Por Alina Marrero
Para Fundación Nacional para la Culura Popular
Decir Mercedes Sicardo es pintar de estrellas la historia del teatro, la radio y la televisión puertorriqueña. Para esta gran dama de la escena, solo hay palabras de elogio: señorío, decencia, dedicación, belleza. Fue esposa sin precedentes. Es madre insuperable, abuela amorosa y amiga entrañable. Por esas razones y otras tantas innumerables, nos unimos al homenaje que recibió, el pasado martes, 9 de junio, en Santa Teresa de Jornet en Cupey, hogar donde reside.
Según la biografía de la Fundación Nacional para la Cultura Popular, María de las Mercedes Sicardo nació en

Madrid, España, el 24 de septiembre de 1927, hija menor de la madrileña Mariana Carderera y el puertorriqueño José Sicardo, coronel del ejército español. En 1940, la Guerra Civil Española estableció en Puerto Rico a la familia Sicardo Carderera. Mercedes, hija menor de tres niñas, completó sus estudios e hizo carrera, aquí.
Su debut como actriz profesional fue en el Ateneo Puertorriqueño con la obra “El landó de seis caballos”. A partir de ese momento y hasta su retiro en 2007, la actriz dividió su tiempo entre el teatro y la televisión. Trabajó en todos nuestros escenarios y canales de televisión. Por muchos años fue libretista y moderadora en programas de radio en WIPR.
En las décadas de 1950 y 1960 protagonizó telenovelas, entre las mismas: “Con la muerte en el alma”, “Río abajo”,
“Las tres hermanas” y “Las espigas miran al cielo”. Cuando en 1978 las telenovelas se reiniciaron en Puerto Rico, Mercedes trabajo en casi todas. Recordamos muy especialmente a “Cristina Bazán”, “Tanairí”, “Cuando vuelvas”, “Modelos SA”, “Preciosa”, “Vivir para ti”, “Yo sé que mentía” y “Cuando despierta el amor”.
En el trayecto de su carrera, Mercedes Sicardo fue galardonada en muchas ocasiones. En 1956, la revista Alma Latina la distinguió como la actriz más destacada en televisión. En 1980 se le otorgó un Premio Intre y en 1987 recibió un

Agueybaná como actriz del año. En 1999, el Instituto de Cultura Puertorriqueña le hizo un reconocimiento y le fue dedicado el Cuadragésimo Festival de Teatro Puertorriqueño.
En teatro, fueron muchas las producciones donde su talento enriqueció los montajes. Mencionaremos a “Mujeres frente al espejo”, “Los soles truncos”, “Tiempo muerto”, “Altitud 3200” y “Bienvenido don Goyito”. Sus interpretaciones en “La enemiga” y en “El casorio” merecieron premios del Círculo de Críticos de Teatro de Puerto Rico.
Por 40 años estuvo casada con el primer actor puertorriqueño, José Luis (Chavito) Marrero, con quien tuvo tres hijos: María Lourdes, José Luis y Ana María. Tras la muerte de su esposo, Mercedes Sicardo se dedicó a sus hijos y nietos. Hoy, vive rodeada del amor de todos ellos y amigos y compañeros de labores, quienes no esconden sus sentimientos de alabanza y admiración para nuestra reina de la actuación.
Eso quedó demostrado ayer cuando el salón de actividades en el segundo piso del Hogar, se llenó a capacidad. El evento resultó en un encuentro sumamente emotivo y conmovedor. El junte de diosas madres de las tablas como la dramaturga, profesora y directora Victoria Espinosa, la artista del diseño de vestuario Gloria Sáez y las actrices Lydia Echevarría, Luz María Rondón, Iris Martínez y Elsie Moreau, arrancó lágrimas y algarabía.

Después de las palabras de bienvenida de Edwin Rosario, líder recreativo del Hogar Santa Teresa de Jornet y quien tuvo la idea del homenaje, el artista y cantante Edgardo Huertas tomó el micrófono como maestro de ceremonias de la actividad. Se leyeron dos semblanzas, una profesional y una familiar. El actor y cantante Ramón Saldaña cantó “Himno al amor”. La dramaturga, actriz, directora y empresaria Anamín Santiago, en representación del Colegio de Actores de Puerto Rico, abrazó con sus palabras a Mercedes Sicardo. Santiago destacó la huella de profesionalismo y felicidad labrada en Puerto Rico por una compañera nacida en España, con un don de ser humano que desde ya es leyenda.
Un vídeo sobre la vida artística y personal de Mercedes Sicardo, preparado por el actor, director de televisión y empresario Angel Domenech, nos transportó a muchos momentos cumbres en la historia de nuestro teatro y televisión. Después de esta presentación, miembros de la clase artística, tomaron la palabra: el dramaturgo, director y actor Roberto Ramos-Perea, el profesor y director Edgar Quiles Ferrer, la actriz Luz María Rondón y el director y empresario Rafael Rojas. Entonces el actor Jerry Segarra tomó su guitarra para cerrar el homenaje de los amigos con una melodía de España.
El acto oficial fue culminado por Ana María Marrero Sicardo, acompañada por sus hermanos, evidentemente

emocionados, María Lourdes y José Luis. Ana María, quien no podía ocultar sus lágrimas, manifestó, en forma histriónica y simpática, el amor y admiración que siente por su madre, compartido por sus hermanos, y el agradecimiento tan profundo que siente por haberla hecho tan feliz. También, tuvo sinceras palabras de agradecimiento para todas las personas que ayudaron a desarrollar la actividad (entre las mismas el maquillista Roberto Rodríguez y el artista de la escenografía Norberto Barreto Moya), las personas que sacaron de su tiempo un martes a las tres de la tarde para estar allí, y las que no pudieron llegar pero enviaron los mejores deseos para darle a su madre dos horas de alegría. Cuando Ana María puso punto final a su discurso, la violinista Sandra Rodríguez nos regaló su arte, se destacó el tango “Por una cabeza” de Carlos Gardel.
La confraternización, después del cierre, no quería terminar. Todos reñían en forma amistosa por retratarse con Mercedes. Entre estos, el productor Raúl Méndez y su esposa, la actriz Xiomara Rodríguez, el actor Ramfis González, el profesor José Martínez Vidal, el Dr. Paquito O’Neill, el actor Ernesto Concepción, hijo, el reverendo Juan Angel Gutiérrez Rodríguez, los cuñados Gloria Josefina, Miguel y Fausto Marrero, los nietos de Mercedes, los antiguos vecinos y los compañeros del hogar.
Nosotros también nos inclinamos ante Mercedes Sicardo, y esperamos ver más homenajes como éste. Son varias los compañeros de mayor edad que todavía están con nosotros e hicieron camino con laureles para aquellos que ahora están. Los aplaudimos, trabajamos con ellos y todavía aprendemos desde ellos. ¡Honor a quien honor merece! Pero estas actividades no solo rinden honor, auspician el sentido de unión y permanencia de nuestra clase. Inundan de alegría y verdad el compromiso de continuar con bríos renovados y nos ofrecen el espacio para abrazarnos.
¡Felicitamos a Mercedes Sicardo, agradecemos su trabajo y las experiencias enriquecedoras que todavía reparte, solo porque existe!