Por Rafael Vega Curry
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular
La identidad nacional no es necesariamente algo predeterminado, sino que puede construirse a base de las experiencias vividas y termina siendo una elección libre y personal. Esa es la premisa que anima “Identities are Changeable”, el más reciente trabajo discográfico del músico puertorriqueño Miguel Zenón, que combina de manera innovadora las composiciones e improvisaciones del jazz con el testimonio oral.

Puede que no exista otro álbum igual a “Identities” en toda la amplia discografía del género jazzístico. Para crearlo, el saxofonista entrevistó a varios residentes de Nueva York de ascendencia puertorriqueña y a todos les hizo las mismas preguntas, relacionadas a su origen, su idioma de preferencia, su opinión sobre las tradiciones y otras. Luego integró sus respuestas grabadas a composiciones para cuarteto y big band, llegando a crear una suerte de narrativa sociológico-musical de gran profundidad y belleza.
No es la primera vez, sin embargo, que Zenón aborda el tema de la identidad puertorriqueña en su música, pues ya lo hizo anteriormente en grabaciones tan celebradas como “Jíbaro”, “Esta plena” y “Alma adentro – The Puerto Rican Songbook”.
El músico de renombre internacional conversó con la Fundación Nacional para la Cultura Popular cinco días antes del estreno de “Identities are Changeable” en Puerto Rico, con un concierto en el Teatro Bertita y Guillermo L. Martínez del Conservatorio de Música, en Miramar.
¿Qué representa para ti este álbum?
Cada trabajo es una evolución. La mayoría de mis discos son reflejo de mis investigaciones sobre las cosas que me causan curiosidad y de las que quiero aprender más. Este disco empezó por las preguntas que tenía en mi cabeza sobre la identidad de la comunidad (de los puertorriqueños en Nueva York).
¿Qué precedentes, si alguno, tiene este trabajo? No son comunes los álbumes de jazz que combinan la música con el testimonio oral.
Charles Mingus lo hizo en “The Clown”, John Hollenbeck tiene un álbum en el que Kurt Elling recita un poema, músicos como Vijay Iyer y Jason Moran han hecho cosas similares. Pero no los tomé necesariamente como referencia.
Pero en “The Clown” hay un solo tema con narración y lo que han hecho los músicos que mencionas no es exactamente lo mismo que haces en “Identities”…
Bueno, sí, eso es cierto. Mi disco combina el trabajo de campo con la música, lo cual es algo distinto. Yo empecé por las entrevistas y no sabía exactamente cómo lo haría. Inicialmente pensé escribir una pieza para cada uno de los entrevistados. Pero como los temas se repetían –el idioma, las tradiciones, lo que los entrevistados consideraban su hogar- terminé escribiendo una composición sobre cada tema.

¿Estás consciente de que este disco exige una mayor participación del oyente, en términos de atención?
Podría decir que sí. Pero no pensaba en eso al hacerlo, sino en cómo balancear las dos cosas (la música y la palabra) sin menospreciar al oyente. Honestamente, la narrativa de las entrevistas me fue llevando. Quería capturarlas, pero que no fueran “overpowering”, quería que hubiera un balance. Estoy contento con el resultado.
¿Es “Identities are Changeable” un trabajo sociológico?
Sí. La inspiración del disco no fue necesariamente musical. Tuve que traducir muchas ideas a la música, para lo cual utilicé ideas rítmicas, células rítmicas, cada una de las cuales representa una identidad, y que son cambiantes, están en capas. Ese fue mi punto de vista al crear las composiciones, tratar de traducir identidades múltiples en capas rítmicas.
Las composiciones de “Identities” tienen una gran potencia expresiva, llegando en ocasiones a adquirir un carácter épico. ¿Consideras que esta ha sido tu culminación como compositor, hasta la fecha?
Estas piezas las tocamos muchas veces con mi cuarteto antes de grabarlas y tenía la idea de expandirlas para ser interpretadas por una big band. Yo no estaba muy familiarizado con escribir para big band, así que tomé varios modelos como Duke Ellington, Count Basie, Thad Jones, María Schneider, Gil Evans… Buscaba la manera de organizarme para que sus modelos funcionaran para mí. En todo momento traté de mantenerlo honesto, expandiendo mis ideas. Yo he tocado con muchas big bands –la Mingus, la del Village Vanguard, la de Guillermo Klein, que es mi amigo hace muchos años y uno de los mejores compositores que hay actualmente- y toda esa experiencia te ayuda.
Del mismo modo, ¿podríamos decir que se trata de una culminación de tus exploraciones sobre la identidad puertorriqueña que comenzaste con el álbum “Jíbaro” y luego continuaste con “Esta plena” y “Alma adentro”?

