Por Miguel Diffoot
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular
“Las brujas de Salem” o “El crisol” (“The Crucible”, en el inglés original) es una obra de teatro de Arthur Miller ganadora del premio Tony, escrita en 1952 y estrenada en 1953. Está basada en los hechos que rodearon los juicios de brujas en Salem, Massachusetts en 1692. Miller escribió sobre el evento como una alegoría del “macartismo” durante la década de 1950 del pasado siglo en los Estados Unidos.
Arthur Miller fue hijo de una familia de inmigrantes judíos polacos de clase media. Estudió periodismo en la Universidad de Míchigan, en la cual recibió el primero de los premios de su vida, el Premio Avery Hopwood. Tras su graduación (1938), se trasladó a Nueva York en donde se ganó la vida escribiendo guiones radiofónicos. A los 28 años estrenó su primera obra en Broadway, la comedia “Un hombre con mucha suerte.” Ya desde sus primeros títulos denuncia los valores conservadores que comenzaban a asentarse en la sociedad de Estados Unidos. Su consagración se produce en 1949 con “La muerte de un viajante,” en la que denuncia el carácter ilusorio del sueño americano. La obra fue galardonada con el Premio Pulitzer y con tres Premios Tony.
En la década de 1950 fue víctima de la caza de brujas. El “macartismo” es un episodio de la historia de Estados Unidos que se desarrolló entre 1950 y 1956 durante el cual el Senador Joseph McCarthy desencadenó un extendido proceso de denuncias, procesos irregulares y listas negras contra personas sospechosas de ser comunistas. Los sectores que se opusieron a los métodos irregulares e indiscriminados de McCarthy denunciaron el proceso como una “caza de brujas.” Arthur Miller fue acusado por el director Elia Kazan de tener simpatías comunistas. Miller rehusó revelar los nombres de los componentes de un círculo literario sospechoso de tener vínculos con el Partido Comunista ante la Comisión de Actividades Antiamericanas en 1956, acogiéndose a la protección constitucional. A pesar de las presiones que sufrió, no dio ningún nombre, declarando que, aunque había asistido a reuniones en 1947 y firmado algunos manifiestos, no era comunista. En mayo de 1957 se le declaró culpable de desacato al Congreso por haberse negado a revelar nombres de supuestos comunistas. Sin embargo, en agosto de 1958, el Tribunal de Apelaciones de los Estados Unidos anuló la sentencia, de forma que no tuvo que ingresar en la cárcel. La atmósfera de aquel tiempo se plasmó en “Las brujas de Salem.”
Los juicios de Salem por brujería aluden a un famoso episodio del período colonial de los Estados Unidos en 1692
En inglés el título de la obra es “The Crucible”, que literalmente puede ser traducido como “El crisol.” Un crisol es una cavidad en los hornos que recibe el metal fundido y que puede soportar elementos a altas temperaturas, ya sea el oro derretido o cualquier otro metal. También se denomina así a un recipiente de laboratorio resistente al fuego y utilizado para fundir sustancias. Se emplea para extraer los elementos puros de las imperfecciones a través del calor. En “Las brujas de Salem,” John Proctor simboliza este proceso pues pone en peligro su propia vida prefiriendo morir antes que traicionar su conciencia. Ese sería su significado en lenguaje figurado, en el sentido literal simplemente: juicio.
La obra comienza en un pequeño cuarto que queda en la segunda planta de la casa del reverendo Parris en 1692. Salem es un pueblo nuevo con valores estrictamente puritanos que siente aun la angustiosa persecución del viejo mundo. Es en esta atmósfera donde se cuecen los arrebatos de un fanatismo alucinante que sombreará la pieza hasta su final. Los vecinos de Salem recurren al ataque contra familias enemigas guiados por deseos de venganza y celos.
El Departamento de Drama de la Universidad de Puerto Rico, recinto de Rio Piedras y su Teatro Rodante bajo la dirección de la profesora Jacqueline Duprey, presentaron esta pieza con la participación de un nutrido grupo de talentosos estudiantes como parte de su formación en las artes teatrales. Dada la escasez de textos poderosos, de los llamados clásicos de la dramaturgia en nuestras principales salas, es reconfortante saborearlos en un ambiente académico respetuoso del valor y de lo que representan títulos como el que ahora nos motiva a escribir. Uno de los aspectos más atractivos cuando vemos a jóvenes actores y actrices en formación, es la evidente entrega que muestran en su quehacer. Se involucran en un texto difícil por intenso y, sin que medie la timidez, se concentran ofreciendo el máximo permitido en las circunstancias dadas.
