Por Alina Marrero
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular
El 17 de octubre, se acercaban las funciones en San Germán, de “El día nacional de la viudez”, de la dramaturga puertorriqueña Anamín Santiago, cuando la noticia de los despidos de casi 100 empleados de Univisión llegó al ensayo. No pudimos evitar mirar a Luis Enrique Romero, quien interpreta al Viudo en la obra. Nuestros movimientos de cabeza estaban perfectamente coreografiados, así mismo la expresión de nuestros rostros. Me acerqué a Luis Enrique y le dije: “Te voy a entrevistar”.

Luis Enrique Romero, actor puertorriqueño y activista político-social, nació en Santurce, el 23 de junio de 1953, pero se crió y creció en Manatí. Estudió biología en la Universidad de Puerto Rico, en Río Piedras; y tiene una maestría en Administración de Empresas, de la Universidad Mundial. Según cuenta, tomó cursos con René Barrios en la Escuela de Variedades Artísticas; y siempre participó en eventos políticos y de protesta social. De hecho, fue candidato a alcalde de Manatí por el Partido Independentista Puertorriqueño, en 1980.
“Desde pequeño me salí del tiesto”, dijo Luis Enrique en son de chiste. Acto seguido, el tema se desvió hacia sus hijos, Glaneymi, Luis Enrique, Samia; y su nieta Amanda Isabel. Este tema es inevitable cuando se habla con “Quike”, como le decimos cariñosamente. Él adora a sus hijos; y su nueva nieta lo tiene de cabeza.
Luis Enrique Romero ha dejado sentir su voz de protesta en el mundo. El 6 de mayo de 2009 hizo, junto a otros compañeros, un reclamo pacifista en el Congreso de los Estados Unidos a favor de la descolonización de Puerto Rico. En esa ocasión, las armas fueron unos versos del poema de Juan Antonio Corretjer, “Oubao Moin”, con música de Roy Brown. “No pudimos finalizar la primera línea”, comentó. “Nos arrestaron de inmediato. Y, aunque sabíamos que eso nos iba a pasar, nos aprendimos la canción hasta el final”. Este evento captó la atención mundial.
A estas alturas de la conversación y las anécdotas sobre hijos y viajes, parecía que nos alejábamos del tema de Univisión. Pero la inquietud estaba presente. Y sin perder el tiempo comenzó nuestro intercambio de preguntas y respuestas sobre el tema.
ALINA MARRERO: Para beneficio de quienes no lo saben y puntos en el recuerdo de quienes lo sabemos, ¿podrías hacer un recuento de tus acontecimientos con Univisión?

LUIS ENRIQUE ROMERO: Sería para fines de la década de 1990. Yo trabajaba para el canal 11 con las producciones de Luisito Vigoreaux y ya se rumoraban cambios de disolución de empresa. Eliminaron varios programas en el 11 y se dio el proceso de compra-venta con Univisión, que es una cadena multinacional de programación esencialmente mexicana; pura lata. Cuando esto por fin sucedió en 2002, quedé desempleado. La llegada de Univisión planteó una crisis de visibilidad de los artistas puertorriqueños en los medios, algo que imitaron los demás canales. Colmó la copa cuando llamaron al venezolano Daniel Sarco a animar “Anda pa’l cará”, una producción puertorriqueña. Así fue como el 6 de enero de 2004, recibí a Sarco con un piquete solitario en los portones de Univisión, en Puerta de Tierra. Estuve piqueteando solo, desde el mediodía hasta las cinco de la tarde.
A. M.: ¿Alguien se unió?
L. E. R.: En algún momento llegó Danny Rivera. Después, cuando se enteraron por radio, se unieron los líderes de UPAGRA.
A. M.: ¿Fue entonces cuando dijiste que las producciones locales en Univisión iban a desaparecer?
L. E. R.: Exacto. También dije que querían monopolizar los medios, que usarían nuestros teatros para sus artistas y que comprarían un periódico.
A. M.: ¿Qué impacto tuvo la manifestación del 6 de enero de 2004?
L. E. R.: Se creó el grupo de presión llamado APAGA, Alianza Puertorriqueña de Artistas y Grupos Amigos. Este movimiento tuvo solidaridad de la clase artística. Hicimos varias actividades de éxito total. APAGA se desarrolló hasta convertirse en COOPAR. Esto se dio porque la misión de APAGA era, además de orientar a los artistas sobre la intención de UNIVISION, desarrollar conciencia de trabajadores del arte. La cooperativa nació como la alternativa de desarrollar nuestro propio espacio.
A. M.: De un mal surge un bien.
L. E. R.: Fue algo muy bueno en aquel momento.
A. M.: Con lo que acaba de pasar en Univisión, son muchos los que estarán recordando lo que tú advertiste.
L. E. R.: Lo triste es que se pudo haber evitado.
A. M.: ¿De qué manera?
L. E. R.: Con la acción de los artistas en 2004. Hoy la situación es más grave. Fíjate, la solidaridad es buena, pero muchas personas se lavan la cara con esa palabra. Más que solidaridad, se requiere acción, presión a Univisión y a los que sean, para que entiendan que tenemos una clase artística que hay que respetar. Nuestro talento va más allá que las novelas que se producen en Miami.
A. M.: ¿A qué crees que se deba esta apatía en Puerto Rico?

L. E. R.: Al desempleo o a la posibilidad de empleo o desempleo. Esto aterra a las personas. En 2004, muchos compañeros no deseaban “calentarse” ante una posibilidad de trabajo. Esa posibilidad no la tuvieron entonces y mucho menos la tendrán ahora. Por otro lado, el País ha demostrado que ha perdido gran capacidad de indignarse, porque de una u otra manera se siente mantenido y eso va en contra de la dignidad de vida. Hay personas, los menos, que expresan su indignación; pero el País, en forma colectiva, ha demostrado que es incapaz de indignarse.
A. M.: Todo ese activismo tuyo, ¿ha afectado tu carrera en forma negativa?
L. E. R.: No creo que Univisión me de trabajo y, ahora mismo, como muchos puertorriqueños, estoy desempleado. Sin embargo, he hecho cine, novelas, miniseries, teatro… También doy clases y talleres, escribo y soy director. Nunca doy problemas de disciplina ni creo grupos de intriga en las producciones donde se me contrata. Soy un buen compañero y un caballero.
A. M.: ¿Cuál crees sea el problema más grande que enfrenta Puerto Rico en estos momentos?
L. E. R.: Dos problemas: economía y educación.
A. M.: ¿Has perdido la esperanza?
L. E. R.: Tengo muchas esperanzas. Si no fuese así, dejaría de ser activista. Yo no me rindo. Tengo la fe puesta en las futuras generaciones. Espero que se aprenda de nuestros errores. Además, cuando se toca fondo, la única opción es salir.
A. M.: Una última pregunta, Luis Enrique, ¿sigues fuera del tiesto?
L. E. R.: ¡Pues claro que sí!