La ‘Hora’ de Juan Luis Guerra

Por Adriana Pantoja
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular

En tiempos de crisis, es importante sonreír. No es fácil lograrlo, pero es imperativo estar positivos y buscar la alegría a como dé lugar, para poder ver de manera más práctica las soluciones ante los problemas. Quizás Juan Luis Guerra no trajo remedios concretos a los problemas del País, pero sí brindó mucha alegría, mucho contento y, sobre todo, mucha paz para los corazones de los miles de puertorriqueños que llenaron a capacidad el Coliseo de Puerto Rico para disfrutar, dentro de tribulaciones diarias, un momento de solaz y esparcimiento con el concierto “Todo tiene su hora” el pasado sábado 17.

Uno se llega a cuestionar si, aparte del necesario control de boletos, era imprescindible tener sillas, en especial, en el área de arena: desde la primera nota de la orquesta 440 hasta su última, todos los presentes bailaron, solos

Juan Luis Guerra hizo un recorrido por sus éxitos. (Foto Cristina Martínez)

o acompañados, sentados o de pie, con una alegría inmensa. Hasta en las gradas se bailó -lugar peligroso para esta actividad, por lo empinado y estrecho-. Y no eran bailes sencillos, de lado a lado, sino coreografías completas entre parejas, grupos y hasta personas solas, de todas las edades. Juan Luis Guerra puso a gozar a todo el mundo en el Choliseo; e inundó los corazones de todos con su alegría.

El espectáculo estuvo a la orden del día, con tecnología de primera: videos en pantallas LED; gráficas coloridas y en perfecta coordinación con la música, las letras y el evento; luces y sonido impecables; buenas proyecciones de ampliación para visionado del público… Todo perfecto… Y, a su vez, contrastó con un Juan Luis Guerra tranquilo, sencillo, sin lujos y vestido de manera sobria, como siempre: chaleco de corte clásico, abotonado, color marrón, con pantalón en combinación, gris oscuro; y camisa blanca de mangas largas. Y, claro, no podía faltar su consabida boina color marrón.

Luego de un vídeo de cuenta regresiva, muy colorido, y a continuación escenas en las cuales se enfatizaba el uso de una cabina de teléfono -tema que se reiteró durante todo el concierto, como si fuese un símbolo de la necesaria comunicación que debe haber entre todos, aunque sea a través de este medio-, comenzó el concierto que duró dos horas ininterrumpidas. Con “Cookies and Cream”, uno de los nuevos temas del disco ‘Todo tiene su hora’, salió Juan Luis Guerra al escenario, a través de una cabina telefónica, precisamente. Al primer acorde de 440, la euforia llenó cada rincón del Choliseo, todos de pie y, desde ya, bailando.

“Buenas noches, Puerto Rico; un placer estar con ustedes… gracias por el cariño que siempre nos muestran”, dijo el compositor dominicano al pasar al segundo tema de la noche, “La travesía”, del disco ‘La llave de mi corazón’ (2007), canción que estuvo acompañada de imágenes LED de varios lugares del mundo. Luego, siguió el tema que comenzó su éxito internacional, en 1995, “Ojalá que llueva café”; y, entonces, “La llave de mi corazón” (2007), para pasar a “Mi bendición”, una de las bachatas del disco “A son de guerra” (2010), canción con la cual mencionó el cantante que lleva 35 años felizmente casado, porque “el que ama a su mujer, se ama a sí mismo… y es feliz”, según comentó.

Entonces, siguió un popurrí de salsa, que incluía “Dime Nora mía” (2014) -dedicado a su esposa Nora Vega-; “Razones” (1995); y “Cartas de amor” (1990). Este segmento fue igualmente bailado y disfrutado por el público… porque no importaba que fuera merengue, salsa, bachata o bolero, era simplemente imposible mantenerse sentado, quieto y sin mover, por lo menos, los pies.

“Como yo” (2007) fue la próxima canción… y todo el mundo seguía bailando y cantando. El también productor pasó, entonces, a un segmento cuasi-acústico, comenzándolo con la bachata “Muñequita linda” -la cual escribió para su hija Paulina-; y cerrando con “Para que sepas”, ambos temas de su más reciente producción de 2014. Y entonces, el Coliseo de Puerto Rico se volvió a encender cuando comenzó el merengue “El costo de la vida”, de su controversial disco “Areito”, de 1992.

