William Cepeda ante el recuerdo de Isabel Abizu

Por Javier Santiago
Fundación Nacional para la Cultura Popular

Cuando el 31 de diciembre suene la última campanada para despedir el año, William Cepeda tendrá muchas razones para celebrar y dar gracias por sus aciertos. Pero entre todos los logros de su cosecha anual en esta ocasión está presente la satisfacción de haber editado “Isabel Albizu: La Matriarca de la Bomba”, disco que documenta parte del legado de la inolvidable folklorista ponceña.

Con el certificado en mano que proclama la obra como una de las 20 producciones más sobresalientes de 2011, William Cepeda rememoró detalles del proceso que lo impulsó a crear este histórico proyecto. Y entre anécdotas y comentarios, rememoró la experiencia de haber conocido a doña Isabel, quien desde 1979 llevaba el estandarte de su grupo folklórico Bambalué.

“Esta producción marcó un aprendizaje muy importante para mí. Tener el honor de documentar una persona como doña Isabel Albizu Dávila, quien llevaba sobre 40 años promoviendo su bomba de Ponce, fue una experiencia de valor incalculable. Por ello me siento más que halagado – y agradecido – de haber sido la persona en la que ella confió para hacer este trabajo”, dice el músico puertorriqueño.

Según explica Cepeda el proceso de realizar este proyecto artístico no fue difícil en el aspecto musical. “En realidad me tomó unos seis meses completer la producción. Pero lo que más tiempo me tomó fue convencerla de que quisiera grabar el disco conmigo. Eso sí fue un proceso complejo”, reconoce.

Todo comenzó en los días en que documentaba en una grabación a don Félix Alduén de Mayagüez. William conoció a doña Isabel por medio de Angel “Papote” Maldonado, del grupo Esencia. El lo llevó a conocerla. Y ella, que ya sabía que Cepeda estaba grabando a don Félix, no tuvo reparos en expresarle de inmediato su suspicacia por la visita.

“Me acuerdo que ella me preguntó: ‘¿a qué tu vienes pa’ca? Yo he tenido que estar vendiendo bizcochos, jugando bingos, haciendo rifas, para poder tener el vestuario y los instrumentos y mantener mi grupo a flote. ¿Qué es lo que tú quieres?’, me cuestionó. Yo, que no la conocía, me intimidé bastante porque uno no espera esa bienvenida. Pero ella era así. Después de eso, cuando murió don Félix, coincidimos en los actos de despedida en Mayagüez. Comenzamos a comunicarnos y terminamos grabándole el disco a ella que fue una bendición”, comenta el músico y productor.

El proceso de entrar en confianza con doña Isabel fue un tanto extenso pero fructífero. En varias ocasiones William la fue a visitor a su casa. Conversaron. Intercambiaron opiniones, datos e inquietudes mientras ella le cocinaba y él indagaba. Así, a través de la música, maestra y pupilo fueron iniciando una amistad que desembocó en una oportunidad histórica para Cepeda: poder documentar en un disco la labor de doña Isabel.

– ¿Qué fue lo más importante que descubriste en este proceso?, preguntamos al experimentado músico.

“El sentido de humor de doña Isabel Albizu”, responde de inmediato. “También aprendí mucho de su compromiso con la cultura y de todo lo que ella pasó para sostener este grupo vivo. Vendiendo bizcochos, haciendo rifas, jugando bingos… Ella tuvo que hacer de todo para mantener su grupo a flote. Y por ello estaba muy orgullosa del sacrificio que hizo para mantener todo ese tiempo aportando a la cultura, apoyándola y preservándola”.

– ¿Qué recuerdas del día que le llevaste la producción ya finalmente completada?

“El día que le llevé el disco ya terminado ella estaba tan emocionada que no cabía en sí. Ella misma ni creía que había cantado así. Mejor aún le sorprendió que el producto final se presentara de manera tan profesional. Eso fue para ella como un sueño hecho realidad. Algo que ella jamás esperó en la vida”, dice.

Con el proyecto en mano, hoy William Cepeda mira atrás para destacar los temas incluidos en el compacto que más satisfacción le producen. Y al pasar listas sobre el repertorio trabajado resalta entre todos los de corte jocoso como “Mi marido quiere que me componga”.

“Ella los interpretaba tan genuinamente y su sentido del humor era tan ejemplar que encuentro que son geniales. Doña Isabel los cantaba como si fueran vivencias propias. Su autenticidad en la interpretación era admirable. De hecho, más que la calidad de su voz, el valor verdadero está en su interpretación”, declara.

La producción discográfica “Isabel Albizu: La Matriarca de la Bomba” vio la luz a finales de 2011. Los aplausos de la crítica especializada no se hicieron esperar. Y sólo semanas de su lanzamiento, el reconocimiento de la Fundación Nacional para la Cultura Popular premió el esfuerzo proclamando la producción como una de las 20 más sobresalientes del año.

Con la bendición en mano, la histórica grabación comenzó a surcar los mares del difícil mundo del disco. Pero en medio de su viaje promocional doña Isabel partió a la inmortalidad el pasado 29 de abril.

“Yo estaba de viaje cuando recibí la llamada del hijo (Amaury) y el esposo (don Ito) de doña Isabel. Tuve que venir corriendo a Ponce para despedirla. Estuve allí presente. Su partida fue algo inesperado. Y dentro de mí me dije: ‘qué bueno que este proyecto se hizo a tiempo; qué bueno que ella lo llegó a ver”.

Con la satisfacción a cuestas, William Cepeda se despidió aquel día de la “Matriarca de la Bomba”. Y con la conciencia de haber cumplido con su labor, da gracias a la vida por la oportunidad de haberla conocido para que, a través de su documentación, las nuevas generaciones conozcan también su legado.

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