Por Jaime Torres Torres
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular
La Salsa “cumple” medio siglo de existencia, sazonando la vida de los barrios urbanos del mundo.
Desde el Bronx y el Barrio Latino en Nueva York, hasta las calles y los residenciales públicos de San Juan y Puerto Rico entero, sin olvidar las grandes metrópolis de Colombia, Perú, Panamá y otros países.
Europa y Asia también la hicieron suya.
África, con su herencia percusiva y sus ritmos ancestrales, aportó la base mientras la diáspora caribeña que coincide en Nueva York a partir de mediados de la década de 1960 le impartió identidad al hacerse eco de las penurias, sueños, fatigas, alegrías y sinsabores de varias generaciones de latinos que a duras penas han intentado sobrevivir en la Babel de Hierro.
Salsa es el tema comercial que la industria del disco acuña para clasificar la diversidad de ritmos afrocaribeños, con el son matancero como base y el guaguancó como alarido, fuerte y revolucionario, que en la clave 3/2 ha desbocado caderas, torsos y piernas hasta la locura.
Salsa es el término sombrilla que cobija la rumba, la guaracha, el bolero, el chachachá, el merengue, el son montuno, la guajira, la plena, la bomba y muchos ritmos más que en las grabaciones célebres del movimiento sociocultural se intercalan con originalidad; desde Tito Puente con La Lupe y Celia Cruz hasta Willie Colón con Héctor LaVoe.
El musicólogo cubano Cristóbal Díaz Ayala, en su obra “Música Cubana: del Areyto a la Nueva Trova”, publicada en 1981, señala: “La salsa desde el principio toma dos formas principales: la tradición sonera cubana, como base para creaciones que reflejarán las penas y alegrías de la vida urbana de las colonias latinas en las ciudades norteamericanas y la otra: la renovación del repertorio cubano tradicional con nueva instrumentación”.
En esa amalgama de la rítmica afrocaribeña cultivada por Johnny Pacheco, Ray Barretto, Bobby Valentín, Willie Rosario, Eddie Palmieri y otros se destilan los sentimientos del pueblo latino.
Sabrosa, irresistible, melosa y rica.
Por eso el sonero cubano Ignacio Piñeiro entonaba “Échale salsita”, estableciendo un vínculo entre la suculencia de la gastronomía caribeña, de profundas raíces taínas y africanas, con los avasalladores ritmos afrocaribeños, interpretados con la ferocidad de trompetas, trombones, una base percusiva caliente y en ocasiones con la sonoridad característica de la época del Palladium y las orquestas grandes de Machito y Los Dos Titos (Rodríguez y Puente).
Así, el locutor panameño Phidias Danilo Escalona atinaba al comparar la música de Richie Ray & Bobby Cruz con el sabor de la salsa, al punto que no repara en bautizarlos con el apelativo Reyes de la Salsa.
Mas, medio siglo después, como afirma el autor de “El Libro de la Salsa”, el venezolano César Miguel Rondón, el término es lo de menos. En 1979, en plena explosión del movimiento sociocultural que en su quincuagésimo aniversario Cadena SalSoul ha celebrado con la Serie de Colección del programa dominical “En Clave y Afinque” con los historiadores Richie Viera, Javier Santiago y Jaime Torres Torres y que alcanzó su feliz clímax con el concierto el domingo en el Estadio Paquito Montaner, César Miguel Rondón escribió como epílogo de su obra maestra: “En lugar de hablar de salsa; de ahora en adelante sería preferible hablar de todas las salsas: el Caribe es inmenso y rico, y esa riqueza supone una majestuosa convergencia. Antes del término ya estaba la música. En el Caribe está el barrio y él es el dueño único de este canto”.
Hoy, también es meritorio, recordar las palabras de Javier Santiago documentadas en su libro “Nueva Ola Portorricencis” de 1994: “La salsa unió al boricua del Norte con el del Caribe […] le dio unidad a la música que se hacía en el Caribe… La salsa era el perfil de las clases menos privilegiadas. Lo mismo era el barrio de NY que el arrabal o el fanguito de San Juan”.
Y Willie Colón, uno de sus grandes exponentes y quien según se documentó en la serie especial de “En Clave y Afinque” es el productor más importante del género, la Salsa de Puerto Rico, como repetía Héctor Lavoe, tiene identidad propia.
En el libro “Cada Cabeza es un Mundo: La Historia de Héctor Lavoe”, Willie comparó la salsa con el son cubano:
“Son dos cosas diferentes. Usamos la raíz del son, pero fue la mezcla de todos los ingredientes y la aportación de tantos puertorriqueños y de gente de América Latina en Nueva York”.
Por eso en esta efeméride celebró con el pueblo salsero una historia apasionante de muchos protagonistas; desde Cuba, el Caribe y su patrimonio rítmico; desde los dos Titos y Machito en la era del Palladium y tantas figuras claves en la época del mambo, la pachanga y el chachachá; desde el fenómeno de Cortijo y su Combo con Ismael Rivera que pusieron a bailar a la alta alcurnia hasta el “boom” del boogaloo, el shing-a-ling, el jala jala y la influencia afroamericana en Joe Bataan, Ralphy Pagán y otros; desde la moda de los sextetos; las orquestas de Nueva York como TNT Band y Joey Pastrana; la visión de Jerry Masucci y Johnny Pacheco; las producciones y arreglos de Larry Harlow y Bobby Valentín; la Fania All Stars y su impacto mundial; la salsa de Borinquen Records; la aportación de Jorge Millet y Frankie Gregory con La Puerto Rico All Stars; la trascendental e indispensable aportación de Tite Curet Alonso y la voz de Cheo Feliciano como portavoz de su lirismo; desde Justi Barreto, Roberto Angleró, Perín Vázquez, Johnny Ortiz, Ramón Rodríguez y otros ilustres compositores; desde la Salsa FOCILA (Folclor de Ciudad Latina) de Rubén Blades y Willie Colón; hasta la salsa erótica de TH y MP sin olvidar la contribución de la Noche Caliente de Louie Ramírez; desde El Gran Combo como bandera internacional y entrados los 90 la salsa hiphop de Sergio George; la de Niche en Colombia; Oscar D’ León en Venezuela, la Orquesta de La Luz en Japón; la Nueva Fania y la timba cubana; los fenómenos de Gilberto Santa Rosa y Marc Anthony, hasta el impacto de Pirulo y la consagración como solista de Charlie Aponte.
Es sólo una síntesis de la historia de la Salsa; que se resumió brevemente de la A a la S, en las pasadas semanas para Salsoul.
Y como nota al alcance que sustenta las tesis de los historiadores e investigadores, nada mejor que rubricar esta semblanza con unos fragmentos de “La Salsa existía ya”, Monólogo de un negro congo, de Evelio M. Echemendía:
“¿De dónde viene la “salsa”?
Yo te lo voy a explicá:
Ella vino en el cencerro
En el bongó y la quijá
Para producir los ritmo
Que oyes en la actualidá
Que nacieron en el monte
Y hoy divierten la ciudá”.