Por Jaime Torres Torres
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular
Visitó varios establecimientos en busca de una copa donde pudiera verter el contenido de una botellita de agua.
La consiguió y, la tarde del pasado domingo, la colocó sobre la mesa, a pocas pulgadas de un cuadro del Inquieto Anacobero Daniel Santos, personificación perfecta del bohemio empedernido.

Jacqueline Capó salió al escenario del café-teatro de la Fundación Nacional para la Cultura Popular a cantar “Déjame hablarte”.
Al saludar al público sucedió lo inesperado: la copa con agua cayó al suelo y se rompió.
La moraleja, según Jacqueline, es que había sido Daniel “porque no había ron”.
“Era una bohemia virgen. Como no había alcohol, se rompió la copa de agua”, dijo de inmediato entre carcajadas.
Sucede que, aunque por su estilo de vida ha modificado sus hábitos de consumo, hoy Jacqueline Capó no es una bohemia-bomehia.
“Sí lo fui. Pero he comprobado que ser bohemia-bohemia es un estado mental. En un momento de mi vida, claro me di mi palito y me gustaba el vino. Un día decidí hacer cambios en mi estilo de vida porque siempre estoy peleando con mi peso. Hice cambios en mi alimentación. Tenía dos niñas que eran adolescentes, que crié sola. Y cambié hace 14 ó 15 años, a pesar de que en este negocio se bebe mucho”.
La decisión fue de sumo provecho para su salud porque su calidad del sueño mejoró considerablemente y pudo controlar su peso al liberarse de las calorías huecas y los hidratos de carbono del vino.
“No es que me haya vuelto más moral que nadie. Es que llegó un día en que dije: ‘esto se acabó’. Me siguen gustando la música y las fiestas. Canto y me inspiro igual. Canto hasta mejor porque duermo mejor”.
Hoy Jacqueline Capó es una bohemia abstemia, no empedernida como el Inquieto Anacobero o Sylvia Rexach. “La bohemia es un estado mental. De verdad, sigo siendo una bohemia porque para mí eso es entregarte a la pasión del arte, de la música y la poesía. Es un estado mental. La bebida y el buen vino son parte, pero no los necesitas. Sorprende la cantidad de músicos bohemios que no beben”.

Esa anécdota Jacqueline la compartió con este medio al intercambiar impresiones sobre la jornada durante la cual lanzó su nuevo disco “Palabras y silencios”.
A la presentación asistieron Rafael Taboas, Carmín Vega, Jerry Rivas, Gilo Quiñones, Julio Enrique Court, el violinista Frankie Torres y Andy Montañez, entre otros artistas.
“Se pasó muy bien. A estas alturas, raras veces me pongo nerviosa y el domingo me puse nerviosa. Cuando me dijeron que Andy Montañez y Jerry Rivas se encontraban en la Fundación, me sentí emocionada. Tengo mucha confianza con Andy y su esposa, pues viajamos a cantar en un festival en Cuba; es decir que hay mucha amistad, pero fue la combinación de la emoción de personas que uno admira y respeta. Que sacaran su domingo libre para apoyar a uno, fue para mí muy grande. Se dio una dinámica muy linda en una actividad íntima sin muchas pretensiones porque nos quisimos enfocar en la música”, dijo Jacqueline.
Parte de los artistas cantaron, como Andy, quien interpretó “Guitarra mía”, acompañado por Rafael Taboas. “Andy y yo cantamos “Lágrimas negras” y ahí se formó el rumbón con Jerry y mi director musical Luis Correa. Me siento bien contenta”.
A la premiere de “Palabras y silencios” asistió doña Irma, la viuda del prolífico compositor Bobby Capó, su padre. “Una de las cosas más emotivas para mí fue la presencia de mi mamá. Ella tiene 86 años y su movilidad está un poco limitada. El Viejo San Juan no es el lugar más accesible para personas con movilidad delicada. Pero ella estaba desesperada por ir. Se hicieron los arreglos para que pudiera estar. Se lo gozó. Ella lloró, cantó y se apestilló con Andy, como todo el mundo, que se abraza a Andy. Estuvo una de mis niñas. Había personas que no conocía. Público que se enteró y quiso asistir”.
También asistió el escritor Víctor Federico Torres, autor de la biografía de Marta Romero y quien desarrolla una investigación sobre Bobby Capó. “Hubo personas que me escribieron excusándose porque estaban trabajando”.

El siguiente paso es promover el disco en Coamo, cuna de su padre Bobby, y en otros pueblos. “Tengo que salir de San Juan. Estoy pendiente a unas promociones en Florida, que no me han confirmado, aunque ya enviamos la producción al Museo del Disco en Miami. Y el compañero Tito Vicente tiene un programa de radio en Orlando y ya se hicieron entrevistas. Estamos pensando en abril estar en Florida, pero el próximo paso es movernos a Ponce y Coamo y promoverlo en la Isla”.
La promoción discurre, según Jacqueline Capó, a paso lento, pero consistente. “Se ha vendido muy bien y no me puedo quejar. Se está moviendo. Hasta ahora las puertas que he tocado, todos me han respondido. Al considerar que no pertenezco a una disquera, que esto es a pulmón, me siento complacida, aunque tengo mucho trabajo por hacer”.
Antes de concluir, Jacqueline Capó reiteró su agradecimiento a la Fundación Nacional para la Cultura Popular y su director ejecutivo, el periodista Javier Santiago.
“Donde quiera que me paro tengo que hablar de la labor de la Fundación porque es un espacio que apoya tanto al artista puertorriqueño. El domingo le hice un llamado a los presentes a que apoyen, cooperen y corran la voz de la Fundación porque es muy difícil ser un obrero de la cultura en nuestro país. En un momento como en el que estamos viviendo, todo lo que sean las bellas artes ayudará a mejorar la calidad de vida. Las instituciones culturales son las que menos apoyo reciben. Esa es una de mis causas”.