Por Alina Marrero
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular
Gilda Navarra (1921-2015) dijo a todos y cada uno de sus discípulos, colegas y amigos, que si le hacíamos un

homenaje póstumo ella aparecería por la noche cuando estuviéramos durmiendo para halarnos por los dedos de los pies. Lo que no sospechaba la profesora de pantomima es que a todos nos emocionaba la idea de tener esta experiencia. Por eso, sus discípulos, colegas y amigos no tuvimos ningún reparo para reunirnos el pasado lunes 21 en el Teatro de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras, para celebrar su vida excepcional.
“Querida Gilda” (así se llamó este evento, dirigido por Rosa Luisa Márquez, el cual elaboró junto con la profesora
y crítica de danza, Susan Homar, la decana de la facultad de Humanidades, y el Departamento de Drama de la Universidad de Puerto Rico) comenzó desde la búsqueda de estacionamiento en la Universidad de Puerto Rico, cuando vimos, desde el vehículo, distintas generaciones de caras y cuerpos conocidos y desconocidos en dirección al teatro. Una vez en el vestíbulo, fuimos recibidos por personas que lucían máscaras y vestuarios propios de alguna “fechoría histriónica” interaccionando con el público. Una mesa, muy bien servida, con velas y copas repletas de vino, era el centro de una exhibición que destacaba con fotos, ropa, zapatos, afiches, programas, y las bombas de Navidad que Gilda confeccionaba durante todo el año. Tal fue el escenario en el vestíbulo, diseñado por Jaime Suárez, Roberto Pérez y amigos, para las risas, los abrazos y las lágrimas de muchas personas que no habían visto en años, que se veían a menudo o no se conocían, para la primera escena del espectáculo titulada “La mesa está servida”. En ese mismo escenario, y hasta la entrada a la sala del teatro, la “Compañía de cuerpos cotidianos, etc.”, Rafael Trelles, Gradissa Fernández, Gloria Rodríguez, José Luis Vázquez y amigos, fueron los protagonistas de la segunda escena: “Bienvenida”.
Una vez en la sala, continuaron los emocionantes encuentros tan pletóricos de recuerdos que formaron muchas

vidas. Escuchamos la primera, segunda y tercera llamada, acompañadas de alguna anécdota del teatro, como la de Pablito, el fantasma que, según ellos, no aparece más.
Comenzó “Prólogo” con la naturalidad de la magia. Delvis Ortiz ofreció una bienvenida. Escuchamos “La vie en rose” cantada por Maud Duquella, y disfrutamos de las instalaciones en el escenario: “G” por Antonio Martorell, “Duetto en barrografías” por Jaime Suárez, Iluminación por Quique Benet y Checo Cuevas. “La bailaora (Jeanne d’Arc Casas) y el músico (Rafael Martínez)” se adueñaron del espacio. Ocurrió “El cruce”, Imagen de Ocho Mujeres, entre Jeanne d’Arc Casas y Maritza Martínez. Ese encuentro sirvió de antesala para “Maestrxs, Detrás del silencio”, con textos de María Laura Leslie y Eduardo Galeano. Entonces, Cordelia González, Maritza Martínez, Delvis Ortiz, Rosabel Otón y Carmelo Santana Mojica, nos llevaron al salón de clases de Gilda Navarra al hacer que todos cerráramos los ojos y escucháramos los latidos del corazón. Fue un momento muy simpático salpicado de dulces nostalgias, donde rememoramos la única frase soez que decía la Navarra, “culo tres veces”, y comprendimos su uso para cada situación. Al final se llegó a la siguiente conclusión: Gilda Navarra no se encolerizaba, ella se “enculerizaba”.
La siguiente escena se llamó “Saludos” (Protocolo de una actividad universitaria), en el lateral derecho del teatro, y estuvo a cargo de la Decana de la facultad de Humanidades, María de los Angeles Castro; José Luis Ramos Escobar, Director del departamento de Drama; Carlos Severino, Rector de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras. Muy emotivo fue el momento en el cual Ramos Escobar leyó el discurso de aceptación del nombramiento de Gilda Navarra como Profesora Emerita en 2003.
Desde “Saludos” pasamos a “Telón vivo: al comienzo”, en el escenario del teatro. Nami Helfeld y Yussef Soto de “Y no había luz”, junto con Karen Olivera de “Mundo de los Muñecos”, cargaron un pergamino gigante que desenrollaron y sirvió de pantalla de proyección. En esa pantalla vimos fragmentos del programa de WIPR TV, “Prohibido Olvidar”, dedicado a Gilda Navarra, editado por Osvaldo Rivera de WRTU. Dimos un paseo por la vida de Gilda. Entre otras cosas, nos enteramos por qué del cambio de nombre de esta persona que nació como Gilda García Daubón, en boca de la propia artista. Ella contó que cuando estudiaba en España, tenía una profesora que cambiaba los nombres de sus estudiantes. Estaban en Navarra cuando ese cambio de nombre sucedió, y Gilda decidió adoptar Navarra como apellido de su nombre artístico.
Gilda Navarra, quien estudió ballet y bailes españoles en Puerto Rico, también estudió baile en Nueva York y en

