Por Joselo Arroyo
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular
El género de las telenovelas siempre ha tenido su buen público. Aunque resulten exageradas, melodramáticas o incluso sobre actuadas, es parte del folclor natural de un pueblo en sus pantallas televisivas. Lamentablemente en Puerto Rico actualmente este es un taller inexistente. Un 100% de las telenovelas transmitidas en el País son extranjeras, importándose ahora hasta de Turquía y Japón. Pero como dice el refrán: “La necesidad es la madre de la inventiva” y es así como nos encontramos con “El montón de Chago” del dramaturgo puertorriqueño Héctor Méndez. Un “montón” que ha provocado risas por años, desde su estreno en 2000, reposición en 2008, su salto en 2014 a la escena miamense bajo el titulo “Un muerto para tres viudas”, hasta su actual regreso al Centro de Bellas Artes de Santurce.

La obra nos presenta a un joven “urbano” que establece ante los presentes las interioridades de las telenovelas narrando su propio melodrama. Así nos trae al apartamento del recién fallecido magnate Santiago Pérez Becerril, mejor conocido por “Chago”. Un muerto con muchos secretos. De esta manera, “Perfecto”, el fiel mayordomo del difunto, recibe en la casa a tres viudas. “Lily”, “Luz” y “Lucía” desatan todo tipo de enredos, confusiones, peleas, dimes y diretes. Estas peculiares viudas están motivadas por el supuesto amor por el magnate, que termina desenmascarándose en interés, pues todas interesan el “montón” de dinero que por herencia está dejando Chago. Claro, al ser una telenovela narrada por un personaje, él mismo detiene la acción e incluso indica las pausas comerciales en vivo, uno de los aciertos mayores de esta jovial propuesta. Como propio de telenovela, el final es inesperado para su audiencia y, además, en este caso hilarante.
Esta “Primera Novela Teatral puertorriqueña” –como la describe el propio director- establece una crítica a las melodramas sin dejar de arrancar carcajadas y recordar con nostalgia los tiempos de gloria de este tipo de producción en nuestros canales televisivos. Una vez más la dirección de Gil René, juega de manera divertida tanto con los movimientos en el escenario como en el delinear – en conjunto con el elenco – cada personaje.
Ciertamente las actuaciones fueron el manjar más delicioso de la pasada tarde dominical en Bellas Artes. Un elenco experimentado esculpió sus personajes de manera cabal al montaje aportando: lo ambiguo y reservado de Gerardo Ortiz, la aparente tontería y picardía de Gisselle Ortiz, lo tosco y pueblerino de Sully Díaz, la borrachera y comicidad de Linnette Torres, el control y simpatía de Gabriel Leyva y lo camaleónico y comiquísimo de Wanda Sais- siendo esta quien logró uno de los mayores aplausos del público por sus intervenciones – redundando todos en una combinación afortunada para el disfrute de la audiencia.

En el aspecto técnico, la escenografía a cargo de Israel Franco, fue bien distribuida y le daba protagonismo a un retrato en pintura del difunto, al punto que lo elevaba casi a un personaje más, pues parecía testigo silente del enredo que había provocado. Enmarcada en negro, tanto en la parte superior como inferior, el público recibía la sensación de estar viendo un televisor de pantalla ancha (“wide screen”) muy oportuno para esta trama de enredos.
La iluminación diseñada por Quique Benet, pintó con colores brillantes el escenario así como jugó con los actores pícaramente al brindar los pedidos “spots” de luces para recibir énfasis en los momentos precisos. También estos diferenciaban eficazmente cuando la acción de la telenovela era detenida por el narrador o era tiempo de los divertidos comerciales en vivo.
Flor García en la utilería logró ambientar las necesidades de la obra y los personajes, tomando en cuenta que hasta las mismas cenizas de Chago estuvieron presentes en todo momento consiguiendo intervenciones comiquísimas. Noelia Montero en el vestuario y José Raúl en el maquillaje y peluquería transformaron acertadamente a los actores en los personajes utilizando los excesos de los estereotipos del melodrama. La regiduría precisa de Aníbal Rubio –productor de la pieza- integró la puesta sin perder el tiempo de comedia, también estableciendo alianzas con los personajes al suplir sus necesidades y caprichos en escena.
Anotados todos los aciertos, producciones Acrópolis se apunta otro éxito con esta propuesta bajo la dirección de Gil René. Y en este regreso escénico de “Chago” nos brinda un “montón” de razones para disfrutar de una muy buena comedia puertorriqueña.