Quizás es una continuación. Nunca pensé en esos álbumes como una serie. Igual podría ser el último, o podrían faltar muchos más. Siento que todavía tengo mucho que aprender y explorar. Pero todo lo que hago tiene que ver, de algún modo o de otro, con mi puertorriqueñidad. Eso es parte de mí. Es lo que me sale naturalmente. Aunque no sea obvia, (en mi música) siempre va a haber una relación con mi puertorriqueñidad. Por otro lado, entré a este proyecto sin ningún tipo de agenda, sin esperar respuestas específicas. He vivido la mitad de mi vida en Nueva York y siempre me ha impresionado mucho el orgullo patrio, casi agresivo, de los boricuas de allá. Es otro tipo de relación.
¿Qué aprendiste de este proyecto?
Lo más que le saqué a este proyecto fue la noción de que la identidad en general, no solo la puertorriqueña, es difícil de definir en una línea recta, o como algo estático. Es algo tan personal… tiene que ver con experiencias de vida, los caminos que escoges, las decisiones que tomas… Estas personas escogieron ser puertorriqueños, sin tener que hacerlo. La identidad es una libre elección. Y la respuesta que he tenido en las presentaciones ha sido bien positiva. Se me han acercado irlandeses, alemanes, portugueses, diciéndome “las cosas que dicen tus entrevistados yo también las había sentido antes, aunque nunca las puse en palabras”.
En “Identities” participan grandes músicos de hoy como John Ellis, Will Vinson, Ryan Keberle o Alan Ferber. ¿Cómo calificarías su aportación al disco?
A todos ellos los conocía de una manera o de otra y sabía que tenían la capacidad para interpretar esta música. Este repertorio requiere unas habilidades bien específicas, especialmente desde el punto de vista rítmico. Sabía que esos músicos podían trabajar este repertorio.
Por otro lado, ¿cómo te sientes al haber podido mantener tu cuarteto durante tanto tiempo?
Ha sido una suerte. Con Luis (Perdomo, pianista) y Hans (Glawischnig, bajista) llevo unos 15 años. Con Henry (Cole, baterista) unos diez. Desafortunadamente, esto es algo bien inusual en el jazz, porque es difícil mantener un grupo trabajando todo el tiempo. Nosotros somos panas, ellos quieren tocar mi música, ¿para qué voy a cambiar de grupo? Mientras pueda, voy a mantenerlos.
De tus experiencias como “sideman” en bandas dirigidas por otros, ¿cuáles has disfrutado más?
Todas han sido geniales, de verdad. Mi sueño era tocar con gente que yo admirara. Pasé de ser un fan, un “groupie”, a estar tocando en tarima con ellos. Desde el grupo de David Sánchez al de Charlie Haden… en el San Francisco Jazz Collective, con Joshua Redman, Bobby Hutcherson, Joe Lovano… Hoy somos amigos con muchos de ellos, y lo que es bien significativo, me hace sentir parte de una comunidad. Una comunidad que se nutre a sí misma, en la que cada uno estudia la música del otro, está pendiente del otro… Me siento bien agraciado de haber tenido la oportunidad y de vivir en esta era en que están pasando cosas tan buenas.
¿Cómo te sientes con el desarrollo de tu carrera hasta la fecha?
Muchas cosas han salido bien, algunas por suerte y otras por trabajo duro. Trabajar duro, estar organizado y preparado, ser profesional… eso es lo que me ha ayudado, tener una ética firme de trabajo. Por otro lado, nunca había sentido tantos puertorriqueños jóvenes en la música, tanto talento joven desarrollándose. Es el principio de algo bien fuerte.