Por Jaime Torres Torres
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular
La audición del proyecto literario musical “La rosa va caminando”, basado en los poemas de infancia de Elsa Tió, con ilustraciones de Sofía Sáez Matos y musicalizados por Gil Raldiris Aguayo, confirma que el bienestar de un País depende del rol que ocupe su niñez en su agenda de desarrollo integral.
Niños educados, expuestos desde sus primeros años de vida al arte, serán lo suficientemente sensibles en su adultez para identificar las áreas en que pueden aportar a la sociedad.

El arte, entiéndase la música, la plástica y la literatura, entre otras expresiones, emancipa el espíritu, despierta el intelecto y alerta la conciencia.
Ante la descarga de tanta estridencia y distracción, además del contra-arte del ruido y la superficialidad de mucha de la música contemporánea que desborda globalmente los medios convencionales y digitales, el esfuerzo por producir un disco en comunión con los postulados de excelencia y sensibilidad aludidos merece la consideración de todo habitante de Puerto Rico esperanzado en un futuro mejor.
Esos atributos distinguen la producción “La rosa va caminando” que, tras un año de su lanzamiento y luego de ser seleccionada por la Fundación Nacional para la Cultura Popular entre los mejores 20 álbumes de 2014, dicta pautas por su excelencia.
Es un disco que viene complementado con un libro, que se vende por separado, y que resulta ideal compartir con nuestros pequeñines en la hora de recreo en la escuela, en la clase bíblica dominical, con los niños del vecindario o con nuestros hijos y nietos en el seno de la familia puertorriqueña.
Somos lo que ingerimos, en todos los sentidos. Si escuchamos ruido o sonidos violentos, así de alguna manera lo proyectaremos en el comportamiento y actitudes.
“La rosa va caminando” es un recurso valioso para contrarrestar tanta pobreza de contenido y exponer los sentidos de nuestros niños –y los de los adultos también- a un contenido más selecto.
El cd “La rosa va caminando” estuvo agotado, por lo que hace unos días llegó a mis manos un ejemplar de la producción. La miré, la abrí y de inmediato leí el mensaje de la poeta Elsa Tió publicado en el cancionero.
“La música y la poesía se juntan, bailan, juegan en un dúo de belleza y emoción en esta colección en donde las niñas y los niños del Conjunto Omega de la Escuela Coral del Orfeón San Juan Bautista nos deslumbran con sus voces”.
Aunque conceptualizado por adultos como Gil Raldiris Aguayo, Caridad Sorondo y la propia Elsa Tió, la sublime, divertida y variada interpretación musical de “La rosa va caminando” la asumen niñas y niños para la gente menuda no solo de Puerto Rico, sino de la pluralidad de los países de habla hispana.
La secuencia de 12 poemas musicalizados por Gil la encabeza precisamente “La rosa va caminando”, versos que –como el resto de la colección- la autora escribió durante su infancia, entre los 5 y 10 años, y cuyo arreglo Víctor Echevarría y Gil enmarcan en una ronda criolla. Es una letra sencilla, que interpreta la solista Zara B. Rivera, con el acompañamiento de la coral de niños.
La rosa va caminando
como un sol de plata.
La rosa va caminando
como si fuera una mariposa.
La rosa va caminando
como un ángel de plata
con una flor en su mano.
El doctor Daniel Alejandro Tapia, uno de los directores de la Coral Orfeón Bautista, reviste de la ternura de una nana coral los versos de “El ángel blanco de la mañana”.
El ángel blanco de la mañana
nació en el silencio
de las amapolas.
El ángel lila del mediodía
llegó en espinas
de trinitarias.
El arreglista José M. Lugo, uno de los reconocidos músicos que aportaron su ingenio a este proyecto, adapta al merengue el texto de “Florecen los árboles” mientras Guarionex Morales y Luis Ángel Navarro imparten aliento en el pentagrama a “Pinocho” y “El arcoíris” con arreglos de la canción infantil y el calipso con soca, respectivamente, destacándose como solista en la segunda María Paloma Cruz Pérez.
Esta solista, que desde pequeña estudia música y es fruto de la Escuela de Bellas Artes de Carolina, entrega otra enternecedora interpretación en el poema hecho canción lamento “El cielo está llorando”, arreglado por Guarionex Morales.
El cielo está llorando.
¡Qué pena me da!
El cielo está solo…
Yo no lo puedo abandonar
porque si lo abandono
con el corazón se muere.
La cadencia del samba del Brasil cae como anillo al dedo al acompañamiento coral del texto de “A Piri se le olvidó mi camino”, cuya solista es Keishla M. Díaz.
Una de las sorpresas más agradables de esta magistral producción es la danza “Agua azul, amarilla, blanca”, arreglada por Juan Carlos Vega y en la que María Paloma se anota otra emotiva vocalización.
Agua azul, amarilla, blanca,
rosada y verde.
Y negra el agua de la noche.
El agua lila es del atardecer.
El agua azul es del fondo del mar.
¡La lluvia vuela
sobre las alas de las mariposas!
Otra danza, “Mater”, eleva la producción a un nivel de sublimidad sin precedentes en producciones recientes para niños, en un homenaje muy expresivo a la figura maternal.
Máter
Tú en mi pensamiento
como estrella luminosa.
Tú en mi noche
tú en mi día
y en mis labios cuando rezo.
Tú siempre en mi sentimiento
como rosa silenciosa.
Rucco Gandía y Ricardo Pons, otros dos experimentados arreglistas puertorriqueños, nutrieron las estrofas de “El mar está hecho de pájaros” y “Te mando un beso” con las rítmicas de la bomba cuembé y la plena, respectivamente.
Además de las metáforas de la rosa, el ángel blanco, los arboles que florecen, el arcoíris, el cielo, el agua y el mar, ingeniosamente musicalizadas por Gil Raldiris Aguayo, es menester reconocer la aportación de una vasta representación de músicos del virtuosismo de Pedro Guzmán, Tito Matos, Luis Enrique Juliá, Jan Duclerc y otros que aportaron a que “La rosa va caminando” ya brille como un clásico de la música infantil producida en el Siglo XXI, en y desde Puerto Rico, para el mundo.
“La rosa va caminando”, a su alcance en la tiendita de la Fundación Nacional para la Cultura Popular, evoca imágenes ecológicas, de amistad, amor y de una vida que no es estampa del pasado, sino que se revela en la cotidianidad, presta a ser descubierta y contemplada desde el crisol de la inocencia e ingenuidad.
Es una invitación honesta a recuperar la libertad de la infancia y a mirar la vida con los ojos de un niño.