Por Rafael Vega Curry
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular
Como muchas obras de arte a lo largo de la historia, la música de este disco compacto nace de una historia de amor. En este caso, el amor del joven saxofonista puertorriqueño Roy McGrath por su abuela Martha, centro vital de su familia, cuya memoria y ejemplo quiso honrar con esta grabación, una de las más notables del jazz boricua en los últimos tiempos.
Este es un disco muy personal, tanto temática como musicalmente, rico en matices y en una especie de provocadora
No es muy común que un jazzista joven puertorriqueño grabe estándares del repertorio popular norteamericano y menos aún que comience su disco con uno de ellos, lo cual es, precisamente, lo que hacen McGrath y compañía con “Night and Day”, de Cole Porter. Su posible propósito, sin embargo, queda revelado pronto: establecer la maestría de este saxofonista en el manejo de la tradición –con un agradable sonido vulnerable que tiene algo de Don Byas– y a la vez, rehacer este tema, con soportes melódicos nuevos, armonías modernas y hasta un poco de montuno en el piano hacia el final de la interpretación. El enfático solo de batería de Cortiñas es un gusto especial.
Uno de los atractivos principales de la música de McGrath es lo abiertos que son sus temas, que en ocasiones parecieran no resolverse. Eso sucede en las dos baladas, la nocturnal “Maybe, Please Don’t Lie” y en la que le da título al CD. El efecto resulta ser poderosamente atractivo, sobre todo a medida que se va escuchando el álbum en repetidas ocasiones. También lo es el hecho de que ambas baladas incluyan solos de bajo, un recurso pura e intrínsecamente jazzístico.
La cálida expresividad del saxo tenor de McGrath es otro acierto. Su estilo no puede adjudicarse a una o dos influencias predominantes, sino que es una amalgama de toda una rica tradición que él sabe hacer suya línea a línea, solo a solo, como si cada improvisación se tratara de un descubrimiento. El pianista Joaquín García no se queda atrás, con vibrantes solos en “Spirit of the Living God”, “Patty Cakes” y “Kintsugi”.
Roy McGrath y los miembros de su cuarteto saben muy bien lo que están haciendo. Aunque sus armonías y tiempos irregulares son enteramente contemporáneos y su enfoque muy personal, tienen su “toque de tradición en el vocabulario”, según ha dicho el propio músico, quien, con “Martha”, se sitúa en el plano de los saxofonistas jóvenes cuya obra reviste compromiso, seriedad y visión de futuro para el jazz.