España. En España bailó con las compañías de Pilar López y José Greco. En 1954 fundó, junto con su hermana Ana García, Ballets de San Juan. A principios de la década de 1960 regresó a Nueva York a estudiar.
“Telón vivo: al comienzo” fue el heraldo de “La voz de la mujer del silencio”, a cargo de la profesora de la danza Alma Concepción, quien se encargó de leernos fragmentos de cartas personales que Gilda Navarra le había escrito en distintos momentos de su vida. Destacamos dos. Uno de los mismos fue cuando la artista estudiaba en Nueva York con beca del Instituto de Cultura Puertorriqueña, a principios de la década de 1960, y estaba impresionada con Marcel Marceau. Deseaba dejar la danza para buscar nuevas formas de expresión y tenía la intención de ir a estudiar con Marceau en París. El segundo momento fue la carta donde reveló el entusiasmo que tenía con el estreno de Ocho Mujeres y con la protagonista, la actriz Luz Minerva Rodríguez.
Por supuesto, sabemos que Gilda llegó a ir a París, donde no estudió con Marceau, pero sí con Etienne Decroux y Jacques Lecoq, y fue profesora de pantomima en la Universidad de Puerto Rico desde 1965 a 1995.
Después de “La voz de la mujer del silencio”, nada pudo ser más apropiado que “Arlequines”, a nuestro parecer, la

estampa mejor lograda dentro de una muy bien lograda celebración. Con la dirección de Rosabel Otón, Ramfis González, Alejandra Corchado, Joealis Filipetti, Alejandra Lorenzo, Gonzalo Ortiz y Luis Daniel Ramos, hicieron perfección.
Después de “Arlequines”, se impuso “Amores gatos”. Gilda Navarra adoraba los gatos y las tristes historias de amor. Al hacer este tan acertado homenaje, Bárbara Hernández y Julio Ramos, interpretaron “Décima” de Joaquín Mulier, narrada por Cordelia González.
Entonces regresaron Nami Helfeld y Yussef Soto de “Y no había luz”, junto con Karen Olivera de “Mundo de los Muñecos”, cargando el pergamino que sirvió de pantalla, para, en esta ocasión, proyectar “Telón vivo: Histriones”. Histriones es el nombre de la compañía que Gilda Navarra fundó en 1971 y se mantuvo activa hasta 1985, hasta que en 1990, Gilda Navarra fundó y dirigió el grupo Síntesis.
Los bailarines de la compañía puertorriqueña de danza contemporánea, Andanza, protagonizaron la nueva escena, “Polimnias”. El recuerdo hizo vivo las imágenes de Ocho Mujeres, Abelardo y Eloísa, y Asíntota, coreografía original de los estrenos, bajo la dirección de Carlos Iván Santos. En esta remembranza apreciamos a los bailarines Eloy Ortiz, María Alejandra Castillo, Norberto Collazo, Cristina Lugo, Marena Pérez, María Teresa Robles, Nathanael Santiago, Nanya Sierra y Abraham Texidor. La guitarra de Alberto Rodríguez acompañó a “Ocho Mujeres” y “Abelardo y Eloísa”. Al momento de “Asíntota” la escena cambio de nombre: “El Coro”. Los integrantes del coro de la Universidad de Puerto Rico dirigidos por Carmen Acevedo Lucío, hasta esos momentos entre el público, tomaron el lateral izquierdo del teatro para cantar un fragmento de “Carmina Burana” para acompañar a “Asíntota”. A ellos se unió el órgano de Andrés Mojica.
Después de “Coro” fue “Silencio” y nunca escuchamos un silencio menos respetado. La euforia se apoderó del

público, de pie y a vítores, casa llena en primer y segundo piso, mientras un especial abrazaba la “G” de Antonio Martorell y unos zapatos de la Navarra a sus pies. La celebración culminó con la canción de Paul Anka “I Did It My Way”, instrumental, dilecta de nuestra profesora eterna, artista del silencio, quien desde los tiempos y espacios de los dioses del escenario, también nos enseñó a escuchar.
Cuenta la leyenda que esa noche, Gilda lo observaba todo con Pablito, el fantasma del teatro que dicen que se ha ido, pero todavía está. Miraba a sus discípulos y amigos celebrar su vida tan llena de misión, disciplina, honor y sentido, y le decía, “enculerizada”, a su colega supra natural: “Pablito, aquí hay mucha gente, y contando los que celebran y no están, ¡culo tres veces!, tendré que pasar las noches halando dedos de los pies hasta que vuelva a nacer.”