Por Gabriela Ortiz Díaz
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular
“Como todo arte, la poesía es un diálogo con el interior, el espíritu, el misterio y la sombra. Cuando uno se encuentra consigo mismo, uno se blinda para la vida. No es que dejas de sufrir, porque la vida misma es cal y arena, sino que logras una fortaleza interna que te sirve para luchar”.
Mírenlo ahí. Ha llegado con su ajuar siempre negro. Trae con él, una voz honda que va creciendo esplendorosamente en cada declamación, unos versos disparados en forma de brindis o entretejidos con un juego de palabras bien logrado, y su corazón, entregado a la magia de la poesía.

Desde los 18 años de edad, Eric Landrón empezó a escribir poesía como método de desahogo. Un primer año en la universidad, que fue caótico porque se enfrentó a nuevos planteamientos religiosos, coincidió con el divorcio de sus padres y la fuga del primer amor. Esas situaciones lo condujeron a intentar el suicidio.
Julia de Burgos, Luis Palés Matos, Juan Antonio Corretjer, Pablo Neruda, César Vallejo y León Felipe fueron sus aliados en el proceso de sanación personal. El profesor universitario que leyó sus poemas y le recomendó la lectura profunda de todos esos maestros del verso también contribuyó al rescate de la interioridad de Landrón.
“Me moriré en París con aguacero, / un día del cual tengo ya el recuerdo. / Me moriré en París -y no me corro- / tal vez un jueves, como es hoy, de otoño”. Esos fueron algunos de los versos de Vallejo que lo cautivaron. Durante esos años de pesar, Eric escribió poemas pesimistas que ya no guarda porque, como parte de su sanación, quemó frente al mar los papeles escritos.
En uno de sus intentos frustrados de sucumbir ante la muerte descubrió que era poeta y que “la poesía es sanadora porque con ella enfrentas tu dolor, tu cotidianidad y, al ponerla en el papel, te vas alejando del dolor. Es un proceso automático de sanación porque vas de la emoción al pensamiento, a la decisión”. A parte de “exorcizar el sufrimiento”, es poeta para expresar algo: “todo ser humano necesita la comunicación con otro. Ese es el trabajo de los artistas”.
Según Landrón, su propósito como poeta es servirles a los demás. Atravesar por vivencias distintas, pasar momentos de tristeza y de soledad profunda, además, cultivar el alma, son alguno de los preparativos necesarios para lograr posicionarse en la piel de otros. “Trabajamos desde la soledad de la marginalidad, pero nuestra función es estar con el mundo, con la gente. El artista es un ser marginado que lucha toda la vida por integrarse al mundo. Es una paradoja esa doble función de la vida del poeta”, aseguró el apodado ‘juglar del pueblo’.
Eric ante la fusión artística
El veterano poeta creció con la combinación de poesía y música. Según recordó, en las fiestas familiares siempre se avecinaban una guitarra, un declamador, unos cuantos versos y alguna poesía tornada canción. De hecho, el juego de las palabras que caracteriza la poesía de Landrón lo heredó de su padre, quien era un grandioso hacedor de columnas periodísticas. En sus tiempos universitarios, el padre se destacaba por ser el redactor de la columna humorística “Lalo en Broadway”, con la cual narraba cómo era el día a día en la universidad. Nemesio Canales, Edwin Reyes y Gabriel García Márquez también influenciaron la técnica del palabreo poético que distingue los versos de Eric.
Pero la primera experiencia como organizador de un evento que integraba la música y la poesía la tuvo cuando tomaba cursos graduados en la Escuela de Comunicación de la UPR de Río Piedras. Era la época de los ‘80 y su concepto “Noche bajo la carpa” reunió a célebres declamadores, músicos y actores puertorriqueños. Eric Landrón no sabía que esa constituiría la primera de muchas actividades en las que él participaría como poeta.

Décadas más tarde, específicamente en 2003, realizó un espectáculo junto al cantautor Tito Auger y, en esa ocasión, el amasijo de música y poesía fue el protagonista. Teniendo en cuenta que “la poesía tiene mucha musicalidad” y que “el arte es fusión”, Eric Landrón se ha definido como poeta juglar, ese que va repartiendo magia por cada velada a la que lo invitan. “En ese sentido, he sido bastante efectivo porque a la gente le gusta como recito. Ahí doy el corazón”, expresó. Como juglar, ha compartido tarima con Chabela Rodríguez, Mikie Rivera, Danny Rivera, Andy Montañez, Alí Tapia, el grupo Tepeu, entre otros exponentes de la escena musical puertorriqueña. La fenecida cantautora Ivania Zayas fue una de sus aliadas predilectas en estos montajes de música y poesía. Junto a ella, conceptualizó “Poetas en siglo equivocado”, espectáculo con el que visitaron distintos rincones del País.
Otro proyecto de fusión fue el poemario “Chávez de amor y de lluvia”, publicado en 2014 por Editorial Makarios (presidida por Danny Rivera). El libro, inspirado en el momento en el que el comandante Hugo Chávez anunció que tenía cáncer y en cómo el recordado presidente planteó su filosofía acerca de la muerte, reúne poemas de la autoría de Landrón y tres canciones compuestas por Danny e incluidas en un CD junto al libro.
Por otra parte, en 1989 se publicaron los fotopoemas acerca del Huracán Hugo. En ese género poético se funden la voz lírica y la imagen. Luego, Landrón ha continuado con esa confección artesanal porque “cada día el ser humano es más visual”. Con la llegada de la televisión y ahora con Internet, la imagen es importante para complementar un texto, aseguró el poeta.
Finalmente, “No me rendiré boricua”, uno de sus poemas más reconocidos, fue musicalizado por Tato Santiago y el resultado será difundido en grande durante este año como parte de una campaña, según adelantó el declamador.
Un custodio del sentimiento
El mundo tecnológico es un tema de interés para este juglar, al igual que la lucha ambientalista, “que es la lucha de todas las luchas”. Sobre estos temas comentó que, según el neurólogo Rodolfo Llinás, el tipo de ser humano que se está desarrollando gracias a la invención tecnológica está eliminado su instinto de sobrevivencia y más aún, eliminando su capacidad de sentir, de purificarse el alma. Para revertir o mitigar esa realidad que está sucediendo vertiginosamente, están los poetas juglares: “nosotros somos los custodios del sentimiento y de la esperanza. Para eso tenemos que conocer profundamente qué somos”.

Eric Landrón añadió que “Eventualmente, tiene que haber una unión entre artistas, filósofos y científicos. La consigna debe ser hacer de los poetas un científico y de los científicos un poeta porque ellos nos dan el esquema intelectual y nosotros les damos sensibilidad. Eso será importante para el futuro de la humanidad”. En la actualidad, los artistas tienen la difícil tarea de luchar contra la rapidez de la evolución tecnológica tratando de salvaguardar los sentimientos de los seres humanos.
El poeta que nos concierne da esa lucha y, además, la de ofrecer el ejemplo de la bondad “porque es una necesidad biológica y porque, si los seres humanos no nos hacemos mejores seres humanos, nos vamos a destruir nosotros mismos. La bondad es una decisión cotidiana de vivir, es como una disciplina, es dar lo mejor de ti y ponerte en el pellejo de otro ser humano, tener la capacidad de entender que tu piel no es tu piel, sino la de todos”.
“El poeta nace y se hace porque tan importante es tener la vocación como la disciplina. Yo escribo para mejorar la especie humana, por eso no me interesa la fama ni los best-seller”. Por lo pronto, Eric redacta su primera novela y continúa sirviendo a la sociedad a través de su vocación y oficio de poeta juglar.