‘Mariana’ entre amargura y humanidad

Por Alina Marrero
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular

Sin duda, hemos cambiado. Hoy día, educar a un niño con dureza, órdenes arbitrarias y bajo la carga del yugo de las experiencias nefastas que hemos tenido, sobre todo si el niño es impedido, es propio de las personas ignorantes. Aun así, provoca protestas globales y cartas con firmas que piden cabezas en la corte penal internacional, con la fortuna agravante, que dado los adelantos tecnológicos y redes sociales, todo se sabe en cuestión de fracciones de segundos. Si se trata de una figura pública, lo anterior se agrava. Otro asunto es la religión. En estos momentos, una empresa revolucionaria que se encomiende a una creencia religiosa, y si, sobretodo, no es nuestra religión, la vemos con afán de terrorismo.

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Sonia Valentín y el niño Steven Joel Vázquez en una bien lograda escena de la obra. (Foto Alina Marrero para Fundación Nacional para la Cultura Popular)

Sin embargo, no era así en los tiempos del Grito de Lares (23 de septiembre de 1868), donde las madres corregían a sus hijos a zarpazo y “halones de orejas” y dividir a las personas entre buenos y malos era la orden del día. Aunque muchas personas continúan pensando de esta manera, se sabe que es inefectiva. Quienes han tenido éxito en sus gestiones de justicia, tienen otra forma de ver la vida. Cuestión aparte es la traición (o el chisme), ya sea la misma por conveniencia, envidia e indiscreción. En esto último, lo único que ha cambiado es la velocidad en la cual viaja la información. Las noticias son leyendas de internet cinco minutos después de haberse concebido. Tanto en aquellos tiempos como en estos, si del secreto de una estrategia depende la salvación de la humanidad, o la independencia de un pueblo, “estamos fritos”. No obstante, si no tenemos claras las diferencias de costumbres sociales históricas, nuestro encuentro con la Mariana Bracetti de “Mariana Libertad”, producción de Gíbaro de Puerto Rico que se presentó en la sala René Marqués del Centro de Bellas Artes de Santurce, nos puede hacer concluir premisas erradas e ingenuas.

“Mariana Libertad”, estuvo en cartelera durante el fin de semana del 2 al 4 de octubre, con funciones para público general y estudiantes. La puesta en escena estuvo dedicada a la libertad de nuestro Oscar López, el preso político que más tiempo lleva encarcelado en el hemisferio occidental, y cuya libertad, se exige por la dignidad humana. En el vestíbulo del teatro se vendía el libro “Mariana Bracetti, una patriota que no claudicó” de la Dra. Raquel Rosario. El libreto de “Mariana Libertad” (Juan Elías López, Sonia Valentín), estuvo basado en este libro. Cuando llevamos al teatro la historia de un personaje histórico o real, aparezca o no en un libro, lo que hacemos es nuestra versión sobre esa vida y los hechos, y esto es absolutamente válido. El teatro no dejará nunca de ser un medio de expresión artística cuyas licencias poéticas no tienen que justificarse, aunque el mismo puede ser utilizado para distintos fines. Uno de esos los medios para lograr un fin es el “panfleto”. Unirse para una causa como la liberación de López es un objetivo tan claro como la luz del día. También está clara la solidaridad con la causa anterior de toda la producción. Sin embargo, no podemos hablar de luces reveladoras e inspiradoras sobre Mariana Bracetti cuando nos referimos al libreto de “Mariana Libertad”.

La Mariana del dramaturgo puertorriqueño René Marqués (“Mariana o el alba”) y la Mariana de este espectáculo parecen dos mujeres distintas. Las dos son mujeres revolucionarias del siglo 19, muy decididas a lo que sea, y las dos rezan, pero la forma y el contenido de los libretos, varía. La Mariana de Marqués parece real. La Mariana de López y Valentín es una figura política. Otra diferencia, por mencionar solo una, es que en la obra de Marqués hay un traidor con nombre y apellido. En la obra de López y Valentín, el enemigo se entera por la indiscreción de unos cuyos nombres no se revelan. Estas comparaciones son indiferentes a la calidad. Para evaluar una obra hay que considerar el momento en el cual fue escrita. La primera es una obra realista, donde se recrea la época, pero faltan detalles históricos. La segunda tiene datos históricos al día en la vida de Bracetti y los sucesos del Grito de Lares, producto de la investigación de Rosario plasmada en su libro. El libreto para teatro basado en la obra de Rosario presenta estampas amargas de la vida de Mariana Bracetti enfocadas en el afán político como eje de comportamiento y reacción. Llamó nuestra atención las exigencias emocionales de Mariana con su hijo discapacitado. No es que Mariana, como madre del siglo 19, aunque económicamente aventajada, en el campo, tenga que comportarse en forma intachable. Es que el libreto justifica y glorifica a la Mariana que se presenta como una madre dura con su hijo, que lo maltrata con sus exigencias, que le dice que lo ama y no sonríe, que solo piensa en la revolución fallida, y que vive amargada. Pero hay otra Mariana en la misma obra, más parecida a la Marqués. El montaje es “multimedia”. Las narraciones que se hacen en los vídeos, que ofrecen una información valiosa, amorosa, hasta simpática, sobre Mariana Bracetti, no concuerdan con lo que de ella vimos en el escenario.

