Por Alina Marrero
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular
Hay noches de teatro que esperamos sean estupendas. Si se tiene la perfecta combinación de excelente actriz y excelente director, pensamos que el resultado tiene que ser excelente. Cuando fuimos el pasado viernes al teatro Coribantes en Hato Rey, para ver el montaje de “La señorita Margarita” del dramaturgo brasileño Roberto Athayde, dirigida por Dean Zayas y presentada por Coribantes, la combinación de excelente actriz con excelente director, superó nuestras expectativas.
El autor de “La señorita Margarita”, Roberto Athayde, es también traductor, músico y director de teatro. Su juventud comprende una excitante crónica de rebeldía, por lo que estudió por corto tiempo en distintas instituciones, algunas prestigiosas, de su país y Europa. Además de teatro, Athayde ha escrito novelas, cuentos cortos, guiones de cine y poesía.
“La señorita Margarita” estrenó en Brasil en 1973, un año después se presentó en Argentina, después se montó en

Europa, hasta que en julio de 1977 estrenó Off-Broadway, dirigida por el mismo autor, en la ciudad de Nueva York. En septiembre del mismo año, “La señorita Margarita” se mudó para el teatro Ambassador en Broadway, y después, se fue de gira por los 50 estados de la Unión Norteamericana, antes de una nueva gira por Europa, Australia y Turquía. En años recientes, se repuso el montaje en Broadway con el mismo reparto. Se trata de una obra muy exitosa, que escribió su autor a la edad de 21 años, inspirada en la dictadura que vivió en Brasil, que señala actitudes autoritarias y arbitrarias propias de los seres humanos ajenos a una cultura de paz.
Aunque la señorita Margarita (el personaje) es maestra de octavo grado y las personas del público se convierten en sus estudiantes, se trata de una obra de humor negro para adultos. La maestra de este salón de clases, quien insiste en la ciencia pero se refiere al sexo constantemente, es morbosa, dictatorial y reprimida sexualmente. Esta profesional desplaza en sus alumnos sus frustraciones mientras abusa de su poder. Sobre la conducta de este personaje, ha dicho el autor: “Las relaciones humanas están siempre influenciadas por los pequeños y grandes abusos de poder y por eso esta obra no está nunca muy lejos de nuestra sicología individual, incluso en países que nunca vivieron la experiencia dictatorial”.
Aunque esta obra de dos actos está considerada un monólogo, tiene un segundo personaje con intervenciones cortas, un
alumno joven de unos catorce años. En el pasado hemos visto en Puerto Rico a Elia Enid Cadilla, Gladys Rodríguez y Alex Soto interpretando a esta maestra tan particular. En esta ocasión tuvimos el deleite de disfrutar del trabajo de una de nuestras más prestigiosas primeras actrices, Idalia Pérez-Garay. Como su joven alumno, apreciamos a Josué Hernández.
El éxito sobresaliente de esta puesta en escena es la magnífica fusión director/actriz. Ambos, Zayas y Pérez-Garay,

son profesionales de larga trayectoria, reconocidos por sus trabajos sobresalientes. Tanto el director como la actriz son también académicos de reconocida experiencia. La noche del viernes rindieron honor a sus cátedras. Si la señorita Margarita dicta las peores lecciones del mundo, la fusión Dean Zayas/Idalia Pérez Garay fue el verdadero éxito en su salón de clases.
La escenografía (en el caso del montaje para teatro arena a cuatro lados de Dean Zayas, el ambiente) que suponemos original del propio director, consistía de un escritorio con una silla, un esqueleto, cartelones, artefactos propios del salón de clases, una pizarra y dos pantallas de vídeo colocadas en forma estratégica para que todos en el público pudieran ver lo que se escribía en la pizarra. Las pantallas funcionaron, además, para presentar un vídeo pornográfico “mostrado por equivocación” por la maestra. Este ambiente funcionó para la muy inteligente, creativa y coreográfica dirección del maestro Zayas. El director no desaprovechó un centímetro del escenario en el progreso de su tráfico, creó niveles, adornó intenciones, impartió belleza en un ritmo propio de director de orquesta.
Idalia Pérez Garay tomó las riendas de los tantísimos movimientos del director (a veces sutiles, otras veces desenfrenados), se apoderó de ellos y desarrolló su excelente creación, muy suya, única, muy especial, una mujer mayor de pelo largo, suelto y ondulado, que se contornea como la más joven en la forma más natural, pero no exenta de dramatismo. Las hemos visto, le creímos todo de principio a final. Verla bailar tango con el esqueleto, encaramarse encima del escritorio, revolcarse en el piso, interactuar con el público y con el alumno a quien no permitía hablar, durante casi dos horas, ¡cuánto nos emocionó! El joven Josué Hernández cumplió al máximo con su corta participación.
El aspecto técnico de este montaje se fusionó también a la intención. La utilería (practicable y no practicable) era mucha y estuvo bien coordinada por Anobelle Rodríguez y José Rodríguez. Las luces de Rafael Rojas fueron apropiadas y asertivas. El vestuario de Gloria Sáez fue funcional en su diseño en todo el sentido de la palabra y visualmente estético. El novedoso programa de mano no tiene crédito para maquillaje y peinado, lo cual dio los toques finales a la personalidad de la maestra. La regiduría de Jonathan Amoro fluyó sin errores. Hay noches de teatro que esperamos sean estupendas. Esta lo fue.
La señorita Margarita continúa en la cartelera de Coribantes el 18, 19 y 20 de septiembre, viernes y sábado a las ocho y media de la noche, domingo a las seis de la tarde. ¡No se la pierdan!