Por Alina Marrero
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular
La dirección escénica es la misión más abarcadora del teatro, posiblemente la más creativa y tal vez la menos recompensada. Mientras más innovador es un director de teatro, más incomprendido es. Si las cosas salen bien, los aplausos no son para él. Pero si todo sale mal, hasta le dejan de hablar. Los directores pueden llegar a sentirse totalmente abandonados en el proceso, durante el proceso y aún mucho tiempo después, por lo que deben ser fuertes, creer en sí mismos y perseverar. Cuando un nuevo director se lanza a la profesión con una propuesta diferente, este obstáculo se agudiza. No obstante, existe la preciosa posibilidad de encontrar un grupo de profesionales que creen en lo que el director propone, y si no creen, le dan la oportunidad. Cuando esto ocurre, el resultado puede ser invencible. Ese, sin duda, fue el caso de la propuesta de Doel Ramírez con su montaje de “Yerma” de Federico García Lorca para [email protected] Inc., al cual asistimos el pasado 30 de enero en la sala Carlos Marichal del Centro de Bellas Artes de Santurce.
Trasfondo de una obra –
El estreno mundial de “Yerma” ocurrió el 29 de diciembre de 1934 en el Teatro Español de Madrid, después de la consagración de Lorca como dramaturgo en “Bodas de sangre” (1933), obra que concibió como una trilogía dramática española cuya segunda parte es “Yerma”. Esta obra con canciones, la cual estremeció a los conservadores de la época, iba a titularse “La mujer estéril”, algo que sugiere el nombre por el cual, por fin, pasó a la posteridad. “Yerma” explora un tema clásico en la literatura, pero cuenta con un desarrollo e intención nuevos en su momento. El mismo Lorca manifestó que era una obra teatral carente de argumento. Tal como en las tragedias clásicas, el dramaturgo introdujo en su obra coros que comentan variaciones de un tema el cual es siempre el mismo: Yerma es una mujer obsesionada con tener hijos que no tiene, lo cual desemboca en un final macabro.

Todo se convierte en “Yerma” desde la nana inicial. Federico García Lorca logró que su protagonista fuera omnipresente. A través de los engaños de una hechicera, la mujer cree que Juan, su marido no le ha dado hijos porque no la quiere. La cruda verdad es que el esposo escogido por su padre es estéril y que este hombre vive preocupado solamente por el crecimiento de sus bienes. El amor frustrado, representado por Víctor, un pastor de la vecindad, es el subtema de la obra. Yerma, quien aparentemente ama a Víctor, pero es incapaz de serle infiel a su marido, llega a pensar que se equivocó al casarse con Juan. En la medida de la obra, la obsesión de Yerma se convierte en un planeta donde no existen alternativas. Yerma, por evidentes razones morales, descarta toda posibilidad de fecundidad que no se relacione con su esposo. Su femineidad, directamente relacionada con tener hijos, va convirtiéndose en odio que desemboca en asesinato. La protagonista no deplora el hecho de haber privado una vida, sino de haber masacrado su única posibilidad de maternidad.
El fuerte de esta tragedia lorquiana es la belleza de la palabra. Los símbolos, inclinados a los extremos, son sangre que corre por las venas del espectador: agua igual a fertilidad, leche materna igual a vida, arena igual a sequedad, agua estancada igual a muerte. Y es precisamente en los extremos de los símbolos que Doel Ramírez enredó su tesis.
‘Yerma’ en manos de [email protected] –
Desde que entramos a la sala, fuimos arropados por los colores de la arena en todos los detalles y en la luz. Los actores deambulaban por el escenario, interactuando, de vez en cuando, con los espectadores, sin molestarlos. Ofrecían sonrisas, lágrimas, desconsuelo, flores. El ambiente, de estética atrayente, parecía estar raído, lleno de polvo, envejecido. Los actores proyectaban cierta agonía, simpática, aun en el desconsuelo. En el centro del escenario a cuatro lados, dos mujeres, dos yermas, se fundían en una falda que compartían, la cual, después del anuncio de la tercera llamada, se convirtió en útero desde donde los personajes regresaron nuevamente a escena.
Antes de eso, el director nos dejó saber lo que tenía en mente con el poema “A Julia de Burgos” de Julia de Burgos, declamado por las dos Yermas, una casi viva (Giomar Cruz) y otra casi muerta (Viviana Torres Mestey). Entendimos que la dualidad femenina del poema de Burgos tendría que algo que ver con el concepto del montaje y no nos equivocamos. A juzgar por las interpretaciones, Yerma casi muerta fue quien sostuvo la fuerza de principio a fin.
Ramírez, talentoso director que posee dominio del espacio y tráfico escénico en el teatro arena, convirtió la obra de tres actos de dos escenas cada uno, en un acto único, con transiciones muy bien pesadas, reforzadas por un oboe y una voz (José Febus). También, redujo el elenco a tres lavanderas: Jianna Pagán (también María); una sola vieja: Orquídea Maldonado; Juan: José Ayala; Víctor: Alberto Mateo. Suprimió la escena de la romería, el demonio, la mujer, las beatas y las dos cuñadas. Las líneas de Yerma se repartieron entre las dos actrices, quienes, en muchas ocasiones, compartieron el espacio en sus interacciones. Los actores creían en lo que estaban haciendo y de esa manera lo comunicaron. Las actuaciones estaban cuidadas y definidas. Sobresalieron Viviana Torres Mesley y Orquídea Maldonado. A pesar de la belleza del montaje, el director tal vez deba considerar suprimir el poema de Julia de Burgos y reducir un poco el preámbulo hacia la obra real. Sus intenciones, claras y definidas a lo largo del proceso, no necesitan refuerzo inicial y descubrir lo que va revelando podría ser más emocionante.
El efectivo movimiento corporal de los actores estuvo a cargo de Ricardo Hernández. Las luces de Israel Franco-Muller, la escenografía del colectivo, el vestuario de Giomar Cruz, el maquillaje de Keishlee Torres, la utilería de Orquídea Ramírez, el diseño de sonido de Doel Ramírez aportaron con armonía a la estética del novedoso montaje.
Nuestra solidaridad está con la creatividad, aplaudimos a [email protected] Inc., y esperamos ver más de este grupo en nuestros escenarios. Quienes no tuvieron oportunidad de ver esta producción en Bellas Artes de Santurce, podrán hacerlo el 13 de marzo en el teatro América de Vega Baja y el 17 de marzo en la Universidad de Puerto Rico en Ponce.