El montaje es simple. Una plataforma ubicada al extremo derecho del actor sirve para la representación de las primeras escenas de la pieza. No entendemos el uso de la misma. Sabemos que se menciona la estrechez de la habitación, pero al ir entrando uno a uno los intérpretes, se vuelve imposible apreciar del todo sus trabajos dada la incomodidad del recinto. Tal vez la colocación de dicha plataforma en posición diagonal hacia el público desfavorezca la visual. Dicha plataforma rueda hacia el lado opuesto del escenario para las escenas subsiguientes. Una vez comienzan estas escenas en la casa de John Proctor, al ser estas más íntimas, se pueden apreciar mejor las acciones de los jóvenes artistas.
Es evidente que, aparte de la dirección escénica, hubo un largo y puntilloso trabajo con cada interpretación por parte de la directora Jacqueline Duprey. Lograr esa sensación de urgencia, de pavor ante los acontecimientos, de inquietud e intolerancia, no es tarea fácil. Eso requiere de mucho estudio, de adentrarse en la historia y absorberla para poderla comprender aún estando a siglos de distancia. Las palabras de Duprey en el programa indican y justifican la pertinencia de la obra en nuestros días:
“El oportunismo, el resentimiento, la venganza, la envidia, el odio a lo diferente y el miedo ejercido en todo régimen fundamentalista, no requiere de un escenario macro; es decir, de una Nación con mayúscula como Estados Unidos o Rusia, para manifestarse. Los ingredientes del fundamentalismo se cocinan también en una isla, el barrio o el lugar del trabajo. El fundamentalismo da la impresión de ser ubicuo. He aquí la vigencia de la pieza. Una vigencia tan innegable como lamentable”.
Lamentable por demás, por suerte queda plasmado el hecho, tan parecido a otros en nuestra historia lejana y actual, en este texto magnifico del gran Arthur Miller, así como la valentía del presente montaje por el Teatro Rodante Universitario.
Como parto de la premisa de que el hecho teatral es uno colectivo, no mencionaré unos trabajos por encima de
Completan la ficha técnica:
Dirección: Jacqueline Duprey; Diseño de vestuario: Miguel Vando; Diseño de escenografía: Nicolás Luzzi; Diseño de iluminación: Víctor Colón y Brendalee Morales; Asistente de directora: Frances Arroyo; Regidora: Charmaris Darias; Asistente de regiduría: Amanda Figueroa; Director técnico: Ariel Cuevas; Supervisora de taller de vestuario: Ramonita Toro; Líder comité de vestuario: Elba Sánchez; Realización de vestuario: Clara Tirado, Felipa Mariño, Genoveva Tirado y Anisa Masih Mariño; Asistentes de vestuario: Melissa Orsini León, Zailyn Cuevas y María Gabriela Rosado; Líder comité de escenografía y tramoya: Orlando Rodríguez; Realización y montaje de escenografía: Ariel Cuevas, Willie Maldonado y Víctor M. Castillo; Tramoyistas: Erick Vázquez, Félix Santana, Kiara Quintana, Luis Ramos, Luis Alvarado, Johnny Santiago y Derrick Hernández; Lideres comité de iluminación: Brendalee Morales y Víctor Colón; Diseño de sonido: Ámbar Sophia Ruiz Duprey y Janilka Romero; Técnico de sonido: Emiliano Mejías, Ian D. Ramos y Elba Sánchez; Líder comité de utilería: Angelina Rodríguez; Diseño de maquillaje y peinados: Noelia Loiz y Jonathan Amaro; Líder comité de ujieres: Erick Vázquez; Publicidad: Nefesh Cordero y Emily González; Diseño de tropezón: Zailyn Cuevas; Diseño de hoja suelta: Ámbar Sophia Ruiz Duprey; Realización programa de mano: Gabriela Saker y Giovanni Bravo; Documentalista: José A. robledo; Coordinador de producción: Jorge Rodulfo; Director del Departamento de Drama: José Luis Ramos Escobar.