‘Red’: excelencia a los 50

Gabriel Leyva y Junior Álvarez protagonizaron la obra “Red” presentada en el 50 aniversario de la compañía La Comedia Puertorriqueña de Sandra Rivera. (Foto suministrada)

Por Eduardo Bobrén Bisbal
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular

La Comedia Puertorriqueña, entidad cultural para el quehacer teatral puertorriqueño, completa medio siglo de presentaciones teatrales en las cuales deja de manifiesto propósito, compromiso y acción liderada por la Primera Actriz del Teatro Nacional, Sandra Rivera. Son 50 años, celebración de oro, de eventos teatrales con un indefinido número de representaciones. En La Comedia Puertorriqueña podemos encontrar el elocuente inventario de actrices, actores y diseñadores que la Compañía acogió para darle vida a los personajes y a la plástica de sus producciones. A la señora Rivera, de manera personal, la recordamos en tantos roles de importancia para nuestra historia teatral. La iluminamos como “Medea”, en la fiereza de este personaje; y en la ternura y sufrimiento del personaje María, en “El Cochecito”. Junto a su quehacer histriónico, Sandra Rivera supo impulsar el desarrollo de nuestro teatro en su labor de productora teatral.

Hoy el aplauso se celebra con la puesta en escena de la obra “Red”, bajo los auspicios del 51 Festival de Teatro Internacional del Instituto de Cultura Puertorriqueña; esta vez, de la mano de sus hijos Sandra Teres, Gilberto y Edmundo, quienes hace algunos años, se insertaron en la labores de La Comedia Puertorriqueña. Son tres jóvenes profesionales de las artes que ya poseen una excelente trayectoria en el teatro y el cine puertorriqueño.

“Red” es una obra de John Logan, dramaturgo estadounidense, premiado en 2010 con un Premio Tony por este trabajo de dramaturgia. La obra presenta los conflictos de vida del pintor ruso Mark Rothko, pintor abstracto de ideas expresionistas, cuyas experiencias subsiguientes le hacen girar hacia el surrealismo. En su labor se destaca la pintura mural y, en el desarrollo de la trama, lo encontramos en el momento de pintar un mural para el restaurante Four Seasons, en Nueva York.

Coincide con el trabajo del mural la llegada a su estudio de un ayudante, un joven pintor sobre el cual el artista experimentado ejerce presiones sobre la experiencia en desarrollo del novato. El acoso no desanima al pintor novel, quien ansía aprender de la mano de un maestro, pero que no desea ser vapuleado por el carácter hostil del pintor consagrado.

Este estado de situación es modo maravilloso para el quehacer histriónico de dos figuras de nuestro ambiente: un pintor viejo, maniático, con miedos y temores a pesar de todo su historial artístico; y un joven que nos demuestra, desde el primer instante, su tesón por iniciar y proceder a una carrera de éxitos como pintor. Estos personajes están interpretados por Junior Álvarez, actor de demostrada experiencia; y Gabriel Leyva, quien ya va rápido por la ruta de la excelencia actoral. Las fuerzas de las discrepancias del carácter de ambos personajes nos hacen subir en espiral. Son muchas las situaciones que, en momentos, nos llevan al borde de la butaca. Son algunos los momentos del asomo de la ternura que nos hacen balance.

Junior Álvarez nos muestra el poder de todo su potencial actoral y nos hace enojar, comprender, entender, perdonar y, sin obligarnos, abrirnos a emoción para un abrazo afectuoso y tierno al final de la obra. Por su parte, Gabriel Leyva otra vez nos sorprende en sus capacidades. Trabaja a su personaje con gran asertividad de carácter y de emoción. Su voz suave era el contraste deseable ante lo estentóreo de la voz del pintor.

La Comedia Puertorriqueña invita para esta producción a un triunvirato de gran talento y experiencia demostrada en nuestro teatro nacional. Dean Zayas, el director de escena, devela su maestría al conceptualizar momentos escénicos relevantes y un tránsito escénico efectivo, que provoca que no nos percatemos de que el escenario se estaba utilizando en toda su extensión. En esa amplitud, Jose Manuel Díaz, el escenógrafo, nos llevó al estudio del pintor: lugar de altas paredes y áreas de trabajo definidas para el juego escénico. La pared de trabajo le brinda una dimensión escenográfica a replicar en otros diseños escenográficos en la Sala Marichal.

A lo que pudiera considerarse un espacio frío, seco, definida su altura por luces gigantes en el techo, la iluminación teatral del diseñador Enrique Benet se encarga de transformarlo en un recinto a veces atrevido en resplandor, otras hermosas, otras sublimes. Tiene mucho qué decir el personaje de la luz en esta producción teatral. Por su parte, Gregorio Barreto incorpora otro acierto a su labor en la elaboración de una utilería que valida el lugar de la acción, efectivamente.

Cincuenta años de buen teatro. Cincuenta años más, ahora de la mano de Sandra Teres, Gilberto y Edmundo, para garantizar una excelencia teatral en Puerto Rico.

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