Enamora Julia desde la eternidad

Por Jaime Torres Torres
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular

Este es un disco que merece ser escuchado saboreando una copa de vino tinto y un buen puro.

Si es durante una noche o madrugada silenciosa, mejor.

Si es durante un amanecer lluvioso, mucho más.

Y si no fuma ni bebe, un café es más que suficiente.

Porque la audición de “Luz en Julia”, maravillosamente, no es como escuchar cualquier disco; es una experiencia cuasi astral en la que, interpretación tras interpretación y arreglo tras arreglo, sentimos a Julia a nuestro lado, acariciando nuestra alma y despertando nuestra conciencia patria en un ejercicio saludable de reafirmación nacional.

Confieso que lo escuché hace unos años, gracias a la gentileza de Alberto Carrión. Y parafraseando las palabras pronunciadas por el cantautor en la rotonda del Capitolio, “Luz en Julia” indiscutiblemente es el clásico de su trayectoria.

Esperaba, naturalmente, que en la portada del cd compartiera el crédito porque “Luz en Julia” es tan suyo como de Lucecita.

La obra maestra grabada por este dúo de entrañables amigos ya es distribuida exclusivamente por la Fundación

"Luz en Julia" cuenta con arte de Antonio Martorell.
“Luz en Julia” cuenta con arte de Antonio Martorell.

Nacional para la Cultura Popular. Aunque parezca un cliché, “Luz en Julia” es un disco que no debe faltar en el hogar de cada buen puertorriqueño; de cada hij@ de esta Patria.

Símbolo de resistencia cultural, “Luz en Julia”, ante el reconocimiento mundial de su centenario, cincela con letras doradas la efeméride y condecora a la insigne poeta boricua, sellando su inmortalidad.

Sí, Julia se inspiró y escribió; Alberto musicalizó; el cubano Dagoberto González Jr. arregló y orquestó; la Orquesta Sinfónica de Cuba acompañó; Antonio Martorell pintó y Lucecita interpretó como si la musa de la creadora de “Río Grande de Loíza” se encarnara en sus cuerdas vocales.

“Luz en Julia” es pura canción de arte, género cuya apreciación demanda, al menos, un poco de sensibilidad y nada de prisa en un sistema global de fórmulas mediocres y desechables en una carrera contra el reloj.

La obertura “Réquiem para un alma”, compuesta por Dagoberto, ambienta al oyente y le advierte que “Luz en Julia” lo avasallará con una sutil descarga de metáforas e imágenes poéticas que subyugarán y arrullarán su ser con la tierna violencia del amor y la nostalgia.

“Luz de Julia” es tan de Alberto como de Lucy porque el cantautor se sedujo por los versos de Julia para, como un buen sastre, concebir sus melodías, que nacieron al piano y con el acompañamiento de la guitarra, a su medida.

No hay distinción en la secuencia; cada canción tiene su encanto; su arte, fino y bello. “Rompeolas”, en sus primeros acordes, es un poema orquestal en sí. Maderas y cuerdas dan paso al acompañamiento de un piano acústico y a la entonación de Luz mientras aparecen los violines, en un contrapunto de voz y música que es un regalo para el alma.

La muerte, la nostalgia, el amor, la naturaleza, la pasión, la melancolía y la esperanza se suceden entre corte y corte, llevando a un clímax de ensoñación soberbio.

En “Armonía de la palabra y el instinto” Luz y Alberto cantan a dúo y armonizan a dos voces con el marco sublime de la danza puertorriqueña, logrando una interpretación a la altura de “Añoranza” de Rafi Escudero y “Tú vives en mi pensamiento” de Eladio Torres.

Es inevitable al escuchar “Río Grande de Loíza” sentirse salpicado por la frescura y ternura del río-amante-río de la poeta carolinense.

“Nada” expone, esta vez como solista, a Alberto con una interpretación eróticamente poética y elegante, cuya vocalización, con sus graves profundos, nos lleva al paisaje del mar y la analogía que la poeta establece con la pasión y el amor.

… Dejemos que Julia le hable a usted durante el resto de la audición…

Porque “Luz en Julia”, cuya producción fue financiada por Jorge Marchand y su lanzamiento por la Cámara de Representantes y su presidente Jaime Perelló Borrás, es un camino, sin abismos, hacia Julia de Burgos… Es un motivo para enamorarnos aún más de la inmortal poeta y el mejor pretexto para fundirnos en un abrazo perenne con su alma.

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