autor ya tenía en el campo de la arqueología.

“En el proceso de escribir, tuve muy presente lo que era la representación del indígena en medios de comunicación y el indígena para la idiosincrasia puertorriqueña. En ambas se resalta el elemento de docilidad y también el de combatividad. Cuando se habla de la combatividad, o de la capacidad del indígena para resistir, hay una actitud derrotista, donde el indígena, después de luchar, sucumbe al final. Sin embargo, hay evidencia de que los procesos de resistencia duraron mucho más de lo que nos han dicho. Cuando los españoles hablan de ellos, dicen que eran los mejores guerreros. Esa resistencia se ve en la toponimia. En la medida que te mueves al este, imperan los nombres indígenas de los pueblos”, señala.

Según indica, su obra está inspirada en Agueybaná el viejo y Aguaybaná el bravo. Cuando llegan los españoles, “el viejo” hace un pacto y “el bravo” es el líder de la revuelta. Como sabemos, el heredero no era el hijo, sino el sobrino. En la obra está claro que “el bravo” era el hijo de la hermana mayor del “viejo”.

“Otro asunto son las mujeres. En la obra hay más mujeres que hombres porque ellos estaban trabajando en las minas. Así que las mujeres pelean. Esto no me lo estoy inventando. Las mujeres siempre han peleado. Siempre dominan. De hecho, la mujer puertorriqueña es más combativa que el hombre. El objetivo es cambiar el imaginario que se tiene del indígena. Los indígenas de mi obra son particularmente elocuentes e inteligentes. Mi obra no termina con derrota. El primer levantamiento lo ganaron”, señala.

“Agueybaná el bravo” es la primera pieza de una propuesta mucho más compleja: “La trilogía de las raíces insurrectas” compuesta por “Agueybaná el bravo”, “Los cañones de San Cristóbal” y “Palenque en llamas”.

“La trilogía responde a la docilidad del puertorriqueño. Se nos ha dicho que somos dóciles, eso es parte del discurso oficialista. Se nos ha dicho que tenemos tres raíces étnicas. Si esto es así, y si sabemos que existen episodios donde cada una de esas raíces se levantó en contra de la opresión y luchó por lo que consideraban justo, ¿cómo se puede decir que somos dóciles? Tenemos historia de combatividad y resistencia. Nos corresponde rescatarla. Yo siento la responsabilidad moral de difundir estos hechos”, afirma el autor de “Agueybaná el bravo”, obra que estrenó en 2011 producida por el Conservatorio de Arte Dramático del Ateneo y que, posteriormente Artificium, compañía de Olga Vega, egresada del Conservatorio, la repuso.

El actor trabajó en la película "Iraq en mí" de Roberto Ramos-Perea.
El actor trabajó en la película “Iraq en mí” de Roberto Ramos-Perea.

Si bien su labor en la dramaturgia ya ha dado frutos, Ricardo Magriñá también hace lo propio en el campo de la producción con su compañía Coupd’etat (Golpe de estado) fundada en 2009. Con varios créditos a su haber, la compañía funciona la mayor parte de las veces como colectivo.

– ¿Cuáles son tus planes?, indagamos al joven artista.

“Además de terminar mi doctorado, trabajar activamente con CPueD21, y estrenar las otras dos obras que comprenden ‘La trilogía de las raíces insurrectas’, recientemente, adquirí equipo de grabación en vídeo. Deseo grabar algunas de las obras y grabar sainetes. Hice un canal de “losdesconocidos” que se llama “los desconocidos 2D”. También, comenzamos a trabajar con Radio Huelga, emisora radial de internet. Espero pasar los sainetes por televisión en algún momento. Yo quiero seguir presentando teatro puertorriqueño de contenido social y político. Quiero seguir escribiendo. Hay que acercarse a las personas y conocerlas. Hay que escuchar lo que tienen que decir. Cada persona es un mundo y tiene sus razones para pensar en la forma en que lo hace. Tengo mis ideas políticas, pero no descarto las de nadie”, concluye.

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