‘Pedro y el capitán’: digna representación

Por Alina Marrero
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular

El pasado fin de semana, como parte del XXXVII Festival del Ateneo Puertorriqueño, se presentó la obra “Pedro y el capitán” del poeta, novelista y dramaturgo uruguayo, Mario Benedetti (1920-2009) dirigida por Edgar Quiles Ferrer. La obra, tal vez el drama más conocido de los cuatro que escribió Benedetti, ha sido muy representada y la conocíamos bien. Con la curiosidad posada en la propuesta del director, fuimos a verla el domingo 24 de mayo.

“Pedro y el Capitán” relata el encuentro entre un torturador (Capitán) y un torturado (Pedro). Aunque esta historia podría suceder en cualquier parte del mundo, y en los momentos en que se escribe Pinochet hacía, hace rato, de las suyas en Chile, es posible que el autor hiciera referencia a la dictadura militar en Argentina, en 1976.

La obra, concebida inicialmente como novela, fue publicada en 1979. Está estructurada en cuatro actos (en realidad pedro y el capitan foto alina marrero 2015  (15)son cuatro escenas largas), pero este montaje se hizo en dos actos con un intermedio. Se trata de cuatro sesiones de interrogatorio, después de la tortura física (descansos entre tortura y tortura). En el sentido sicológico, los roles se invierten. A pesar de que en la medida del progreso de las escenas vemos a la víctima cada vez más torturada, el victimario se convierte en el interrogado, y lo vemos cada vez más vulnerable. Pedro no cede, no delata a sus camaradas. Esto, por razones morales, termina siendo la tortura del capitán.

Conforme el propio Benedetti, “la obra no es el enfrentamiento entre un monstruo y un santo, sino de dos hombres, dos seres de carne y hueso, ambos con zonas de vulnerabilidad y resistencia”. En determinado momento, los personajes se desnudan como lo que son, a humanidad tendida y conmovedora. Ese, precisamente, es el verdadero encanto, la belleza, de esta obra.

La tortura es un acto deplorable, desesperanzador. Nada la justifica. Es indigno saber que, todavía en nuestros días, muchos gobiernos insistan en usar métodos de extrema violencia como estrategia para interrogatorios. Esta práctica, que socava la dignidad de la vida, es frecuente en familias y relaciones sentimentales en la sociedad. No obstante sabemos que, en esta obra, Benedetti se refiere específicamente a la tortura que emplean los gobiernos represivos y a que la misma también desangra al torturador. En tal sentido, el gobierno represivo es el verdadero torturador. Aunque no vemos esa tortura en nuestro diario convivir, este discurso tiene una vigencia necesaria.

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Verónica Rubio interpretó con convicción el rol del capitán. (Foto Alina Marrero para Fundación Nacional para la Cultura Popular)

Lo diferente de la propuesta de Quiles Ferrer es que no presenta a un varón como capitán. Aunque el personaje está interpretado por una actriz, Verónica Rubio, tampoco presenta a una mujer capitana. Pedro le habla al capitán como si este fuera un hombre. El capitán no esconde ser mujer. El juego de equívocos creado por el director nos atravesó, desde la intriga al principio hasta la total aceptación con naturalidad de esta intención, desde la segunda escena del primer acto hasta el final. La capacidad de torturar no es exclusividad masculina. ¡Muy bien!

El tráfico escénico fue mínimo. Hubo una rutina de posiciones muy planificada en todas las escenas: Pedro, en la silla del centro con un especial de luz encima, y el capitán a la derecha del espectador. Con la palabra fue distinto. En las mismas posiciones, cambiaron las motivaciones, de indiferencia a humanidad. Solo la última escena se presentó emotivamente dramática. La colocación de la tarima, separada del telón de fondo, fue un gran acierto. Logró la sensación de verdaderas entradas, desde el infinito, por el centro y aportó una estética muy particular.
Además, destacó un comentario sobre la tortura, la atrocidad ocurre en un pedazo de espacio separada de lo demás.

Le creímos a Verónica Rubio su interpretación del Capitán. La actriz es dueña de una voz de privilegio y proyecta sinceridad. Da gusto verla en el escenario. Debería, tal vez, cuidar las transiciones sin tiempo dentro de los parlamentos largos, sobre todo en el principio, y trabajar un poco los silencios cortos que deben hacerse a favor de la reacción.

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Carlos Piñero transmitió la intención de su personaje, (Foto Alina Marrero para Fundación Nacional para la Cultura Popular)

Carlos Piñero posee también una buena voz y maneja su presencia en el escenario. Su interpretación de Pedro tuvo buenos momentos. Logró trasmitir la intención del personaje, aun con la capucha puesta, y en las partes más dramáticas, transmitió sinceridad. Tal vez debería cuidar un poco la profundidad del torturado, los matices de la voz para la ira interior y las variaciones del uso del cuerpo a favor del dolor físico.

El nombre del actor que interpretó al guardia no aparece en el programa de mano y es una lástima. Este personaje no dijo una sola palabra, pero logró imponerse en sus escasas entradas y salidas donde lo detestamos. ¡Bien!

La escenografía (Concepto de Edgar Quiles Ferrer, realizada por Willie Pérez y Ariel Quiñones.), minimalista, fue exacta. En una cámara negra, una silla en el centro y una mesa a la derecha del espectador, entre el centro y primer plano. Las luces diseñadas por Verónica Rubio, bordaron el ambiente con el rojo dominante casi todo el tiempo y un hilo de azul que caía sobre la mesa del Capitán. Logro sensacional para un escenario que posee pocos instrumentos. El vestuario del colectivo funcionó para el montaje.

El maquillaje (diseñado y realizado por Myrnelis Flores Rosa y Basilia I.), de suma importancia en esta obra, dado que las heridas del torturado progresan, fue muy real. Vimos cómo la cara, sobre todo el área de los ojos, de Pedro fue destrozándose, y lo creímos.

“Pedro y el capitán”, producción de Verónica Rubio para Kooltura S.O.S., fue una buena elección, una digna representación de un grupo de teatro puertorriqueño para el XXXVII Festival del Ateneo, el cual continúa hasta noviembre. ¡No se lo pierdan!

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