Por Rafael Vega Curry
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular
En el jazz existe una larga tradición –de la que el baterista Art Blakey fue tal vez el exponente principal- en la que los líderes de bandas ya con cierta veteranía las nutren continuamente de ideas nuevas incorporando músicos más jóvenes a la agrupación. En “Lifetime Friends”, su nuevo disco junto al bajista Oskar Cartaya, Humberto Ramírez se une a esa respetada tradición y le da un nuevo giro, al compartir el liderato –así como la tarea de componer los temas- con su amigo de toda la vida. El resultado es un excelente álbum que combina las raíces fuertes con los frutos nuevos.
Entre esos frutos se encuentran varios de los representantes más destacados de la generación joven del jazz en

Puerto Rico: Jonathan Suazo en saxo alto, Rolando Castañeda en piano, Leonardo Osuna en batería y Marcos López en percusión. Cada uno aporta su toque personal al tono de celebración que caracteriza este disco y que comienza desde el primer tema, “El barrio”, bullicioso, festivo y cercano a lo que podría denominarse salsa instrumental. “Plenamente”, una sabrosa plena con intensos solos rítmicos de Suazo y Osuna; y “Maldades”, rumboso y percusivo, completan la trilogía de temas más alegres del CD.
“Siempre juntos” (compuesta por Humberto Ramírez) y “Come Together” agregan otras tonalidades al disco, explorando la conjunción de estilos musicales. La primera comienza como una balada pop para luego moverse hacia el territorio del blues, sugerente y sensual. Su melodía es tan memorable que suena como una promesa de “nuevo estándar” del repertorio jazzístico local. La pieza incluye un atractivo y “líquido” solo de Cartaya, quien también hace de las suyas en la clásica pieza de John Lennon, interpretada aquí en una brava versión de bomba-funk.
Los segmentos más sosegados del disco son los que presentan “Son de Cuba a Puerto Rico” (con una hermosa interpretación de Ramírez y un magnífico solo de piano de Castañeda, de marcado aplomo) y el bossa nova “Razones para sonreír”, muy melódico y atractivo. “Mosquita muerta”, la interpretación que concluye el álbum es una especie de suma de todo lo anterior: combinación de estilos (jazz y latino), exploración musical, celebración de la música y la amistad. Castañeda vuelve a sobresalir aquí, dando cuenta de que es un músico con voz propia.
A pesar de haber sido liderado por dos músicos que son excelentes en sus respectivos instrumentos, no puede afirmarse que “Lifetime Friends” sea el disco de un trompetista ni de un bajista, pues ninguno de los dos dominan el álbum sin dar espacio a los demás. Al contrario, es el disco de una banda, cohesiva, democrática y jubilosa, en la que todos los participantes tienen oportunidad para destacarse (lo que vuelve a traer a la mente la figura de Art Blakey). Ese es su mérito principal: que se trata de una celebración del buen hacer jazzístico, más allá de las generaciones.
“Este es el disco que siempre quisimos hacer”, dicen ambos líderes en el breve comentario incluido en el CD. “Aquí está la grabación que describe casi 40 años de amistad”. A juzgar por la onda positiva que caracteriza a “Lifetime Friends”, esa amistad ha brindado muchas alegrías y satisfacciones… que ahora pueden ser compartidas por todos los oyentes del disco.