Por Javier Santiago
Fundación Nacional para la Cultura Popular
No era una función fácil. En medio de la celebración del Festival Claridad, el encuentro escénico del pasado sábado 22 era competencia difícil a la hora de atraer público al Viejo San Juan. Pero “Isabel” salió determinada. Y en medio de su plena nos llevó a golpes – cual pandero sonoro – con el recuerdo de su historia.
En un ambiente sabiamente delineado, en el que se aprovechó la arquitectura colonial del Corralón de la San José, “Isabel” bailó su plena – “la última”- y utilizando el cuento de Manuel Ramos Otero como base, su alma danzó sobre el escenario con un texto delineado por Josean Ortiz que iba de lo elegante a lo desafiante.
Amneris Morales, fue la actriz de personajes múltiples de esta velada. De entrada fue fría como el jerarca eclesiástico que representaba, en otras pintoresca como la espiritera Esmeralda que limpiaba el ambiente a fuerza de baños de plantas y perfume Reuters y, en el personaje de mayor demanda, fue la chica fácil (o travesti) que en sus parlamentos revelaba la locura interna de su drama. Con dominio representó a Miseria – la loquita desaliñada – que entre chismes y fantasías tejía sus historias como telarañas. A veces parecía ser la más fiel a la madama; aunque ésta no le quitara el ojo de encima cuando le guardaba las prendas o le traía los cuentos de las muchachas que acababan de llegar a trabajar desde San Juan.
Mas el personaje central de Isabel Luberza Oppenheimer salió de lo más profundo de la tierra para expresar su verdad… o la que el autor puede interprertar que ésta era… Y sobre el escenario dejó ver su pena magistralmente interpretada por el actor Josean Ortiz. Con minucioso estudio el histrión bordó el personaje legendario de Isabel la Negra sin faltarle a su dignidad de ser humano y a su innegable fuerza como mito de la historia.
Doña Isabel, propietaria del Elizabeth’s Dancing Place, de Maraguez, elegante, imponente y poderosa, llegó al Corralón como si se posesionara de su intérprete. Línea a línea se reveló como la que mordió silencios, la que se codeaba con la iglesia que aceptaba sus donativos hipócritamente, la que lidió con los gustos lujuriosos de los hombres de alta sociedad… Era ella la que más allá de comandar a sus muchachas también tenía el corazón de mandar a estudiar a una de ellas que por ser menor debía – al menos – completar su educación escolar. Sí, fue esa Isabel la que cayó abatida a balazos en una madrugada de enero de 1974, horas antes de celebrar el Día de Reyes con los niños pobres de la comunidad…
Con ella, como texto central, Josean Ortiz se creció como actor en esta producción al hacer de esta controvertible mujer un personaje creíble y muy humano. Aquí no hay caricatura ni faltas de respeto a su memoria. En todo caso lo que el público sí pudo encontrar es el trabajo de un obrero del arte serio, amante del detalle, dedicado al estudio y presto pare enfrentar el reto escénico de un ser tan complejo como fue Isabel Luberza Oppenheimer.

Cabe añadir a los aciertos de esta obra la utilización de los pleneros Xavier Rosario, Chamir Bonano, Leró Martínez y Edwin Joel Paris, quienes ubicados en uno de los balcones, entrelazaron escenas con un repertorio escogido con sapiencia.
“Isabel” irrumpió con fuerza en el Corralón el pasado enero durante las celebraciones de las Fiestas de la calle San Sebastián. A tono con la ocasión el artesano Abdiel Millán creó un maravilloso cabezudo mientras Cao Vélez aportó una plena inspirada en la noticia de su muerte. Con ellos concluyó aquí la jornada de esta puesta en escena de “La última plena que bailó Luberza”. Pero con el bajar del telón Ortiz debe sentirse satisfecho con el resultado de un trabajo serio que desde Manuel Ramos Otero hasta la propia Isabel Luberza Oppenheimer le estarían reconociendo.
¡Aplausos!