Por Gabriela Ortiz Díaz
Para Fundacional Nacional para la Cultura Popular
De repente, el salón de actividades de la Fundación Nacional para la Cultura Popular se transformó en un jardín. Eso hace el teatro, en esta ocasión, el infantil: convertir la realidad en un escenario mágico idóneo para educar y entretener a los niños y sus familiares. Para este propósito, la compañía El Mundo de los Muñecos, con el auspicio de la Cooperativa de las Artes Escénicas (COOPAR) y su presidente Félix Díaz, presentó el pasado domingo 19 la obra “La orquídea y Pelusín”, del dramaturgo puertorriqueño Ángel Amaro Sánchez.
El chillido agudo de un pito advirtió la entrada a escena de Jonathan Amaro Ramos. A la velocidad de un parpadeo, dejó de ser enteramente él. Con mucha habilidad, le dio vida a una marioneta que, feliz y orgullosamente, se encargaría de regar las flores de un jardín, en especial a la Orquídea. “¿En qué trabaja tu papá?”, le preguntó la marioneta viviente a una niña sentada en la primera fila. “Y tu mamá, ¿qué trabajo hace?”, continuó interrogando a otro niño. “Y usted señora, ¿a qué se dedica?”, proseguía con la interacción. Tras esta dinámica con el público, Pelusín, como se llamaba la marioneta, estableció uno de los temas principales de la obra: las tareas que hacemos cotidianamente nos identifican y definen ante los demás.
La felicidad no se evidenció en la Orquídea, segundo personaje en exhibirse frente al público. Llena de lamentos y quejidos por la angustia que le provocaba la rutina del jardín y el aburrimiento de adornar con sus colores, la bella florecita se iba alejando más de la placidez de la vida y adentrándose en la amargura que induce la envidia y la inconformidad. Protestaba porque Pelusín la despertaba todas las mañanas con el sonido estridente del pito e inundándola de agua, y porque Gusanito se la quería comer.
Así pasó con la Mariposa, entró al escenario quejándose constantemente de que tenía que volar y de que sus alas no tenían el hermoso color de la Orquídea. Refunfuñó también el Sol porque siempre estaba alumbrando un hemisferio del Planeta. Estos dos personajes admiraban la belleza de los colores de Orquídea y, para transfigurarse en la flor – así serían felices porque experimentarían otra identidad; algo nuevo y diferente a lo de todos los días– querían que Orquídea les prestara sus pétalos. Ambos deseaban poseer la belleza de la flor e ignoraban la propia; esas características que los hacían seres únicos.
Luego de que el Sol y la Mariposa, secretamente, decidieran emplear un plan para quitarle los pétalos a la Orquídea, y de que la Mariposa, al fin, se sintiera feliz porque tenía alas de pétalos violetas, ocurrió el clímax de la historia: la Orquídea se dio cuenta de que sus atributos la hacían especial y de que sin ellos era irreconocible para sus amigos.
Tras la intervención de Pelusín, todos comienzan a descubrir que sus rutinas diarias les servían para comprender la diversidad que exhibe la naturaleza, la importancia de sus funciones para el entorno natural, además, que el aceptarse como se es, forma parte de la búsqueda de la felicidad.
La moraleja de esta historia, la cual forma parte de una trilogía de la literatura teatral infantil puertorriqueña – las secuelas son: “Pelusín y los

payasos” y “La noche mágica de Pelusín” – es que no debemos desear lo que tienen los demás porque nuestros rasgos conforman lo que somos, así como también, que todos tenemos unas funciones en la vida y en el momento que las dejemos de efectuar, careceremos de identidad.
El Mundo de los Muñecos, Inc., empresa familiar creada e incorporada en 1978, integra a un grupo de profesionales en el ámbito teatral, de las artes y la educación: Javier Ortiz Cortés, Karen Olivera, Noelia Ortiz Cortés y Rey Antonio Cortés. Las actividades que organiza esta compañía teatral sirven de taller para jóvenes actores. El pasado verano, “La orquídea y Pelusín” se presentó en el área este de Puerto Rico, así como en el Teatro Francisco Arriví de Santurce. En esta ocasión, los actores y estudiantes de drama: Alba Taína Ortiz Olivera, Syndia Noelys, Jonathan Amaro, Francisco Javier y John Sánchez, fueron los intérpretes de los cinco personajes de la obra.
A través de la expresividad oral, del movimiento corporal y del gusto que sienten por la actuación, estos jóvenes hicieron posible la transmisión del mensaje que quiso expresar el autor de la obra. Sin duda, las sonrisas de los niños y sus familiares confirmaron la buena ejecutoria de los actores.