Por Gabriela Ortiz Díaz
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular
¿Cuán intrigante sería entrar a una sala de museo en la que las piezas expuestas canten, toquen instrumentos musicales y se muevan?
En la tarde del pasado domingo 26, las puertas de la sala Miguel Antonio Ferrer del Museo de Arte de Puerto Rico (MAPR) se convirtieron en telón para dar la bienvenida a un mundo mágico de luces tenues. Esta sería la última vez que tomara vida la exposición “Diez años de Y no había luz”, sin embargo las piezas continuarán exhibiéndose hasta el próximo 23 de agosto.

Como antesala a las obras, que bien podrían constituirse en una sola que narra la trayectoria de la compañía teatral Y no había luz, se posicionaron los detalles y el colorido de un taller de creación artística. Los títeres, máscaras, vestuarios y demás utensilios expuestos en ese vestíbulo mostraron el enfoque de la compañía a través de su 10 años de trayectoria: fusionar el teatro, la danza, la música, las máscaras, los títeres, los objetos, las miniaturas, las artes plásticas y visuales en una puesta escénica que estimula, emociona y provoca a los espectadores.
Realmente, estar inmerso en esa sala es sinónimo de transportarse a un plano imaginario en el que todo es posible, desde escuchar los cánticos de una flor y cómo esta toca el violín, desde observar un pez pistola navegar sobre un mar de tul, hasta experimentar cómo la tela y el viento se transforman en piel que gravita. Y es que más allá de ser una exposición, lo que el colectivo ha hecho en el Museo es una apropiación del espacio para presentar una reinterpretación de sus obras más destacadas: “América”, “Cenizas quedan”, “Piel”, “Alejandro”, “Como bueno” y “Cutendencia”.
Al terminar el recorrido, el público puede adentrarse al baúl de los recuerdos de la compañía, en el cual guardan fotos, afiches, recortes de periódicos y promociones de muchas de las actividades y obras que conforman la trayectoria del grupo. Además, se proyectan los cortometrajes que también han producido y que se exhibieron en una de las ediciones del Festival Cine Fiesta.
Desde la apertura el 17 de abril, Y no había luz ha logrado en esa sala “componer un escena inexistente, ilusionar el ojo y el corazón, dialogar con los espectadores sin utilizar palabras, guiarlos secretamente por cada recoveco, proponiendo así nuevas perspectivas y sensaciones”.
Ese diálogo con los espectadores lo propician los temas de las mismas piezas teatrales exhibidas porque apelan a situaciones humanas. Por ejemplo, a través de “América” (2015), se reflexiona sobre la memoria y sobre cómo, cuando faltan los recuerdos de esas experiencias vividas, cambia nuestra personalidad, nuestro carácter y nuestro ser.
Por su parte, con la figura geométrica del cubo, “Cutendencia” (2006) “recrea situaciones en las cuales nos sentimos encasillados en pequeños cubículos de trabajo, de deberes y obligaciones impuestas que pretenden homogeneizar y cuadricular la vida y el pensamiento, eliminando la imaginación, la creatividad, la aceptación de lo distinto y la grandiosa e inevitable capacidad de cambio y transformación del ser humano”.
“Piel”, por su lado, (2012) es una representación teatral que busca integrar el mundo interior y el exterior de las personas mediante el órgano de la piel, “que es testigo de toda sensación y experiencia de la vida: se transforma, muda sus capas, guarda nuestro mundo interior y queda expuesta al mundo exterior”.

A través del compromiso social y con las artes, los integrantes de Y no había luz, Julio Morales, Yussef Soto, Yari Helfeld, Francisco Iglesias, Nami Helfeld, Carlos Torres y Pedro Bonilla, se encargan de aportar al crecimiento y desarrollo de la cultura puertorriqueña. Para ejecutar esa misión, han desarrollado un extenso repertorio teatral de obras originales y han preparado un sinnúmero de talleres, los cuales han difundido por diferentes universidades, escuelas y comunidades a nivel nacional e internacional.
Entre sus últimos logros artísticos consta la presentación de sus más recientes piezas para el Festival La Titiretada 2014 y 2015, “Cenizas quedan” y “Cuanto tiempo”, respectivamente; la presentación en el Teatro Victoria Espinosa de “Como bueno”; la participación en cuatro Campechadas consecutivas desde 2011 y en la película del Banco Popular “ECO”, la proyección de sus cortometrajes “Encierro”, “Nos queda el aire” y “Para volar” en una de las ediciones del Festival de Cortometrajes Cine Fiesta, entre muchos otros.
Con esta apropiación, al igual que con todas sus piezas, los siete integrantes representan dignamente la clase artística puertorriqueña e invitan a la comunidad en general a adentrarse en los procesos de creación del colectivo.
Hasta el 23 de agosto en el MAPR y hasta que les duren las ganas de crear, los fundadores de Y no había luz tienen muchas razones para continuar alumbrando con su arte.