Por Alina Marrero
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular
Al parecer, Jordi Galceran se está convirtiendo en un dramaturgo dilecto de los teatreros puertorriqueños. Hace menos de un mes vimos una obra suya en el Centro de Bellas Artes (“Palabras encadenadas”), y el pasado domingo 11 de octubre, en el teatro Victoria Espinosa de Santurce, vimos “El método Grönholm”, pieza que hizo famoso a este autor contemporáneo catalán.
Esta obra de un acto estrenó en 2003, en Cataluña, y en Madrid en 2004. Ese mismo año ganó el XXI Premio

Ercilla de Teatro a la mejor creación dramática. En 2005 ganó el VIII Premio Max al mejor autor teatral en catalán, y, también en 2005, ganó el XXXIV Premio Mayte al hecho teatral más destacado. Después, se ha estrenado en muchos países del mundo, en distintos idiomas.
“El método Grönholm” ya había tenido su estreno en Puerto Rico en 2011, producido por Tantai Inc. En aquella ocasión vimos un montaje en teatro de proscenio y la puesta en escena todavía es recordada. En esta ocasión, el montaje de Histeria colectiva, Inc., fue en teatro arena a tres lados, con una versión para Puerto Rico del director (Joshua Rivera Avilés) y una ambientación interactiva en el vestíbulo del teatro. Fuimos recibidos por unos embajadores de la producción que jugaban a ser embajadores de la empresa Dekia, una empresa de “muy reconocido prestigio mundial, dedicada a seleccionar los futuros empleados gerenciales”. Nos guiaron a través de una exhibición sobre la historia de Dekia, en 1930, hasta llegar a Grönholm, en 2003. Conforme se desprendía de la exhibición, el método Grönholm llegó a Puerto Rico en 2011. Después, nos mostraron un vídeo donde nos explicaban a nosotros, “sicólogos observadores”, las instrucciones a seguir. Debíamos guardar silencio, y apagar por completo los teléfonos celulares.
El asunto de la obra es contratar a una persona, seleccionada entre unas cuantas, para una posición ejecutiva. Lo novedoso, en su momento, de la obra, son las pruebas, nada convencionales, a las cuales esa persona es sometida. La acción ocurre en una oficina, donde van apareciendo cuatro personas que han sido seleccionadas para la entrevista. El tiempo pasa, los candidatos se encuentran solos y se dan cuenta que están asilados del exterior. Los cuatro suponen alguien los observa desde afuera y que eso es parte de la prueba. De repente, una voz les indica que entre ellos hay un representante de la empresa y tienen 15 minutos para descubrir quién es. A partir de ese momento cada aspirante revela sus capacidades. Quien decida irse, queda descartado. Todas las pruebas son inusuales y colocan a las personas en posiciones poco dignas que nos hacen reír, y pensar después. A través de las mismas conocemos intimidades de los personajes y comportamientos que se ven forzados a explicar. Todo queda “expuesto encima de la mesa”, humanidad, insensibilidad, intolerancia, solidaridad, crueldad. El final, donde se descubre quién en verdad es representante de la empresa, es poco predecible y pesimista. No obstante, hubo otro final el domingo que fue muy optimista. Histeria colectiva, Inc., grupo de producción que se inició con esta puesta en escena, pasó la prueba de su primera vez en un escenario profesional en Puerto Rico.
Histeria colectiva, Inc., conforme lo han dicho sus cinco integrantes, Joshua Rivera Avilés, Luis Ra Rivera,

Gabriela Saker, Sebastián Borges y Daniel Alicea, es un grupo comprometido “con la producción de propuestas teatrales de calidad con las cuales el público pueda identificarse, y a la vez, con la meta de contribuir al desarrollo de una industria teatral sólida y estable, a la vez que brindan oportunidades de trabajo al talento local joven”. Surgen en medio de la crisis económica, desarrollando una producción que no es sencilla porque “son jóvenes que quieren luchar en contra de la corriente, crear sus propios empleos y prefieren pensar que hay prosperidad donde otros ven fracaso”.
En esta primera vez, cumplieron con lo dicho. Cuando entramos en la sala del teatro Victoria Espinosa, vimos una escenografía (Karla Santiago) muy profesional, novedosa (toda en blanco), estética, minimalista y funcional. La escenografía tenía trucos con efectos de luces que aparecían conforme, y a favor, de la acción. Fuimos descubriendo el talento de los jóvenes actores en la medida que iban presentándose, muy bien, y novedosamente, iluminados por Jensessa Pereira.
Los cuatro personajes de esta obra son muy atractivos, ninguno es simpático, y los actores estaban bien seleccionados. Los cuatro demostraron dominio en las aguas en este texto: drama y la comedia. Daniel Alicea (Fernando) interpretó a un hombre que se dio a conocer como indiferente y cruel, con soltura y seguridad. Aunque Alicea tuvo el control de su personaje, y sus reacciones fueron certeras, debe trabajar con su dicción, ya que no entendimos muchos de sus parlamentos. Gabriela Saker (Mercedes) fue muy certera en el uso de la voz y el cuerpo y Sebastián Borges (Carlos) lució muy cómodo y convincente. Del cuarteto de actores, sobresalió, Luis Ra Rivera (Enrique), en la interpretación del “imprudente del grupo, ese del cual se sospecha desde el principio”. Rivera se impuso con su presencia y voz. Lo que más nos impactó fue con la velocidad que habló (algo que requería su personaje) y no le perdimos nada.
El vestuario (Desiré Cruz Fidalgo) funcionó en cuanto a caracterización y estado de ánimo particular. Cruz Fidalgo combinó los marrones, el crema y el negro, repartidos entre los personajes. Tal vez debería revisar y considerar el color claro de la chaqueta de Sebastián Borges, ya que brillaba, distraía y lo hacía sobresalir de los demás.
El trabajo del director (Joshua Rivera Avilés) se concentró en la caracterización de personajes con los actores,

y su concepto de montaje fue muy atractivo. Debería, tal vez, revisar su tráfico escénico, ya que pareció estar enfocado en una dirección de teatro arena a dos lados. Los que nos sentamos de frente a la escenografía perdimos reacciones y momentos, porque los actores se paraban uno delante del otro y se tapaban por demasiado tiempo para ser casualidad.
Nos complace que un grupo de talentosos jóvenes en Puerto Rico rete el momento y proponga calidad en la cantidad. La pasión con disciplina solo puede tener éxito. Esperamos ver de Histeria colectiva, Inc., muchas puestas en escena en el futuro.