Por Rafael Vega Curry
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular
A menudo durante sus presentaciones, Jonathan Suazo cierra los ojos mientras alguno de los músicos de su banda está improvisando en la guitarra, en el bajo, en el piano, en la batería. Se nota que está disfrutando lo que oye; su sonrisa beatífica lo evidencia.
Esa sonrisa, sin embargo, tiene otro significado adicional: lleva implícita una invitación a unirse al estado de elevación que la música, en sus mejores momentos, es capaz de producir. Sin decir una palabra, el joven saxofonista le está diciendo a su audiencia, “¿están oyendo lo que yo oigo? ¿No quieren unirse a la celebración, a este estado más puro de la conciencia que esos sonidos propician?”

El jazz de Suazo –específicamente el de su nuevo CD, “Vital”, que presentó recientemente en la Fundación Nacional para la Cultura Popular, en el Viejo San Juan- es un reflejo preciso del momento histórico que vive este género, con sus múltiples influencias, su ausencia de barreras estilísticas, sus marcados cambios de tempo y “feeling” dentro de una misma pieza, sus contrastes entre intensidad contenida o desatada. En él caben tanto las rimas del hip-hop como la pasión del gospel, sin descartar las tendencias rumberas del jazz latino.
Pero eso lo hacen muchos músicos de hoy. Lo que distingue a la música de Suazo y su quinteto –integrado la noche de la presentación por el guitarrista Gabriel Vicéns, a quien Suazo describe como “su alma gemela en la música”, Elvis Terán en el piano, Bryan Pérez en el bajo y Mario Pereira en la batería- es su habilidad para canalizar todas esas influencias, todos esos cambios de estilos, carácter e intensidad hacia algo que suena como una revelación. Uno sale del concierto sintiendo que asistió a algo trascendente. Hay algo especial en esas melodías y en la manera en que son interpretadas.
Ejemplos no faltaron esa noche. “Una vida entera”, el primero de varios “highlights” del concierto, fue un tema asertivo, melódico pero no fácil, con sus giros, sus pausas y sus acordes oscuros. Creó el marco para un gozoso intercambio entre Suazo y Vicéns, que luego se transformó en una rica improvisación simultánea.
La balada-gospel “Found”, que el saxofonista describió como “mi debut escribiendo líricas – y en

inglés”, fue una sorpresa. Contó con la vocalización de Patricia Lewis, cuya clara y hermosa voz, su habilidad en fraseos y modulaciones y su potente interpretación motivó los aplausos más entusiastas de la noche. Suazo completó la pieza con un solo de alta energía, definido por el sonido inusualmente cálido y robusto de su saxo alto, un sonido que uno esperaría más bien de un saxofón tenor.
Para la pieza “Puro potencial” –que no está incluida en el disco nuevo- acompañaron a Suazo Elvis Terán al piano, con uno de sus mejores solos de la noche, teñido de acordes de “cool blues” y Leonardo Osuna en la batería, quien le agregó un nivel distinto de intensidad a la música.
“Dharma”, que según Suazo significa “para lo que tú viniste a la vida”, fue otro de los grandes aciertos de la noche, comenzando con una dulce y ensoñadora melodía, una especie de meditación interior, que dio paso, sucesivamente, a una intensa exploración melódica y a suaves acordes de “walking blues”–una combinación reminiscente del gran saxofonista Charles Lloyd.
Para concluir, el quinteto interpretó “Buen camino”, fluctuando entre el jazz “straight” y el bossa nova. Extraordinaria la comunicación de la banda en esta pieza, con un sonoro bajo de Bryan Pérez y el empuje sutil pero decisivo de Mario Pereira en la batería. El cántico que cierra el tema, al que Patricia Lewis unió su voz, subrayó el aire celebratorio y ligeramente ritualista del concierto.
Una noche memorable, que no solo sirvió para presentar “Vital”, una de las mejores producciones locales de jazz en 2014, sino también para reafirmar la trascendencia de la música –y para generar sonrisas de bienestar en todo aquel que estuviera escuchando.