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La producción de Gíbaro de Puerto Rico cosechó aplausoss por su montaje y luces. (Foto Alina Marrero para Fundación Nacional para la Cultura Popular)

Es posible que esto haya sido a propósito o que se deba a asuntos propios de interpretación. Sonia Valentín (Mariana Bracetti), quien lucía perfecta para interpretar a nuestro “Brazo de Oro”, mujer que bordó la bandera de Lares siguiendo instrucciones de Ramón Emeterio Betances, pudo trasmitir la fuerza de la esencia de una mujer revolucionaria, una fuerza que se impuso hecha toda valentía, pero esa sombra la devoró. Tal vez debió prestar atención a los matices en los parlamentos, la profundidad de variedad de elementos que forman una personalidad, como esa, además de valiente y fuerte, altruista, compasiva, con cierta suavidad que aflora en la dureza ante la realidad, sin dejar de ser una mujer de su época.

El resto de las actuaciones funcionaron con efectividad. Destacamos el trabajo del niño Steven Joel Vázquez, quien interpretó a José Adolfo, hijo impedido de Bracetti. Vázquez tuvo una participación casi protagónica en la obra y la desempeñó con soltura.

El montaje del director Gilberto Valenzuela, fue bellísimo, muy creativo y, sobre todo, diferente. Las estampas poseían una estética de sueño, y en algunas de ellas, las personas y elementos parecían flotar. De belleza sobresaliente fue la escena de la cama de pilares en movimiento, la cual logró un efecto de realismo mágico, envidia de cualquier realizador. Las coreografías fueron sencillas en sus movimientos, y efectivas para el montaje. La escenografía (Jaime Suárez) consistía de tarimas, y elementos, muy al servicio del montaje. Las luces (Toni Fernández) protagonizaron el montaje, bellas, atractivas, mágicas a la vez que tenebrosas. El vestuario (Cruz Rafael Caraballo), muy de acuerdo con la época y certero, en el caso de los bailarines. El maquillaje y los peinados, muy de acuerdo con lo anterior. Excelente coordinación entre director y artistas técnicos. Tal vez debió nuestro talentoso y creativo director enfocar un poco más de esfuerzo en su trabajo con los actores.

La música colocó estrellas en la noche. Hermosas las canciones, casi todas originales de Aida Encarnación y muy bien interpretadas. Las entradas y salidas de la música en el espectáculo corrieron con precisión. Lo mismo decimos del trabajo del regidor de escena (Natalia Camacho). El cierre con “Oubau moin”, casi himno de Puerto Rico, con letra de Juan Antonio Corretjer y música de Roy Brown, fue altamente emotivo. Nadie se queda sentado ante “Oubau moin”.

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Elenco de la obra “Mariana Libertad, Brazo de Oro”. (Foto Alina Marrero para Fundación Nacional para la Cultura Popular)

En general, “Mariana Libertad”, fue un espectáculo digno y estético, cuidado en la música, en el baile y en su montaje enfocado en la figura política, dura y amarga, de nuestra prócer revolucionaria. Hubiera sido motivador ver el corazón humano de Mariana, en sus relaciones familiares, riéndose, tramando sus estrategias, y no tan revuelta en amargura. Creemos que, en efecto, Mariana Bracetti, no claudicó en todos los aspectos de su vida; bordó la bandera con hilos de oro, pagó su bordado de independencia, estuvo detenida, y fue, como tantas mujeres de hoy día, una mujer que se quedó sola con sus hijos en una sociedad machista y hostil. En cuanto a lo demás: ¡Libertad para Oscar López YA!

CREDITOS DE PRODUCCIÓN

Mariana: Sonia Valentín. José Adolfo: Steven Joel Vázquez. Polita: Aida Encarnación. Cebollero: Carlos Morales Cebollero. Obdulia: Wanda Sais. María de Lourdes: Aida Cuevas. Entrevistador: Angel Mánuel. José Adolfo (adolescente): Tony Haddok.

Producción: Gíbaro de Puerto Rico. Coordinador de producción: Dr. Eric M. González Morales. Director: Gilberto Valenzuela. Asistente de dirección: Abner Resto. Regidor de escena: Natalia Camacho. Libreto: Juan Elías López, Sonia Valentín. Composiciones originales y dirección musical: Aida Encarnación. Coreografías: Raúl de la Paz. Coordinador de vestuario: Cruz Rafael Caraballo. Utilería: José Aquino. Maquillaje: Brian Mass. Diseño de escenografía: Jaime Suárez. Diseño de luces: Toni Fernández. Promoción: Javier del Valle, Lourdes Laboy. Programa: Dr. Eric M. González Morales. Artista gráfico: Ray Rosado. Producción fílmica, director: Gilberto Valenzuela. Director filmación y editor: Iván David Nieves.

Director musical: Aidita Encarnación. Bajo: Manny Trinidad. Cuatro y guitarra acústicas: José Eduardo Santana. Percusión menor: Edgardo Ríos. Teclado Carlos Cruz. Piano: Víctor Meléndez. Batería: Rubén Amador. Trompeta: Manuel Marcano. Tenor y flauta: Francisco Cruz. Trompeta: Fernando Marcano. Coro: Nicole Sámara, Ana María Arraiza, Carlos Muñoz, Pedro Rivera.

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