Por Alina Marrero
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular
Hacer una comedia con un personaje que representa un ser humano discapacitado puede ser peligroso. Se necesita sabia sensibilidad para exponer ciertos aspectos que enredan las discapacidades sin mofarnos de la persona que sufre la incapacidad. A esto añadimos a un sector del público que nunca hace diferencias y espera que estos asuntos, tal vez por verlos alejados de sus vidas, deban tratarse solamente con seriedad, pañuelo o Kleenex en mano. No obstante, la seriedad es algo muy propio de intención en las buenas comedias.
Los grandes comediantes de todos los tiempos han usado su medio para señalar males sociales, incluso para burlarse de personas sociales, entre esos, gobernantes. Entendemos que nuestros escrúpulos no deben tomar jamás el sendero de la censura del arte, y que si algo no es de nuestro agrado, nos basta con no patrocinarlo. Por otro lado, quienes convivimos con seres humanos discapacitados, poseemos el conocimiento de causa para afirmar lo divertido que puede ser y no nos ofende compartir nuestra diversión. Muchas veces nos sorprendemos llorando y riendo a la vez. Por tanto, y aclaramos que un dramaturgo está en su derecho de escribir lo que quiera y que esto no riñe con la calidad, entendemos que una comedia sobre personas incapacitadas que provoque todo tipo de sentimientos está cerca de lo que puede conmovernos como bien real. A eso podría deberse el éxito que tuvieron en la década de 1990 películas como “Rain Man” y, aunque muy inspirada en el realismo mágico, “Forrest Gumb”. Señalamos que en los ejemplos que damos, las familias que amparan esos ciudadanos especiales distan de ser el sueño americano de tener una madre que se pone el collar de perlas para hacer el desayuno. “Kimberly Akimbo”, del laureado dramaturgo estadounidense, ganador de un Putilzer, David Linsey-Abaire, va por la misma carretera.
“Kimberly Akimbo” es una comedia de humor negro, que inspira, a la vez, compasión y ternura, sobre una joven de

16 años que padece una enfermedad que la hace envejecer con rapidez desmedida, la cual sugiere ser progenia, y por lo que luce como una mujer vieja. Es hija de una madre hipocondriaca y desequilibrada, que utiliza las verdaderas y falsas enfermedades para manipular. Cuando comienza la obra, esta mujer espera un bebé y tiene la seguridad de que será “normal”. Este deseo, conforme las posibilidades biológicas, es prácticamente nulo, si el bebé es hijo de los padres reales de la muchacha. El padre de la chica es un alcohólico, mujeriego e irresponsable mecánico. Aparecen en el panorama, la tía de la joven, una mujer con esquemas delictivos, sin remordimientos existenciales, que parece la más sensible de todos ellos, y quien también es lesbiana, y un joven “nerd” de 16 años, hijo de un adicto, que comienza una relación con la niña para hacer un reporte escolar sobre la enfermedad, y termina, prácticamente, enamorándose de ella. Este joven tiene una obsesión con los anagramas. El título de la obra surge a partir del anagrama Akimbo, que el amigo de la muchacha saca del nombre Kimberly. La familia de Kimberly, los Levaco, tuvieron que mudarse de Nueva Jersey debido a un secreto verdaderamente macabro. El primer acto de la obra es muy gracioso. En el segundo acto las cosas empiezan a ponerse serias, los personajes empiezan a poner de su parte y sufren ciertos cambios, aunque no dejamos de reírnos por las ironías de la situación.
Cuando fuimos a ver la última función de “Kimberly Akimbo” en la sala René Marqués, del Centro de Bellas Artes de Santurce, producida por Teatro Caribeño, Inc., en corporación con Teatro Latino y Re-Evolución, dirigida por Emineh de Lourdes, el pasado domingo 13 de septiembre, nos encontramos con una escenografía cercana a lo monumental, que abarcaba los laterales y el foso. Una gran plataforma colocada en forma de diamante, servía como base a otra plataforma, también colocada en forma de diamante, a la izquierda del escenario, servían como el espacio de la casa de los Levaco. Otra pequeña plataforma en primer plano derecha servía como biblioteca, y un área, también a la derecha, primer plano se reservó para el espacio de un banco en un parque que se convertía en un automóvil, acertado y estético diseño de José Manuel Díaz. El ciclorama del pre-set era verde, preámbulo a la magnífica iluminación que iba a desarrollarse, diseño de Lynette Salas. La ambientación y utilería de Gregorio Barreto, complementaron con eficacia todo lo anterior. Otro tanto decimos de la banda sonora de Chenan Martínez, el diseño de vestuario de Alba Kercadó, y el maquillaje y peinados de Bryan Villarini. Tal fue nuestro primer encuentro con el hábitat de los personajes de esta historia, todos disfuncionales, pero muy verdaderos.
Kimberly fue interpretada por la primera actriz puertorriqueña, Angela Meyer, quien elaboró su personaje como la general de cinco estrellas que es. Su mayor acierto fue interpretar con suma naturalidad a un ser humano discapacitado que desarrolla la comedia sin darse cuenta, sin recurrir a recursos que pueden hacer reír fuera de contexto. Meyer logró hacernos enamorar de Kimberly, al punto de desear tenerla en nuestras familias.
Ulises Rodríguez ejecutó su empeño en forma muy convincente. Le creímos el macharrán inconsciente y despreocupado. Creímos también su deseo de rehabilitación. Madelyn Ortiz, como la madre de Kimberly logró trasmitirnos cuánto disfrutó hacer su personaje, el cual, logró con brillantez. Colocamos también estrellas sobre Lizmarie Quintana, como la tía y oveja descarriada de esta familia.
La revelación de la velada fue la interpretación del novel actor Fernando Tarrazo, el joven “novio” de Kimberly. Tarrazo lució muy natural y certero en sus desplazamientos escénicos y veraz y emotivo en su decir. Sobresalió al lado de buenos actores con trayectoria de éxito. Y como quien lo hereda no lo hurta, lo tenemos que decir, Fernando es hijo de nuestra querida y talentosa actriz Linnette Torres.
Todo el conjunto de elementos que dio forma a esta comedia, llena de palabras soeces que no molestaron ni por equivocación, fue tejido por la mano, la mente y la creatividad de una muy buena directora que hemos visto crecer desde el inicio de su carrera. Para quienes lo ignoran, diremos que el trabajo de un director comprende el todo de lo que vemos en un escenario. En raras ocasiones es aplaudido, pero si el asunto sale mal, un director puede llegar a sentirse acusado de crímenes contra la humanidad. La dirección de este montaje, lo cual incluye el trabajo con los actores, fue justa, precisa, no necesito nada más. La dirección de Emineh de Lourdes, tan al servicio del texto, pero con su toque de distinción, brilló. La felicitamos.
“Kimberly Akimbo” tuvo los siguientes créditos de producción: Coordinación de medios, Raymond Gerena; Publicidad: Emineh de Lourdes, Madelyn Ortiz, Ulises Rodríguez; Fotógrafo de publicidad, Edwin David; Edición de spot para TV y redes sociales, Vanice McLean; Artes gráficas, Julio A. García Rosado. ¡Bien hecho!