Otra voz por el Planeta

Por Jaime Torres Torres
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular

Su licenciatura en sicología, sumada a su sensibilidad ecológica y a la experiencia acumulada durante poco más de tres décadas en el ruedo artístico, proyectan en 2015 a la cantautora Irma como una voz urgente que necesita ser escuchada.

La cantautora y guitarrista, que se desempeña como sicóloga, se encuentra en la etapa

(Foto Jaime Torres Torres para Fundación Nacional para la Cultura Popular)
Irma Bruno cuenta con el respaldo del cantautor Roberto Figueroa en su nueva producción. (Foto Jaime Torres Torres para Fundación Nacional para la Cultura Popular)

final de la producción de
un disco de corte ambiental y espiritual como complemento del cuento y disco compacto “Que no muera el coquí” que en 2011 distribuyó Publicaciones Gaviota.

En la presente etapa de su carrera, Irma colabora con el cantautor Roberto Figueroa, el productor del concepto “Oye mi voz” que aspira lanzar al mercado en 2016.

“La música es mi viejo amor; la dejé rezagada durante los años que me dediqué a estudiar mi maestría en Sicología, pero siempre seguí componiendo”, relató Irma, cuyo cuento, orientado a concienciar a los niños sobre la urgencia de proteger el Planeta, ha propiciado su contacto con el nicho juvenil.

“Los niños son espectaculares. Están genuinamente preocupados por el ambiente. Te dan un cariño auténtico. Tenemos que aprender mucho de ellos. Si se enojan, al rato te perdonan y olvidan. Esa experiencia me ha gustado mucho, pero también cantarle a los adultos”.

Por eso se esmera por finalizar el disco “Oye mi voz”, en compañía de Roberto Figueroa, el autor de “Para decir adiós”, clásico de la balada romántica popularizado en la década de 1970 por Danny Rivera e Eydie Gormé.

Roberto quedó impresionado con sus composiciones, según afirmó la cantautora. Y es que por la sangre del director de O’ Brasil palpita la riqueza en contenido de la poesía brasileña, algo que le evocan las canciones de Irma.

Claro está, la cadencia carioca es una influencia –aclaró la artista- de la que salió “ilesa” –si es el término- su música. “Él dice que tengo mucha influencia del rock y de Los Beatles. También lo ayudé con ideas para los arreglos, pero no hay nada brasileño”.

En la temática espiritual, con arreglos de Roberto y sus músicos, Irma grabó “Amor incondicional” y “Señor, no tengo quejas”; obras que quizás pudieran calificarse o clasificarse como de autoayuda.

Como un homenaje a la misma canción y a los secretos que le revela el pentagrama, Irma compuso “Música”

(Foto Jaime Torres Torres para Fundación Nacional para la Cultura Popular)
Publicaciones Gaviota editó el libro infantil de Irma Bruno, “Que no muera el coquí”. (Foto Jaime Torres Torres para Fundación Nacional para la Cultura Popular)

mientras en la onda ecológica incluye “Oye mi voz” y “¿Dónde estarás tú?”

“Esta (“¿Dónde estarás tú?”) es una canción basada en una pesadilla que tuve en torno a la destrucción del Planeta y que había terremotos por doquier. Nos dicen tanto que los problemas ambientales son tan fuertes, pero no se hace lo que se tiene que hacer. Para mí no se está haciendo lo que corresponde”.

Curiosamente, Irma dedica su libro “Que no muera el coquí” a un pino de Piñones que asegura la sanó de una enfermedad gastrointestinal. Entonces, trabajaba en Crea como terapista grupal y una tarde, al sentirse mal, se excusó y se trasladó a la playa.

“Llegué y vi un pino doblado. Algo me impulsó a abrazarlo y cuando lo hice, se me quitaron los síntomas de náuseas… No podía comer y el mensaje que recibí fue ‘mira aquí estamos nosotros, en la Naturaleza’. Y me vino a la mente ayuda a los árboles”, explicó Irma, cuya experiencia fue el detonante del paso que emprende hacia la canción ecológica espiritual.

La sicología, su experiencia con niños, adictos y adultos sin techo, la ha canalizado a la música sin dificultad alguna porque Irma compone y toca la guitarra y el piano desde pequeña.

“En mis terapias uso el arte y la música para llevar un mensaje. A las personas sin techo y a mis compañeros de trabajo les ofrecía talleres sobre el manejo de emociones, el coraje y cómo perdonar. Siempre termino con una canción”.

Así fue que Federico, el coquí que residía cerca de la costa de Mayagüez y trasladó su domicilio al norte porque el sol afectaba su piel, escuchó la voz de Irma y comprendió la severidad del cambio climático.

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