Por Gabriela Ortiz Díaz
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular
Justo en la entrada de la ciudad capital, como si extendiera una tropical bienvenida, un mural de mosaico se alza autónomo al igual que lo ha hecho la pintoresca vista hacia el mar que se aprecia desde la esquina contigua a la salida del balneario El Escambrón. Con soberana identidad, los colores de las losetas adornarán por largos años el vecindario sanjuanero y con majestuosidad, vestirán ese costado de la avenida Luis Muñoz Rivera.
Los artistas puertorriqueños Celso González y Roberto Biaggi, fundadores de la compañía Cero Design & Built Inc., han comandado por varios meses otro de los monumentales mosaicos que los han distinguido como artistas urbanos en Puerto Rico, Estados Unidos e incluso la ciudad de Taipei en Taiwán. En esta ocasión, Celso y Roberto le propusieron al municipio de San Juan esa zona, la cual denominaron una “vitrina hacia el Viejo San Juan”, para emprender un arte en honor a doña Felisa Rincón de Gautier, quien durante los años 1946 al 1969 fungió como la primera mujer en ser electa alcaldesa de la ciudad capital. No obstante, su legado histórico y político se conmemorará con arte y colores en la misma municipalidad que lideró por 23 años.
Esta pieza de 14 pies de ancho y 150 de largo se suma a los sobre 100 murales que ha hecho la compañía desde que se oficializó como tal en 2002, pero es la más prominente en el País debido a la visibilidad que le brinda el lugar. Álvaro Racines, Juan Carlos Cáceres, César Martínez, Isaac Figueroa, Roniel González y Richard Santos son los “mosaiqueros” que han desplegado este mural junto a los fundadores de la compañía.

Según Celso, entre los beneficios que trae el emprendimiento de este proyecto – y de todos los que han gestado – figura que “de un sitio que antes pasaba desapercibido, ahora se crea un sentido de identidad y de pertenencia; la gente siente de ellos el trabajo, se ven como partícipes”.
De hecho, la aportación de este tipo de arte público es necesaria en Puerto Rico porque, a juzgar por Roberto, sucede una “reacción de bien con bien”: “es de puro bienestar, se mantienen limpias la áreas adyacentes, la gente se educa. Una vez tú haces algo que brilla, lo que no brilla se ve más opaco” y para resplandecer eso que no brilla, surgen iniciativas comunitarias y solidarias. “Cambia el entorno y la perspectiva y actitud de la gente”, añadió Biaggi.
Celso agregó que esa transformación se debe “al poder del arte de cambiar y condicionar el comportamiento de la gente, razón por la que se ha hecho arte desde sus inicios. En algunos de los lugares en los que hemos hecho piezas usualmente tiraban basura y ahora, conscientemente, la gente no la tira”.
Roberto Biaggi aludió a que el poder del arte es tan grande que es capaz de convertir a los espectadores en artistas. En el proceso de crear los mosaicos, de ejercer el arte público, una de las mejores cosas que suceden es “la interacción con la gente y el agradecimiento que la gente siente; ver la transformación del sitio con la gente”. Pero, para este versátil artista mayagüezano, otra de las mejores cosas del trabajo de mosaico que hacen es la permanencia: “ese mosaico está ahí para que los hijos de los hijos lo vean, fácilmente dura sobre 100 años. Saber que estás haciendo una obra icónica que se queda y se hace parte del sitio y que aunque tú te vayas (del mundo) tu pieza se queda como un libro o una película, eso se siente bien especial”.
Con el transcurrir de los 13 años de fundación de la compañía, se evidencia una evolución en las piezas que han ido realizado: “se nota la mejoría en los rostros, la definición de estructuras, los detalles; nos exigimos más, nos retamos y buscamos la complejidad”, afirmó Roberto. El artista y arquitecto además reveló que el lenguaje de sus trabajos también ha ido evolucionando: “ya no se quedan en la abstracción, sino que envuelven un poco de geometría, de arte óptico, de creación de efectos visibles para el conductor o peatón”. La línea en sus diseños, el uso de lechada negra, la manera en que trabajan las esquinas, cómo cortan la losa o preparan la superficie son otros elementos que han mejorado en sus mosaicos.
Esa mejoría se debe, entre otras cosas, al gusto que sienten por el arte y a la visión que tienen del trabajo en equipo. Para Celso, lo más gratificante de hacer arte en las calles es el proceso de creación: “lo más que aprecio es el proceso de construirlo, esa es la parte interesante, desde hacer los diseños hasta encontrar los colores, la colaboración de todos los integrantes de la compañía y la interacción que se da con la gente mientras se están haciendo los murales, que es una respuesta bien inmediata”.
La parte educativa de Cero

La base de esta compañía de arte es la educación: con la que Celso y Roberto han desarrollado sus artes plásticas; la que es imprescindible antes de iniciar cualquier proyecto de arte público; y la que aportan a todos los ciudadanos que admiran sus obras.
La línea finita que existe para dividir el arte de la arquitectura se desdibuja por completo cuando estos dos artistas funden sus visiones acerca del ejercicio de crear. Aunque ambos manifiestan el arte de maneras diferentes, saben conectar perfectamente esas desigualdades en sus mosaicos. Las trayectorias de estos artistas plásticos coinciden en el gusto que desde pequeños han sentido por la pintura, en que son egresados del Colegio Universitario de Mayagüez y en que durante sus estudios graduados se conocieron en una universidad en California. En el plano personal se han desempeñado como pintores, pero las experiencias profesionales las han vivido juntos. Así, los proyectos de arquitectura, de diseños de muebles, de escenografía, de luces de conciertos y de confección de mosaicos, todos realizados bajo Cero, los han unido como amigos y artistas.
Ambos piensan que la parte educativa es de los fuertes de Cero. “A nosotros nos encanta la parte educativa de hacer arte público. La gente aprende lo que es un mosaico, aprende la técnica de este medio en la calle”.
Para aportar a la educación del público, sus obras se basan en temas de la historia y la cultura de nuestro país; por eso, presentan rostros, personalidades, imágenes históricas, taínos, maestros, deportistas, etc. En ese sentido, las ideas de sus diseños juegan con la historia del lugar donde van a hacer el mural porque buscan que “las piezas se sientan parte de ese sitio”. Según Celso, “el principio de todos nuestros proyectos es la investigación acerca del lugar. En el arte público esto es indispensable”.

Luego de dejar atrás la etapa tediosa de presentar propuestas, de esperar a que sean aceptadas, de continuar esperando para que le asignen los fondos monetarios, para estos jóvenes “mosaiqueros” comenzar a realizar uno de sus murales es símbolo de fiesta. Mientras no decaigan sus ganas de hacer arte, de educar a través de él y no desfallezca el compromiso que tienen con su profesión y con los cientos de adeptos a sus creaciones, seguirán de fiesta. Indudablemente, la durabilidad que caracteriza sus murales de mosaico se extiende a la relación de amistad que sostienen estos artistas y a lo que sienten por el arte.