Chenan Martínez, mago sonoro

Por Alina Marrero
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular

Hay tantas cosas sublimes en la vida que pasan a diario y las damos por sentado. Por ejemplo, nos damos cuenta del sonido cuando nos molesta o cuando nos encanta. ¿Y qué podemos decir de la supuesta música de fondo? A veces se trata de Mozart o de Bach y un excelente grupo de profesionales la ejecuta en una actividad. En la vida, el sonido que percibimos sucede con naturalidad. Y, en el teatro, la música de fondo y los acordes de tensión para apoyar escenas dramáticas son decididas por el director y por el diseñador de sonido o banda sonora. A veces, la música de una obra de teatro es comisionada a un compositor. En cualesquiera de los casos, todo está planificado con mucha anticipación; y, también, deben suceder con naturalidad.

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Chenan Martínez se destaca en la producción de bandas sonoras para la industria artística del País. (Foto suministrada)

Deseábamos indagar cómo era la dinámica de un diseñador de banda sonora y nos acercamos a Chenan Martínez, quien tiene a su cargo la construcción de la banda sonora de “Testigos de la luna azul”, de la productora y dramaturga puertorriqueña Adriana Pantoja.

Chenan nació el 9 de octubre de 1966, en Río Piedras. Estudió en la escuela Mercedes Morales -una de las primeras en brindar trato individualizado en la educación-; y completó su escuela superior en el Colegio San José de Río Piedras. De allí, pasó al Departamento de Música, de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Tiene más de 20 años de experiencia como compositor, arreglista y músico; y ha diseñado el sonido para más de 60 producciones teatrales.

Chenan Martínez (CM):
Mi verdadero nombre es José Hernán Martínez Mercado, pero todos me conocen como Chenan. Comparto este apodo con mi padre, aunque él lo usa con acento en la a, o sea Chenán. ¿De dónde salió el apodo? A los José les dicen Cheo. Se tomó el “che” de Cheo y el “nan” de Hernán y se formó Chenán. Yo decidí quitarle el acento en la a, para que no nos confundieran.

Alina Marrero (AM):
¿Hay músicos en tu familia?

CM: Sí. Mi padre tocaba piano y mi abuelo por parte paterna, Pepito Martínez, prominente atleta mayagüezano, tocaba violín. Mi abuelo materno, Maguí Mercado, fue muy activo en todos los aspectos. Trabajó en el gobierno, en una central de caña, a cargo de velar la presión de la máquina de hacer melao. Por otra parte, él estuvo muy ligado a la música; y tenía un programa radial en Fajardo, el cual era el equivalente al programa de televisión de Rafael Quiñones Vidal. Mi abuelo buscaba talentos nuevos y los presentaba en su programa por WMDD, en Fajardo. Además, formó la Rondalla Fajardeña: ése fue mi taller para apreciar la música puertorriqueña. Con mi abuelo aprendí a tocar guitarra y a desarrollar el oído. Luego, cuando ya estaba en escuela superior, busqué un profesor de guitarra clásica, Juan Sorroche. Cuando llegó el momento de ir a la universidad, tuve la oportunidad de escoger entre el Conservatorio de Música y la UPR. Sorroche me dijo que, si me interesaban las humanidades, fuera a la UPR, donde él daba clases. Le seguí el consejo; y me gradué en 1990, con una concentración en Guitarra Clásica y Composición.

AM: ¿Cómo y cuándo empezaste a hacer sonido para teatro?

CM: En 1989, un amigo mío, baterista, iba a hacer el sonido de la primera obra de Adriana Pantoja, “Arpegio mortal”. A mi amigo le surgió un “guiso” y me pidió que lo sustituyera en la obra. Yo no tenía conocimiento de bandas sonoras, pero acepté el reto. En cuestión de días, tuve que aprender todo lo que envolvía ser sonidista; y la producción estaba en los últimos días, próximos a la presentación. Adriana se molestó con mi amigo; pero ella, que es muy intuitiva, confió en mí. Y rompí frío; pero aprendí cuándo y dónde la música sustenta la escena. Después de esa experiencia, seguí trabajando en el Departamento de Drama, en carácter de sonidista. También, el Dr. José Luis Ramos Escobar me ofreció la oportunidad de componer la música de su obra “Valor y sacrificio”, una producción que hizo con sus estudiantes en el Departamento de Drama. Luego, para Teatro del 60, hice el sonido de una obra con el tema del SIDA, “Mete mano: es cuestión de bregar”. Con esa producción fuimos a todos los municipios del País en un espacio de tres años. Mi trabajo con Teatro del 60 fue muy significativo porque trabajé con Idalia Pérez Garay, a quien admiré desde que la vi en “Tiempo muerto”, de Manuel Méndez Ballester.

AM: Y nunca sospechaste que ibas a ser un profesional del sonido…

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En la actualidad Martínez trabaja en la banda sonora de la nueva obra “Testigos de la luna azul” de Adriana Pantoja. (Foto suministrada)

CM: Antes de ser sonidista, yo no estaba seguro de mi ruta. De hecho, pensé dedicarme a la animación y viajé a Disney para indagar sobre esta carrera. Aunque eso me apasiona, la música siempre ha sido primordial en mí. Pero tenía dudas: me preocupaba el sustento diario. Mi encuentro con Adriana Pantoja me encaminó hacia el teatro y he seguido trabajando en todas sus producciones. Hasta compuse la música para su pieza infantil “Misterio de la no lluvia”; y las bandas sonoras (“soundtracks”) completos para sus cortometrajes “La manzana”; y “Sin dejar rastro”, entre otras cosas.

