Por Alina Marrero
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular
Emitir una opinión sobre cualquier espectáculo que se llame “Mary Poppins” produce sentimientos encontrados, sobre todo, para quienes éramos niños en 1964, cuando la película estrenó con Julie Andrews (Mary Poppins) y Dick Van Dyke (Bert) como protagonistas. Invertimos tiempo en devoción para aprender a decir la palabra supercalifragilisticexpialidocious, rapidito y sin tropiezos. A pesar de que “Mary Poppins”, primera novela de Pamela Lyndon Travis (1899-1996) sobre la singular niñera, vio la luz en 1933 (Le siguieron una serie de cinco secuelas, la última en 1988), y que después del estreno de la película “Saving Mr. Banks” en 2013, el mundo se enteró, con licencia poética, de las distancias entre el libro de Travis y la película de Disney, Poppins tiene para nosotros la cara, el porte, la voz y los gestos de Andrews, y Bert tiene el carisma y fascinación de Van Dyke. De modo que, cualquier montaje que se haga en teatro (que no se les ocurra hacer otra película), debe tener las mismas dificultades para todos aquellos comprometidos con la producción. Nada fácil. Sin embargo, el musical “Mary Poppins” con libreto de Julian Fellowes, música y letras de Robert B. Sherman y Richard M. Sherman, y canciones adicionales de George Stiles y Anthony Drewe, que estrenó en Londres en 2004, se llevó a Broadway en 2006 y después, al mundo, el cual es una combinación de la película y los libros de Travis, ha tenido mucho éxito, aceptación y premios. El estreno mundial en idioma español tuvo lugar el 14 de noviembre de 2012 en el Centro Cultural de México. El montaje mexicano fue una réplica exacta del montaje original.
La puesta en escena en Puerto Rico del musical “Mary Poppins”, que estrenó el pasado viernes 8 de enero en la sala Antonio Paoli del Centro de Bellas Artes de Santurce, dirigida por Gil René y producida por PSB (Parroquia Santa Bernardita) Productions, encabezada por el sacerdote católico Wilfredo Peña Moredo, tuvo una traducción al español de Bernardette López y fue fiel al libreto original del musical, pero no fue una copia exacta del montaje original. Constituyeron el reparto un total de 89 actores, bailarines y cantantes.
En el pasado, hemos destacado las aportaciones al teatro que ha hecho el padre Willie, como es conocido por todos, y su labor social con la comunidad. Sus producciones (“Man of La Mancha”, “Fidler on the Roof”, “The Sound of Music”, “My Fair Lady”, “Annie” y “Los Miserables”, entre otros), que combinan profesionales y aficionados, tienen el sello del orgullo en el mejor sentido de la palabra. PSB Productions nunca ha escatimado en sus presentaciones y el público puertorriqueño espera sus espectáculos. Lo recaudado en la taquilla siempre es para fines benéficos. “Mary Poppins” beneficiará a la Casa Raquel, el primer Centro Pro-Vida en Puerto Rico y el Proyecto de ayuda para un internado de niñas africanas, en Kalalé, República de Benín, que tiene el Colegio Mater Salvatoris.
Por falta de tiempos y espacios no podemos hacer mención detallada de cada comentario que desearíamos hacer, ni un recuento de las diferencias entre la película de 1964 y este musical. A vuelo de pájaro podemos mencionar que, en el musical, la Sra. Banks no es sufragista sino actriz, se justifica el carácter frío del Sr. Banks con una niñez dirigida por una rígida niñera que vuelve a aparecer en la obra, los niños son más malcriados, se han eliminado y añadido canciones y escenas, y al final no se canta “Let’s Go Fly a Kite”. Durante los aplausos se hace una breve repetición de “A Spoonful of Sugar” y “A Shooting Star”.

