Por Alina Marrero
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular
En los últimos meses han surgido nuevos grupos y productores de teatro con el factor común de la juventud. De esta manera, hemos visto obras, ya sea de la autoría de los jóvenes involucrados en cada producción o de autores internacionales reconocidos. Entre esos juntes hay muchos egresados del Conservatorio de Arte Dramático del Ateneo Puertorriqueño, la Academia de Daniela Droz y, útlimamente, la Universidad de Puerto Rico. De estos últimos, hemos visto en un mes tres puestas en escena: “El método Grönholm” de Jordi Galceran, “Tú apuntas, yo disparo” de Ian Daryk Ramos y “Santa Bárbara es una femme fatale” de Camila y Mariana Monclova. Las últimas dos producciones que mencionamos tienen algo en común: han sido desarrolladas por hijos de reconocidos actores puertorriqueños. Ahora, nos dedicaremos a “Santa Bárbara es una femme fatale”, producción que fuimos a ver el pasado domingo 18 de octubre en la Sala Beckett de Río Piedras.

“Santa Bárbara es una femme fatale”, se presentó como parte del Primer Festival de Teatro Universitario que produce muy acertadamente Gary Homs, en la Beckett. Nos solidarizamos con este necesario esfuerzo. Este festival, cuya convocatoria fue abierta para jóvenes estudiantes de distintas universidades y escuelas de actuación, y que pretende dar a conocer los actores emergentes en Puerto Rico, estrenó el 27 de septiembre con la obra “Cotidianidades” (distintos monólogos y cuentos que reflejan el Puerto Rico de hoy). “Santa Bárbara es una femme fatale” estrenó el 4 de octubre. Conforme anunciaron, la obra volvió a subir a escena el domingo 18 de octubre, con dos funciones, a petición popular.
Se trata de una comedia corta escrita por Mariana y por Camila, hijas de Eugenio y René Monclova, respectivamente. A su vez, Eugenio y René son hijos de los fenecidos primerísimos y excelentes actores puertorriqueños, Felix Monclova y Myrna Vázquez. A juzgar por la tercera generación, la familia Monclova tiene tradición de buenos actores. En el caso de la obra a la cual nos referimos, las actrices Monclova, Mariana y Karla, también son autoras.
La comedia es deliciosa, muy clara y vigente en su asunto contemporáneo, y con un diálogo bien desarrollado. Trata sobre un momento en las vidas de Karla (Mariana Monclova) y Cristina (Camila Monclova). Ambos personajes son jóvenes, diferentes, y son muy amigas. Las dos están pasando por un momento amargo con quienes fueron, o son, sus parejas sentimentales. Mientras Cristina, amante de un hombre casado que la usa para sus fines egoístas, intenta mantenerse animada, Karla, que acaba de romper relaciones con un conocido locutor, se tira al desperdicio con una depresión crónica que parece disfrutar. Karla lleva días sin bañarse y el apartamento está tan desordenado que el público controla los deseos de irlo a recoger. Cristina intenta sacar a Karla del apartamento para llevarla a una fiesta de disfraces, pero una lluvia torrencial hace que su automóvil flote por toda la avenida, lo que desemboca en pérdida total del vehículo. Las dos chicas se quedan en el apartamento y si se divirtieron tanto con lo que les pasó como nosotros en el público, lo mejor que hicieron fue no salir.
Entre la chispeante conversación no faltaron los dardos para asuntos propios de nuestra realidad social. Una de esas realidades no ha dejado de ser la brujería. En búsqueda de alivio para su pena, Karla acude a santa Bárbara, a quien le ora y le prende velas. Por cierto, también acude a las barajas, y esa confusión, esa amalgama de fe en asuntos que no tienen que ver los unos con los otros, es parte de nuestra más desdeñosa realidad. Al vernos en el escenario, por ridículos, resultamos graciosísimos. Las autoras nos “meten los dedos en la llaga”. Los conflictos de la obra no se resuelven, pero el final es positivo. La pieza es una oda a la amistad y, aunque salimos del teatro “sonrisa oreja a oreja”, admirando el talento de las dos actrices, recibimos de ellas una invitación a la reflexión seria sobre esas “ingenuidades” nuestras, que, todas a la vez, nos mantienen en la línea del desastre.

Uno de los mejores momentos de la obra es aquel donde Karla piensa que no ha pagado el agua porque se la cortan, pero regresa en dos o tres días, que eso pasa todo el tiempo y no entiende cómo es que la vuelven a poner. Pero la Autoridad de Acueductos y Alcantarillados no le devuelve el servicio a quien no ha pagado. El asuntillo amoroso ha consumido a Karla al punto de la enajenación: no está enterada sobre la sequía y el racionamiento de agua. La lluvia torrencial, con truenos, que cae en esos momentos nos hace pensar que, como quiera, los embalses no se van a llenar. No obstante, la cuestión no se comenta. La ira de Santa Bárbara es la explicación de las chicas para el estruendoso torrencial. Un momento conmovedor, y bellísimo, es cuando Cristina limpia a Karla con “wipes” y están sentadas en el piso. El tema de la fiesta de disfraces del Colegio de Abogados, lo que incluye el comentario alrededor de dicho tema, es sensacional.
No podemos dejar de comentar lo orgullosos que nos sentimos de nuestros jóvenes cuando demuestran que son más vivaces, astutos y capaces que nosotros, en forma natural. Y de la misma forma natural Mariana y Camila Monclova dominaron sus actuaciones. Ambas actrices, no solo nacieron y crecieron en un escenario, también se cultivaron y se están desarrollando.
El montaje se quedó en la familia. La obra está dirigida con mucha agilidad, tráfico escénico muy acelerado, y estético sentido de composición, por el papá de Camila y tío de Mariana, el actor René Monclova. Aplaudimos el acertado barroquismo escénico en la propuesta del director.
La escenografía y las luces son producto del colectivo y si alguien se quedó sin mencionar, la responsabilidad cae en la ausencia de un programa de mano. Es una lástima que el trabajo de una puesta en escena como esta, pierda los detalles en la posteridad. No nos cansaremos de decirlo, no se ahorra en un programa de mano. Pueden escribirlo a mano hasta en servilletas, resultaría novedoso, o pueden tener una dirección cibernética que anuncien de alguna manera. El asunto es más triste cuando se trata de un estreno mundial.
El Festival de Teatro Universitario cierra en la Sala Beckett de Río Piedras, el próximo domingo 25 de octubre con la obra “Alguna vez los cuervos quisieron ser ángeles” de Sugelly Rodríguez Lebrón.