AM: ¿Has hecho bandas sonoras para otros medios?

CM: Trabajé en el programa mañanero de la estación de radio 100.7 FM, “La X”. Compuse la apertura y música para distintos segmentos del programa. Además, yo imitaba a otros artistas y escribía parodias musicales. En esa emisora trabajaba en Tráfico, pero llegó el momento en que decidí que iba a hacer teatro todo el tiempo y dejé la estación.

AM: Has hecho bandas sonoras teatrales para muchos productores…

CM: Sí, he trabajado para Raymond Gerena, Blanca Lissette Cruz, Raúl Méndez, Gary Homs, Alexis Sebastián Méndez, Juan González-Bonilla, Josean Calderas, Gilberto Valenzuela, Emineh de Lourdes, Angela Meyer, Ballet de San Juan, El Mundo de los Muñecos y Ulises Rodríguez. Y todo se desarrolló después de aquel “accidente feliz”, cuando conocí a Adriana Pantoja.

AM: Con quien, en estos momentos, trabajas la obra “Testigos de la luna azul”. En esta ocasión, la letra y la música son originales de Adriana y tú estás haciendo los arreglos. ¿Cómo ha sido esa dinámica?

CM: Este trabajo es colaborativo, como todos los trabajos que he realizado con Adriana, sean teatrales o de cine. Ella apunta los momentos que desea y lo que quiere en cada uno y, desde ahí, parten mis sugerencias. “Testigos de la luna azul”, la cual transcurre desde la década de 1960 hasta el presente, tiene cinco canciones y bastantes “cues” de sonido. Adriana me entregó unas maquetas grabadas, con su propia voz, de su música original. A base de eso, yo estoy haciendo los arreglos para los que van a cantar, Ricardo Santana (al estilo filin) y Omarjhadir Flores (al estilo urbano). Se cuadran los tonos con ellos, les doy indicaciones y asesoría vocal, pero tendrán libertad de interpretación. Ellos van a cantar en vivo, encima de unas pistas, así que es un reto. Adriana es muy inteligente, muy creativa y muy abierta a mis propuestas. Entiendo que nuestras colaboraciones son bien efectivas; pero cuando ella quiere algo como lo tiene en la mente, así tiene que ser. Ella es muy de detalles. Por otra parte, me toca también todo lo que implica la banda sonora de la obra. En las producciones de Cuarzo Blanco, el sonido siempre tiene protagonismo. En ocasiones pasadas, he tenido sonido de principio a fin… un trabajo completo. Y me siento agradecido con Adriana porque, a través de su gestión, pude iniciarme como sonidista.

AM
: Adriana siempre integra a los intérpretes de señas para sordos en sus montajes. ¿Cómo funciona eso con tu trabajo?

CM: Muy bien, porque la música y los sonidos son descritos por los intérpretes de señas, sin problema alguno. Es muy sistémico.

AM
: ¿Eres perfeccionista?

El sonisidtsa pasa largas horas entre teclados, pantallas y computadoras creando alternativas sonoras para la producción nacional. (Foto suministrada)
El sonisidtsa pasa largas horas entre teclados, pantallas y computadoras creando alternativas sonoras para la producción nacional. (Foto suministrada)

CM: Siempre. En estos tiempos de alta tecnología, donde las personas bajan cosas de YouTube y existen programas de edición para cualquier computadora, a veces, el detalle de mi trabajo no se valora; digamos que no se entiende mi obsesión por el detalle. Yo puedo trabajar noches enteras en un solo detalle: ése es mi respeto para el público y la producción que esté trabajando al momento. Hay cosas que no se pueden explicar, pero se sienten. En el sonido, eso pasa mucho: un sonido bien llevado, bien trabajado, no se percibe, se siente.

AM: ¿Cuáles son tus proyecciones?

CM: Tengo una lista de cosas que siempre he querido hacer. Por ejemplo, una producción mía, un infantil, para el cual tengo varias ideas desarrolladas. También, desde hace par de años, tengo una obra escrita de dos personajes, una comedia para adultos. Por otra parte, tengo música de mi abuelo que quisiera dar a conocer. Y, además, quiero hacer un cortometraje; y un trabajo con Miguel Diffoot sobre unas canciones que él escribió, algo totalmente experimental. Vamos a trabajar en la primera canción, en un vídeo animado en el que él pondrá su voz. Siempre quise trabajar en animación y parece que, por fin, se me va a dar. Honestamente, cuando pienso que me quiero quitar, por la crisis económica en la cual vivimos, veo todas las cosas que quiero hacer y me digo que no me puedo quitar. Si algo he tenido claro, es que, aunque me tome tiempo, quiero y voy a alcanzar todos mis sueños.

El tiempo se acaba y el espacio no basta, pero se mantiene el recuerdo de una hermosa conversación. La música y la banda sonora de “Testigos de la luna azul”, la cual estrena el 22 de abril, en la sala Carlos Marichal del Centro de Bellas Artes, sin duda, serán inolvidables.

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