Entre los aciertos de la producción puertorriqueña están el diseño de la escenografía (José Manuel Díaz Soto), la construcción de la misma (Juan Carlos Rivera), las luces (Toni Fernández), el maquillaje (Angel Virella), algunos efectos especiales, la utilería (Miguel Rosa), los micrófonos (Michelle Meléndez), la coreografía (Raúl de la Paz, Karen Camacho), los bailarines, la orquesta dirigida por Jan Louis Rivera y los cantantes bajo la dirección coral y vocal de Ana L. Rosario. Los complicados cambios de escenografía, que eran muchos, estuvieron coordinados con creatividad y excelencia. La gaza del principio parecía un dibujo de época (bellísimo) y eso nos cautivó. También nos cautivaron los colores de las luces y el vestuario. ¡Bellísimo! Pero algunos diseños de vestuario nos confundieron en cuanto a la época. Mary Poppins trascurre en la era eduardiana en Inglaterra, el reinado de Eduardo VII, desde 1901 a 1910 (algunos historiadores la extienden hasta el hundimiento de Titanic y el principio de la Primera Guerra Mundial). La tendencia es más libre y cerca de la figura, sin artificios como el miriñaque o el polizón. Se trata de la ‘Belle Epoque’ y el rey Eduardo era más flexible que su madre la reina Victoria. Esto se vio en algunos personajes femeninos, pero en otros no. Del vestuario de la Sra. Banks, solo uno, el verde del final, estaba dentro del estilo, los otros recordaban, más bien, la tercera década del siglo 19. Por otro lado, los ruedos del vestuario de Mary Poppins eran más cortos de lo debido. Aunque el programa de mano indica una serie de diseñadores de alta costura que colaboraron con la producción, no especifica cuáles son los diseños de cada cual.
La dirección escénica fue también uno de los aciertos. El musical comenzó con un ritmo muy ágil, la composición destacó la estética y el tráfico escénico fue preciso. Desde el principio se dejó ver la línea del concepto del montaje que se mantuvo hasta el final. Los actores eran buenos cantantes y podían bailar. No obstante, algunas de las escenas perdieron su ritmo, posiblemente por falta de profundidad en algunas actuaciones. Aunque los efectos especiales que se lograron en casi todas las escenas que lo requerían fueron excelentes, la escena de la cocina y la escena en la cual la chimenea lleva a los niños al techo carecieron de efectos.
Como Mary Poppins, Indira Maneiro, poseedora de una voz de amplio registro muy bien afinada, atinó con todas las canciones. Aunque no sobresalió en los bailes, se movió bien como bailarina y dijo sus líneas con credibilidad. Podría, tal vez, trabajar con la presencia imponente, la difícil arrogancia simpática de este personaje, lo cual comienza con el trabajo interior en la actuación y se reafirma con la experiencia en las reacciones y en la comprensión exacta del diálogo. Como Bert, William Laguna demostró dominio del canto, del baile y de la actuación. Los niños, Patricia Suárez como Jane Banks y Emmanuel Rodríguez como Michael Banks, lucieron ágiles y simpáticos. No hubo actuaciones fuera de lugar. Los actores se desempeñaron con soltura y sobresalieron en proporción a sus respectivos talentos.
Las tres escenas inolvidables de este montaje, a nuestro parecer, fueron, Supercalifragilisticexpialidocious con los efectos de letras en colores vivos, la tienda de la Sra. Correy donde se compra “una onza de conversación”, y los bailarines deshollinadores en los techos (“Step In Time”) de las casas donde uno de ellos caminó por una pared a lo Hombre Araña. La transición de ese techo a la casa Banks fue muy efectiva. Por supuesto, el encanto de Mary Poppins volando por encima del público hacia su próximo destino impartió la magia que logra hacer olvidar la duración de la obra (hora y cuarenta minutos el primer acto más cuarenta y cinco minutos el segundo acto) y los mínimos detalles que pueden mejorar.
“Mary Poppins”, coproducido por el licenciado Jorge Fernández, fue un buen espectáculo, muy digno, que brilló por su intención y puso de pie a la casa llena en el estreno del 8 de enero en el Centro de Bellas Artes de Santurce. Tras ésta, la próxima puesta en escena de PSB Production, será “Miércoles de ceniza” de Luis E. Bazurto, dirigido por Myrna Casas y subirá a escena el 18 de marzo en el teatro Francisco Arriví de Santurce. Agradecemos las ambiciosas gestiones de este grupo a favor de la cultura puertorriqueña y esperamos que no se detenga.