“Este es un merengue importantísimo para mí… es dedicado a quien puede resolver cualquier problema, sea grande, mediano o pequeño”. Así comenzó Juan Luis Guerra su próxima interpretación, “Para ti” (2004), un merengue de corte cristiano, fe que profundamente profesa, desde hace un tiempo, el laureado cantante, graduado de Berklee College of Music, en Boston.

La próxima canción fue la bachata “Tus besos”, de la nueva producción discográfica que da título al concierto. Fue un momento de mucho humor, ya que todos los músicos, conjunto a los coritas, acompañaban a Juan Luis en una sencilla, pero muy graciosa coreografía, desde sus respectivos lugares en el escenario. Y, por fin, le llegó el turno al más reciente éxito, el merengue “Todo tiene su hora”, con el cual tanto público como músicos bailaron a ritmo.

Mientras Juan Luis Guerra descansó unos minutos fuera de escena, los músicos de 440, junto a los coristas

La producción de Guerra se destacó en todos sus detalles. (Foto Cristina Martínez)
La producción de Guerra se destacó en todos sus detalles. (Foto Cristina Martínez)

hicieron de las suyas en el escenario. Al ritmo de “La gallera” (1995), Quico Rizek, Roger Zayas y dos músicos de la orquesta deleitaron al público con una rápida coreografía, al son del merengue que se escuchaba. Ya luego, comenzaron respectivos solos percusivos, mayores y menores: primero, un solo de güiro, el cual fue ampliamente aplaudido; entonces fue la tambora, a la cual el público acompañó con sus palmas; y, finalmente, las congas.

El Choliseo volvió a enardecerse al escuchar el famosísimo merengue “Visa para un sueño” (1995), uno de los grandes éxitos de Juan Luis Guerra y 440. Otra vez se veía a la gente de pie, bailando desinhibidos unos con otros, aunque no se conociesen. Hasta los guardias de seguridad del lugar se daban de vez en cuando su pequeña bailadita, sin descuidar su labor, por supuesto. La emoción, la alegría y el movimiento eran tan fuertes que hasta las gradas ‘bailaban’…

Y llegó en reversa “La guagua” (2010); y, luego, a pasar “El Niágara en bicicleta” (1998), con imágenes de los respectivos videos en la pantalla LED, además de las frases de las canciones, que también se proyectaron. En ese momento, Juan Luis detiene el espectáculo y pide disculpas al público porque debe hacer una llamada importante e ineludible. Entonces, se dirige nuevamente hacia la cabina telefónica, al fondo centro del escenario, única escenografía aparte de la pantalla LED. Se escuchan los sonidos propios de discado y llamada, antes de verse en la pantalla a Johnny Ventura, quien acompañó a Juan Luis, virtualmente grabado, durante el merengue estilo perico ripia’o “De Moca a París”, tal como ocurriese en la grabación del mismo tema en la más reciente producción de 440. Fue un momento interesante, divertido y, sobre todo, muy bien coordinado.

El cierre tuvo el éxito de 1990, “La bilirrubina”, con el cual Juan Luis pidió al publico que le acompañara con un movimiento lado a lado de brazos en alto. Y luego de un falso mutis, todos regresaron al escenario para deleitar con “A pedir su mano” (1990) y un popurrí de varias de las bachatas que los han hecho famosos: “Estrellitas y duendes” (1990); “La hormiguita” (1998); “Bachata en Fukuoka” (2010); “Que me des tu cariño” (2007); “Bachata rosa” (1990); “Frío-frío” (1992); y “Burbujas de amor” (1990). Y, finalmente, otro merengue de corte cristiano, “Las avispas” (2004), con el cual el cantante se despidió, a la par, con su orquesta: “Gracias Puerto Rico, ¡hasta la próxima!”.

Son más de 30 años que se disfruta del amplio talento lírico, musical y perfeccionista de Juan Luis Guerra y su 440, concepto de orquesta que no puede tener mejor nombre. El concierto “Todo tiene su hora” fue un hermoso y alegre recorrido por todos estos años de arte, de conciencia social, de variedad, de reinvención, de romance… una unión de razas y pueblos, de creencias y gustos, aunque sean diferentes: la buena música y la lírica inteligente siempre unifican. Porque no es tan solo la música lo que hace bailar hasta al más tranquilo; es el arte, la ciencia y el genio detrás de las palabras que enternecen y siguen brindando la esperanza de que un mundo mejor sí es posible. ¡Gracias Juan Luis Guerra; hasta la próxima!

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